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Bryher

Entrevista

15 Oct 2020

Esther González, poeta

“En Bryher encontramos pasión y juventud, una necesidad imperiosa de expresar, una voz enamorada”

Esther Peñas / Madrid

Bryher es una poeta con poco recorrido en nuestro país; apenas traducida, lo que se conoce de ella es más su faceta de mecenas, su homosexualidad vindicada en un momento en el que hacerlo era ponerse en riesgo, su interés y compromiso con el cine –fundó Close up, dedicada al mudo- o su compleja relación de décadas con H.D. (Hilda Doolittle), sorteando matrimonios de conveniencia e hija incluida. Más allá de todo eso, Bryher es un interesante poeta, esteta, culta, musical. Prueba de ello es Arrow music (Música de flechas), que acaba de editar Animal sospechoso, con traducción de Rosanna Rion, prólogo de Andreu Jaume y semblanza postrera a cargo de la poeta Esther González, con quien hablamos de Bryher y su poesía.

¿Por qué habría que leer a Bryher?

Leer a Bryher es sumergirse en una poesía intensa, sólida, trabajada, fresca; en la autenticidad que sólo transmite la poesía así concebida.

¿Bryher es de esas poetas cuya biografía es su mejor obra?

Bryher es una de esas autoras “invisibles” cuya vida y obra han sido desenterradas y reivindicadas por investigadoras y académicas anglosajonas, principalmente norteamericanas, como Marina Camboni, Celena E. Kusch, Susan McCabe y Emily Vojcik. Hasta no hace mucho, se conocía a Bryher como una reputada escritora de novela histórica, con pocas referencias -como mecenas o en relación con H.D.- a su existencia anterior a la Segunda Guerra Mundial. Como se recoge en la semblanza, trayectoria vital y obra se confunden, van unidas, son una misma pieza. Es la base de su autenticidad.
 
¿Qué representa esta isla, Bryher, que marca tanto a Annie, hasta el punto de utilizar su nombre como pseudónimo?

Según un artículo de Susan McCabe, Annie W. Ellerman eligió el nombre de esta isla como pseudónimo literario tras descubrir que era “hija ilegítima”; en realidad, los Ellerman eran una familia convencional, pero es cierto que sus padres se casaron dos meses antes del nacimiento de su hermano, que nació en diciembre de 1909 (se llevaban quince años).
Por otro lado, esta isla, una de las más salvajes que forma parte de las Scilly, un conjunto de unas doscientas islas, isletas y peñascos, a 30 millas de Cornualles, fue el lugar elegido por Annie para la convalecencia de Hilda Doolitle tras dar a luz a su hija Perdita, entre junio y julio de 1919, el año siguiente de conocerse. Durante el embarazo y después del parto, H.D. sufrió la famosa y terrible gripe de 1918. La isla de Bryher significó para ellas un refugio del mundo exterior donde navegar, nadar, pescar, descansar, intimar y escribir. 

Era una mujer tremendamente generosa, no sólo porque sirviera de mecenas, sino porque adoptó a la hija de su compañera sentimental. “La vida debería ser libre”. Ella, ¿lo fue? 

Marina Camboni reproduce estas palabras de las memorias de Bryher: “Para una mujer (…) ser moderna es rebelarse abiertamente contra la moralidad y costumbres victorianas y eduardianas. Es nada menos que recobrar la propia individualidad, dedicarse al desarrollo personal y actuar de acuerdo con nuestros talentos y deseos, más que cumplir con los dictados sociales. Individualismo (…) es para ella la respuesta necesaria a la rocosa norma victoriana que comprime a hombres y mujeres dentro de roles de género inamovibles.”
Todo cuanto he leído sobre ella hasta ahora hace pensar que fue una mujer que se tomó muy en serio su forma de ser, de sentir, lo que deseaba, y la Literatura y el Arte. Creo que, en la medida en la que a cada cual le es posible, Bryher fue capaz de permitirse, de elegir; acciones que nos conducen hacia lo que llamamos “libertad”.

Acercándonos a su poesía y su vida, ¿se confirman esos versos suyos de que “es mejor morir bajo un rosal persa/ que oler a estiércol y col durante cuarenta años”?

Parece la expresión de un ideal que la vida real suele ir perfilando. Pero en el caso de Bryher, lo cierto, lo que dicen los hechos, es que luchó por su identidad; fue muy sincera profundizando en sí misma, sin obviar métodos nuevos como el psicoanálisis. Trabajó duramente, sobreviviendo a dos guerras mundiales (en la última huyendo a Inglaterra, durante varios meses, a través de Francia y España); y murió en su casa suiza (“Kenwin”, que también había utilizado como estudio de cine), donde debió de vivir y recordar tantas cosas.

Tuvo el propósito de constituir una comunidad internacional de artistas. ¿Para qué? ¿Quién formaba parte de ese entramado cultural y político?

Esa es casi una obsesión que llama la atención en su correspondencia, artículos y editoriales. Creía en una comunidad internacional, al menos dentro de los límites que le permitían las comunicaciones de la época, formada por artistas y creadores de cualquier rama: literatura, fotografía, cine, pintura… Entendía este proyecto como supranacional y por encima de ideologías, y así lo certifica su intensa y abundante correspondencia. Creo que ése era el mundo en el que quería vivir, sin fronteras ni discriminación. Hasta donde he leído, no vuelve a mencionarse esta inquietud después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Pérdidas personales aparte, se entraba en los años de la “Guerra Fría”. Pero es un deseo, un proyecto, que mantiene desde su juventud y durante los años 20 y 30; su estancia en París, en contacto con quienes son reconocidos hoy como grandes nombres de la Literatura y el Arte, y su importante contribución a la difusión del nuevo arte del cine, especialmente ruso y alemán, debieron hacerle creer que era posible.

“Algunos teníamos Troya en las venas”. ¿Qué es lo que tenía Annie en las suyas que se desborda en sus poemas?

En el caso de Arrow Music, pasión y juventud; una necesidad imperiosa de expresar, una voz enamorada.

Hay un peso de la cultura griega en sus versos, por ejemplo en la vindicación de las amazonas. ¿A qué se debe?

Sí, efectivamente. Tiene que ver con las características de la educación de su generación, la importancia que se daba a la cultura clásica. En el Prólogo, Andreu Jaume alude a ese “fervor helénico para dar expresión a su singularidad (…) Los poemas que conforman Música de flechas conservan un tono genuino y una imaginería exuberante, sensual y efusiva que a veces recuerda a los líricos griegos arcaicos”.
Susan Mc Cabe describe, por ejemplo, el breve poema de “Amazona” como “una imagen muy compacta del amado” (o amada).
Creo que cada poema es un vehículo que transporta su interior, sus intensos sentimientos.

De esta Música de flechas, ¿qué es lo que destacaría?

Después de leer textos suyos y esta primera traducción de Rosanna Rion -no me consta ninguna otra obra suya traducida al castellano-, destacaría su solidez, consecuencia de un serio trabajo poético bien fundamentado, y una amplia y atenta lectura de los textos griegos clásicos. Quien escribe derrocha entusiasmo, conoce el vocabulario que maneja, la mitología griega; ha leído y se ha empapado de esa literatura. Y, al menos poéticamente, si no más allá (como ocurre cuando tropezamos con un buen profesor de Filosofía), es capaz de concebir ese mundo griego antiguo, de verlo, de “estar allí”. Es el diálogo con los dioses y diosas, que entienden de sentimientos y cuerpos; de caballos que se forjan a cambio de seguridad y esperanza. De los héroes con los que se identifica. De las guerreras que mueren. Llama la atención también su habilidad al introducir, casi de manera continua, un exuberante mundo vegetal; manos y hojas se confunden, la piel y la flor de un manzano son lo mismo, protagonistas de un extraordinario jardín sensual. Habla de amor, sí, pero no se queda en la pasión y sus mitos: “¿Es el amor lo que duele o el pensamiento?”.

¿Podríamos rastrear la influencia de Bryher en poetas actuales?

Toda esta generación de los años 20 (unos años antes, unos años después) contribuyó a un auténtico estallido de talento, creatividad, cambio y ruptura, y no sólo literariamente; en muchos sentidos, son un espejo en el que reflejarse, una fuente a la que regresar, especialmente ahora. No sabría decir hasta qué punto se puede rastrear su influencia, un capítulo más por descubrir y difundir. Probablemente existan ya estudios en inglés, o se estén escribiendo. Puede que deba verse la influencia de Bryher imbricada con la que han ejercido otros nombres ya plenamente reconocidos; con aquellos y aquellas de los que poco a poco se va conociendo su obra. Y con los desconocidos, aún nombres pendientes de encontrar.