Compartir en redes sociales

Cubierta del libro

Entrevista

22 Sep 2020

Noelia Illán, poeta y antóloga

“El arte no se juzga: se contempla”

Esther Peñas / Madrid

La mirada de la esfinge (OléLibros) es una antología del novísimo José María Álvarez (Cartagena, 1942) dividida en dos capítulos interconectados y vinculados entre sí, acaso indisolubles, la voluptuosidad de las ganas (‘Las huellas del deseo’) y el amor (‘Imposible terciopelo’). El vaso comunicante: el cuerpo, cáliz que recibe. Y la responsable última de esta compilación personalísima es otra poeta, Noelia Illán (Cartagena, 1983), quien ha sido capaz de revisitar la obra del maestro de una manera virginal. Atentos.

La mirada de la esfinge es ambivalente, ante ella uno no sabe si peca o si merece. ¿Qué nos hace dignos o indignos frente a ella?

Creo que ante la mirada de la esfinge todo juicio sucede. No hay prisioneros: o caes o vences. Y lo más probable es que ella venza. Si uno entiende esa mirada como la mirada de un ser poderoso y claramente superior, ni siquiera será capaz de enfrentarse a ella con espíritu de victoria, sino más bien de derrota. Pero esa derrota -creo que se me entiende- siempre será lo mejor que nos pueda pasar. Ahí es ella la que decide, y nosotros nos inclinamos.

Estás de acuerdo, como dice José María Álvarez en su agradecimiento, en que “nuestra lengua goza de muy pocas oportunidades”?

¡Eso que me preguntas tiene una doble lectura, cuanto menos! Efectivamente, existen lenguas mucho más ricas en el sentido léxico para referirnos al amor o sus conceptos, y cuando digo amor me refiero también al sexo o lo que se ha venido llamando “el lenguaje de cama”. Por eso cuando definen esta antología como “de amor” tengo que matizar que ese sustantivo se queda corto. Es más que amor en sentido estricto: hay sexo, hay deseo carnal y no carnal, hay juego (y “jugo”, si hay errata), hay admiración, hay devoción...
Y luego está lo de la lengua y la oportunidad en sentido figurado... Que ya sabe uno que, como diría Horacio, debemos vivir el momento, y si a la lengua se le presenta la ocasión, lo más conveniente sería gozar lo que le venga al paso. Y ya me callo.

A tu juicio, ¿qué ha aportado José María Álvarez a la poesía contemporánea?

Como dices, a mi juicio, su obra permite que la poesía contemporánea esté más elevada de lo que estaría en otras circunstancias. Es como si me preguntas qué ha aportado Virgilio a la poesía latina, más o menos... (y perdonen mis amigos los clásicos). Su obra, además de ser una obra que para mí sobresale al resto de autores, es una obra enormemente moderna. Y ya sabes: “moderno” en el sentido de “clásico”, “atemporal”. Esto en cien años se entenderá igual, como seguimos entendiendo la obra de Homero o la obra de Catulo, por poner dos ejemplos que tengo cercanos.

¿Qué tiene su poesía que resuena tanto en ti?

La potencia de sus imágenes, la fuerza de las palabras escogidas (no sé si se entendería exactamente igual en otra lengua, la verdad), que consigue plasmar en unas cuantas grafías cosas que yo tengo muy claras en mi conciencia... ¡Es como magia! Como cuando miras una fotografía de algo que no conoces (un cuerpo, una ciudad, un amanecer...) y dices: “Joder, qué bien entiendo ese cuerpo, o esa luz, o qué feliz sería yo en esa ciudad”. Algo así, pero creo que no lo explico bien.

Si hubiese que buscar la influencia del maestro en otros poetas más jóvenes, ¿quiénes serían?

Creo que la influencia del maestro, al menos por lo que yo conozco a sus lectores, es más una influencia de “vida” más que de “obra”. Es decir: el estilo de la poesía de Álvarez es (aunque suene pretencioso) único, te guste o no te guste su obra. No me atrevo a decir a qué autores que yo haya leído influye (y los habrá, seguro), pero sí te puedo decir que muchos admiradores suyos ni siquiera escriben (o no han publicado jamás), y esa influencia es la que quizá más importa, ¿no? Resulta interesante conocer a los lectores de Álvarez, porque todos son distintos, pero tenemos algo en común, y ese “algo” es lo que define a su obra.

Algunos poemas concernientes a ‘Las huellas del deseo’ son (tristemente) muy arriesgados (“porque las escolares siguen afectándome”), no superarían la aprobación de muchas feministas. El que se imponga un buenismo, una corrección política en la poesía, ¿la dinamita?

Buena pregunta. De hecho, esta antología, antes de salir en OléLibros, iba a ser publicada en otra editorial que se negó a sacarla tal y como ha sido finalmente publicada. Se ponían en cuestión ciertos versos, incluso poemas enteros, que podían “molestar” o “interpretarse mal”. Creo que no hay posibilidad de una mala interpretación. Lo que pone es lo que es, y ahí radica su magia. Si no te gusta, no lo leas, pero parad ya con tanta tontería de “buenismo” y palabras políticamente correctas. Es arte, y el arte no se juzga: se contempla.

¿Qué se hace cuando uno encuentra “unas bragas en una tumba”?

Yo, de seguro, haría una fotografía. Olerlas (como en aquel poema de José María) me parece ya un poco escatológico, porque no sé de quién son... jajaja. Desde luego unas bragas en una tumba nos dicen mucho, si leemos más allá. Y la imagen es acojonante.

¿“Nada imperecedero hay en la carne”?

¿Hay algo más que la carne? Parece un comentario trivial, o incluso dicho para escandalizar al que lea esta entrevista. Pero lo que sentimos en nuestra carne, en todos los aspectos, lo que nos empapa bien hasta la médula es lo que pervive y nos acompaña el resto de nuestra vida. Da igual cómo seas o la edad que tengas: hay que explotar la carne. Es de las pocas cosas que te llevas a la tumba.

¿Qué preserva a un poema de la vulgaridad?

La línea quizás sea muy fina, y lo que a mí me parece hermoso puede que a otro le parezca vulgar. Depende de muchas cosas: nuestra educación, nuestros prejuicios, nuestra forma de entender el mundo... Creo que el sexo aún viene siendo un tabú. Hoy en día podemos hablar de sexo, cierto es (imagino que en otras épocas no sería así), pero no hay una actitud “limpia” respecto al sexo. Todavía hay muchos prejuicios, muchas barreras que nos impiden leer un poema que trate de sexo sin “ruborizarnos”. La poesía de José María está plagada de imágenes sexuales que muchos podrán tildar de vulgares, pero la suciedad está en el que lee, no en el que escribe. Insisto: si no te gusta, no consumas. Es muy fácil.

¿Cuándo ha de preferirse ‘Las huellas del deseo’ y cuándo la lectura de ‘Imposible terciopelo’?

Lo mejor de esto que comentas es que muchas veces son inseparables. Al menos yo lo entiendo así. Sí que es cierto que formalmente hablando hay una diferencia entre las dos partes de la antología, pero no tiene por qué ser excluyente una de otra. “Imposible terciopelo” quizás podríamos definirla como más “pura”, o más elegíaca en el sentido latino. “Las huellas” es más cruda, más carnal.

“Todo pasa menos la belleza”. ¿Qué es para ti la belleza?

La belleza es tan relativa como cerebros campan por la faz de la tierra. ¿Cómo sabemos por qué algo nos gusta y por qué otra cosa no? Ese es el misterio que radica en la belleza: no saber por qué algo nos parece hermoso, por qué nos dinamita, por qué nos rasga por dentro y nos marca a fuego. Para mí, un paisaje puede ser hermoso (pero no todos; los desérticos, por ejemplo, me parecen los más bellos), una vieja casa en ruinas de suelos hidráulicos pero que conservan el esplendor de aquella época en que fueron colocados, la sonrisa de ciertas personas, unas manos hojeando un libro, una espalda desnuda cuando está amaneciendo y sabes que aún te quedan unas horas junto a ese cuerpo que huele a gloria, las calles de Istanbul por la noche o el oro de su atardecer, un perro que lame a sus cachorros o aquel que juega a morder el agua que sale de la manguera, los cactus que crecen sin deberle nada a nadie, esos guijarros mojados en la orilla de una playa poco explorada por el hombre, las columnas de Cabo Sunion o la luz de Micenas, el sol que cada mañana me regala un nuevo amanecer en el coche... (y así casi infinito).