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Sánchez Rosillo

Entrevista

23 Abr 2020

Eloy Sánchez Rosillo, poeta

“Cualquier forma de luz es fundamental”

Esther Peñas / Madrid

Dichoso aquel que no se acostumbra a lo que le rodea, que repara como por vez primera en los pequeños acontecimientos: un rayo de luz que se filtra, un paseo con cadencia de atardecer, la promesa de una mañana que se abre… dichoso aquel que vive en un presente en el que el pasado se cumple y se despliega. Dichoso él que así se muestra en sus bellísimos versos, el maestro Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948). Celebramos escondidos este Día del Libro con él, revisitando su obra completa, Las cosas como fueron (Tusquets).

 

¿Qué dista entre las cosas como fueron y las cosas que son recordadas?

Es difícil o imposible de saber. Dentro de un hombre hay tiempo, memoria y sueño entremezclados. La ensoñación de lo vivido modifica los recuerdos y el tiempo los desgasta. Cuando con la memoria volvemos sobre un recuerdo por el que ha pasado el tiempo ya no podemos saber con certeza cómo fueron exactamente los hechos que recordamos. Pero eso no importa; lo que ahora entendemos como verdad no es una falsificación o una mentira. Esa mezcla activa e inestable de los tres elementos a los que me estoy refiriendo es la verdad más profunda de las cosas. La auténtica vida de un hombre, pues, sus “cosas como fueron”, son la misteriosa materia que se obtiene cuando la memoria y el sueño actúan sobre el tiempo. La pretendida historia objetiva y aséptica, la de los historiadores que sólo esgrimen resecos documentos y datos desnudos, es al final lo menos objetivo; la historia está llena de mentiras.

¿Cómo encontrar “la ignorada expresión de la belleza/ en el regazo de lo conocido”?

Lo habitual nos parece que no tiene interés y que es lo mismo un día y otro, porque miramos y no vemos, escuchamos y no oímos. La costumbre nos hace ciegos y sordos para lo cotidiano. Si no fuera así, nos quedaríamos pasmados, porque estaríamos ante las cosas como por primera vez. Es decir, que veríamos lo extraordinario “en el regazo de lo conocido”. Te pongo un ejemplo. A todos nos fascina un castillo de fuegos artificiales, porque lo vemos y oímos muy de tarde en tarde. Como no tenemos desgastados los sentidos ni ninguna de nuestras facultades para ese espectáculo ocasional, nos quedamos impresionados y fascinados cuando de tarde en tarde sucede. Pues imagínate lo que sería desechar la costumbre, limpiar nuestros sentidos de la costra del hábito, y presenciar cada día por primera vez un crepúsculo, que es como un castillo gigantesco de fuegos artificiales, o un amanecer, o la noche con luna y estrellas. Nuestro asombro no tendría límites. Esto es lo que hace el poeta, el artista en general: mirar y ver desde el origen y luego mostrarle a los demás en sus obras esa visión primigenia.

“(…) el fulgor de las horas en que nos entregamos/ al conocimiento de la verdad del amor,/ a la gran llamada del encuentro”. Usted canta a veces el prodigio del amor sucediendo y, en otras ocasiones, afirma que el tiempo convierte casi en algo desconocido aquello que amamos en el pasado. ¿Cómo saber qué amor es verdad? Y, al hilo de esta reflexión, ¿cuál es la verdad del amor?

Todo lo que sea amor o tenga que ver con él es verdad. Tanto si nuestras manos lo tocan ahora como si hace treinta años que lo respiramos. El amor sucede para siempre, no termina. Incluso nuestros más viejos amores están sucediendo aún, porque nos transformaron, están dentro de nosotros, forman parte de nuestro espíritu y son carne de nuestra carne.

Al igual que sucede –salvando el género– en la obra de Rosa Chacel, en su poesía la luz tiene un protagonismo seminal. Lo que la luz nos muestra, ¿depende de nuestro estado de ánimo o es la luz capaz de sacarnos de nosotros mismos para llevarnos a otro lugar?

La luz es multiforme. Está el misterio de la luz física, que no es pequeño misterio, y el de la luz que crece dentro de nosotros, en nuestro corazón, que es más grande y misericordioso aún. Cualquier forma de luz es fundamental. Un mundo de tinieblas sería un submundo. La luz nos lleva y nos trae indemnes, sin tropiezos. A veces nos saca de nosotros y otras nos hace encontrarnos con nosotros mismos, pero para bien y de la mejor manera.

“Seguir es regresar”. ¿Adónde?

El hombre camina y avanza con su vida entera como equipaje. No se puede seguir hacia adelante sin mirar hacia atrás al mismo tiempo. Para bien o para mal, está en nosotros cuanto hemos vivido, nos acompaña y hace que veamos de determinada manera incluso lo que no hemos visto nunca.

¿Cómo definiría Sánchez Rosillo la belleza?

Es todo aquello de signo positivo a lo que es imposible resistirse. Un atraco de luz a mano armada. La belleza se apodera de ti, te cautiva y te arrastra. Pero la belleza verdadera es la que va indisolublemente unida a la verdad, como dijo John Keats. La belleza a secas es un espejismo que se vendrá abajo a las primeras de cambio, algo que no termina de saciar nuestra sed.

Otra de las constantes de su poesía es la reivindicación de la alegría, como ocurre en la de Claudio Rodríguez. ¿Es una voluntad, la alegría, o una gracia, como la fe?
    
Es la espuma de los días, lo más alto del vivir. Como ya cantó Homero, los dioses vierten sobre los seres humanos alegrías y penas según su albedrío, en distinta proporción. Tanto las unas como las otras vienen y se van, no son vitalicias, y esto hace que la vida resulte azarosa y que recorrerla de principio a fin sea una aventura que no cesa. La alegría es desde luego una gracia (también el dolor puede serlo, a nuestro pesar), pero tiene que estar en nosotros el deseo y la voluntad de que nos acompañe. Hay que entregarse a ella, querer ser de ella. Muchas personas se niegan a la alegría e incrementan sus dolores (aunque los rehúyan) porque hacen de su vida de forma consciente o inconsciente un camino errado.

Si “el azar mueve el mundo”, ¿cuánto de azar tienen los poemas?

Todo puede ser o no ser, pero en las cosas esenciales parece advertirse como una predestinación, como un destino que las empuja a ser y a ser de una determinada manera. Un poema hermoso y verdadero podría quizá no haber sido, pero una vez que existe no puede ser más que como es. Entre azar y destino hay muy poca distancia.

¿Qué tiene La cartuja de Parma que tanto le fascina?

Pues eso, fascinación, deslumbramiento. Cuando muy joven aún leí esta novela por primera vez fue una conmoción. Me sacudió el ser de arriba a abajo. No pude dejarla hasta que no la terminé. No tenía la sensación mientras la leía de que estaba leyendo una novela, no veía en ella un libro, un objeto de papel, sino que sentía que lo que allí ocurría estaba sucediendo delante de mí, ante mis propios ojos. No es que esa obra se asemejara a la vida, sino que era la vida, una criatura viva. Con las grandes obras de creación sucede esto. Se apoderan por completo de nosotros, nos absorben y nos meten dentro de ellas y no podemos salir de su embrujo. Permanecemos ahí con gusto, soñando que la vida debería ser así de intensa siempre. Hace algún tiempo que no releo La cartuja de Parma, pero su pregunta me ha despertado el deseo de volver a ella. Esta noche voy a empezarla de nuevo. Nunca me ha defraudado.

¿Por qué el verano es para usted la época de la felicidad vital?
    
Las cuatro estaciones me parecen una maravilla. Cuando empezamos a fatigarnos de una, se inicia otra, dando lugar así a la novedad eterna del mundo. Cada estación, además, encierra su propio símbolo, pero el que nos sugiere el verano es acaso el más poderoso. En su transcurso es cuando todo llega a su plenitud y se muestra en su máximo esplendor. El verano nos dice que la vida puede ser muy intensa y estar llena de luz.
    
¿Cómo se sabe que “quizás sea/ ya tarde para todo”?

Nunca es tarde para nada. Esos versos míos que cita debieron ser escritos en un momento de desánimo de mi juventud. A veces, y a cualquier edad, caemos en la postración. Pero la experiencia de la vida y la fe que tengo en ella me dicen que lo más verdadero es lo que he dicho en el comienzo de esta respuesta, que nunca es tarde, que siempre estamos a tiempo.
    
“Muy pronto se irán quedando en nada/ los sueños que he soñado junto al mar, los propósitos/ de libertad, de cambio”. ¿Qué nos lastra, qué nos impide cambiar aquello que deseamos cambiar?

Lo vivido nos lastra en algunos momentos y en otras ocasiones nos exalta. Cuando pensamos que un tiempo hermoso y pleno termina creemos que volveremos a la prosa de la vida, pero el vivir nunca deja de ser una aventura. No podemos saber en realidad lo que nos aguarda.
    
Inexorablemente, ¿“siempre es un sueño breve/ el tiempo del amor”?
    
La intensidad nos parece breve en cualquier caso, pero lo verdadero es eterno.

Si yo tuviera que resumir su poética escogería este verso: “el verano se acaba”, ¿qué le parece?

Muy bien. Cada uno es muy libre de elegir lo que quiera, según sea su estado de ánimo. Yo, sin embargo, en este momento de mi vida elegiría como cierre de la entrevista otros versos míos: “Porque todo está siempre comenzando,/ porque nada termina”.