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Carmen Linares

Entrevista

3 Feb 2020

Carmen Linares, cantaora

“Cantar por cantar, nunca, el día que pierda la ilusión, me retiraré"

Esther Peñas. Fotografía: Javier Lorente / Madrid

Carmen Linares. La maravilla. Elegancia que preside al cantar y cuando mira. Carmen Linares. Gloria bendita por soleares y la bulería de su sonrisa que bulle escucha y ternura a partes iguales. Carmen Pacheco Rodríguez (Linares, Jaén, 1951) pertenece a una generación imposible, alta como una plegaria, la de Manuel Agujetas, Pepe Habichuela, Camarón, Morente, Paco de Lucía… Con permiso de La Niña de los Peines nadie canta con la intensidad y delicadeza de Carmen. Lo ha hecho durante cuarenta años, que ahora celebrará con un concierto en el Teatro de la Zarzuela.

Enhorabuena por esta última distinción, recibida en Nueva York, un premio del Berklee College of Music…
 
Me lo pasé muy bien, ir a recoger el premio con tanta ilusión, interpretar un par de temas con mi hijo Eduardo tocando la guitarra ante un público que me entiende de maravilla… nos trataron muy bien, y aprovechamos para presentar el concierto que haremos en la Zarzuela con motivo de los 40 años de carrera. Agradecí muchísimo este reconocimiento de la Academia en Boston que se entregó en Nueva York.
 
La primera vez que viajó a la tierra de los rascacielos fue allá por 1973…
 
Sí, con la compañía de baile, estuvimos cuatro meses de gira en autobús, vi la América profunda y la más superficial, aprendí muchísimas cosas, artísticamente para mí fue muy interesante; actuábamos en teatros, como el Carnegie Hall, y en universidades, y luego tomábamos un refresco y los estudiantes nos preguntaban cosas. Tengo mucho cariño a Nueva York.
 
Y al recoger el premio interpretó uno de sus clásicos, Coge ese puñal dorao, y también un tema de Miguel Hernández que, curiosamente, habla del miedo.
 
Todas las casas son ojos, dice el poema, sí, habla del miedo después de la guerra, de las denuncias, de esa realidad que nos cuenta la película La trinchera infinita, muy intensa, que recoge esos rencores y rencillas. Qué terrible. Se lo he escuchado tantas veces a mi madre, hablar de ese miedo a que alguien te denunciara y te llevaran al paseíllo… musicalmente es un tema muy bonito y conviene recordar para no volver a esas cosas. 
 
¿Cómo es el público flamencófilo en Nueva York?
 
Es variopinto, el flamenco es algo muy conocido allí. En realidad, el flamenco  tiene una fuerza increíble que conmueve a cualquiera que tenga sensibilidad y el corazón en su mismo sitio, con independencia de si se canta un romance o una soleá, produce un impacto directo. Es cierto que en muchas partes la gente no sabe dónde colocar un olé, pero les llega. Además, han sido muchos los que estuvieron ya allí, Carmen Amaya, Antonio Gades, Sabicas…
 
¿Algún lugar en el que la recepción haya sido áspera?
 
Áspera no diría… diferente… actué en Oslo, imagínate, en Noruega, en la época en la que casi todo el día es noche, en un festival de músicas del mundo, pero la reacción fue tremenda, les sorprendió y les encantó. No recuerdo un sitio frío al escuchar flamenco… hasta en Finlandia lo acogen bien, y tienen una peña flamenca.
 
Cuatro décadas sobre un escenario. Si echa la vista atrás, ¿qué queda de aquella Carmen Linares y cuál diría que es el mayor cambio que ha experimentado?
 
Es difícil esta pregunta… cuarenta años son muchos… supongo que ha cambiado la firmeza de alguna declaración que hice porque en estos años, claro, ha cambiado mi manera de pensar, así que matizaría mucho algunas cosas. Por fortuna, la gente cambiamos.
 
¿Cómo se prepara un repertorio para festejar cuarenta años?
 
Es difícil, se van a quedar muchas cosas fuera, pero también es lógico, he hecho cosas muy diferentes, no he grabado uno por año, pero sí he hecho cosas muy distintas, desde Lorca a la antología flamenca de la mujer, de Juan Ramón Jiménez a Manolo Sanlúcar… tengo mucho repertorio y muy variado, y es complicado agruparlo todo. No soy de esos artistas que cantan una y otra vez la misma soleá con otra letra, escogeré lo que más me guste y lo que haya sido especialmente significativo, Banderas republicanas, Puñal dorao… Esa letra maravillosa de Concha Lagos: Tú ya no mandas en mí, me peine como me peine, ya no me peino pa ti.  Y, ¿qué ha quedado? Ha quedado en mí la ilusión, que es la misma de siempre, mi capacidad de sorprenderme con los nuevos artistas… Sé que el día que pierda la ilusión será cuando me retire. Cantar por cantar, nunca. Me sigo poniendo nerviosa antes de actuar, siento un pellizco que no se quita. Con los años, he aprendido a dominar esos nervios y ese pellizco. Ahora tengo más seguridad, tengo mucho respeto al público, pero me siento más segura de todo, sabiendo que hay un nivel que puedo ofrecer. Traspasarlo no siempre se da, pero siempre lo intento. 
 
Revisando todo lo que ha hecho en estos cuarenta años, ¿cuánto se asombró?
 
Mucho, ten en cuenta que tengo muchas cosas en directo que nunca grabé, así que he puesto a Miguel (su marido) a trabajar, para que las recopile todas y las pase a formatos modernos y minutados. Hay tantos espectáculos en los que he intervenido… he trabajado mucho, he tenido años muy intensos, otros he parado para atender a mis tres hijos y a mi madre, pero sí, he tenido una carrera de hacer muchas cosas. 
 
Y en cuanto al flamenco, ¿podríamos decir que, de alguna manera, se ha profesionalizado, en el peor sentido de la palabra, o pervertido? 
 
No, pervertido no creo, lo que pasa es que ahora el flamenco se vive de otra manera, claro, antes no existían las redes sociales, se aprendía el flamenco de otra manera… tiene que haber otro flamenco diferente porque la sociedad ha cambiado; antes nos relacionábamos más, nos juntábamos mucho, y aprendíamos todos de todos… eso lo echo de menos. 
 
Hay dos colaboraciones en su disco homenaje a Miguel Hernández que son mayúsculas, Silvia Pérez Cruz y Arcángel…
 
Silvia cómo es…
 
Es de otra galaxia…
 
Es muy moderna, y a la vez conserva la tradición… la ves en el escenario con una frescura… muy buena artista, comunica muchísimo. Es una artista de inspiración, ese tema se grabó a la primera, luego hicimos más tomas, pero no hubo que pincharla, se aprovechó todo lo que hizo. Arcángel tiene un sentimiento al cantar muy profundo… el tema que hacemos es un homenaje a Morente, por el que conocí a Miguel Hernández, que fue el primer flamenco que lo musicó, abriendo una ventana, un balcón, a la poesía popular. 
 
¿Qué palo del flamenco lo borda y cuál es el que menos le entusiasma?
 
Carmen Linares, cantaoraEs difícil responder, depende mucho del estado de ánimo. El cante por soleá me gusta muchísimo, el toque pastueño… ritmos, acentos, con los que te puedes explayar y hacer muchas cosas… los cantes mineros, los cantes de Cádiz por alegrías, por bulerías… pero escojo la soleá… es que cada palo tiene su carácter, porque el flamenco es la vida. En cuanto al que menos me entusiasme… la rumba no me termina de convencer, los tangos sí, pero el cante por rumba, menos. Canto poco también los cantes de ida y vuelta, pero me gustan mucho, la Milonga del forastero, las vidalitas… hice una en un homenaje a Maria Kodama. 
 
Las vidalitas las canta muy bonito Mayte Martín…
 
Sí, son un canto muy dulce. No se apreciaban antes mucho, pero son fantásticos, y nos recuerdan la conexión de España con Cuba, con tantos otros países. Mira, ahora que me lo has recordado, a lo mejor hago algo.
 
¿Recuerda las primeras canciones que tarareaba de niña?
 
Sí, claro, villancicos. Lo primero que recuerdo era un villancico de Lola Flores, un pastor llevaba un borrico cargado de chocolate… a mí aquello del chocolate me llamaba la atención. Pero sí, cantaba mucho de pequeña, acompañaba a mi padre, que aunque era ferroviario tocaba por afición la guitarra. Los Campanilleros los cantaba mucho, un tema muy especial en mi familia… es que la Nochebuena, en Andalucía, cuando era niña se vivía muchísimo, íbamos por las casas a pedir el aguinaldo, el mantecado… en la Misa del Gallo íbamos a la iglesia y cantábamos. También recuerdo cantar cosas que escuchaba por la radio de Enrique Montoya, Pepe Blanco, Pepe Pinto, Valderrama, Marifé… 
 
Por cierto, ¿Antoñita Moreno sigue viva? Ella cantaba muchos villancicos, y tenía una voz clara y contundente…
 
Ay, ¡Antoñita Moreno! Pues no sé, supongo que debe seguir viva… debe de ser de la edad de Carmen Sevilla... sí, la escuchaba muchísimo, también. Recuerdo que a mi madre le tocó en la radio un tocadiscos y me compró algunos discos. Era un tocadiscos de maletilla que yo me llevaba cuando comencé a trabajar. Tendría yo 17 años y salí de gira por la Costa Brava. En ese tocadiscos escuché, por ejemplo, la antología de Antonio Mairena.
 
De entre los artistas con los que has compartido escenario, ¿cuál le ha impresionado y enseñado más?
 
De Irene Papas he aprendido mucho, la profesionalidad que tenía, era una mujer con talento y cercanía, en el escenario estar juntas me daba una fuerza enorme. Morente, para mí, ha sido importantísimo, tanto como Pepe el de la Matrona, con quien trabajé en el Café de Chinitas. De Pepe he aprendido la filosofía de la vida, cada vez que abría la boca aprendías, y con Enrique, también, han sido muchas las barreras que él derribó. Fosforito, a quien también conocí antes que a Morente, ha sido otro maestro muy importante para mí, como Manolo Sanlúcar, o Paco de Lucía, aunque he trabajado menos con él.  Con Manolo hice un disco maravilloso que quedará como referente, no sólo en cuanto a utilizar la voz, sino por la forma diferente de armonías en su guitarra, está tan avanzado ese disco que está por descubrir. 
 
Ya que menciona a Morente, y sospecho que estará cansada del asunto, pero tengo que preguntar. ¿Alfa y Omega, ese trabajo de Morente que revolucionó tantas cosas, tiene algo que ver con el revuelo que ha provocado Rosalía?
 
Ay, sabía que iba a salir Rosalía… Te contestaré por ser vos quien sois, pero no soy papisa.  Rosalía no tiene nada que ver con Omega, es otra historia. Omega está hecho desde el cante hondo, y a Rosalía le gusta el flamenco, pero no tiene edad para profundizar, no le ha dado tiempo… Escucho Malamente y digo ‘mira, qué bonito’, lo bailo con mis sobrinas-nietas, admiro sus producciones pero, claro, no la puedo meter en el saco del flamenco, con todo mis respetos. Me encanta que le den tantos premios, me alegra que se lleve todos los Grammy… mira, antes de que se hiciera famosa la he escuchado cantar muy bien las vidalitas… 
 
¿Cuál ha sido su último descubrimiento poético?
 
Las reliquias de un sueño, de Manuel Ruiz Amezcua, un poemario muy bello.
 
Por cierto, ¿si tuviéramos que describir la situación de España con un palo, ¿cuál sería?
 
Un martinete, sí, yunque y martillo o una chufla. O una chirigota. 
 

(Entrevista publicada en 'cermi.es 374')