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Marta Marín Dòmine

Entrevista

19 Nov 2020

Marta Marín_Dòmine, escritora

«Hay algo mágico, diría que incluso embriagador en ese no ser de ninguna parte»

Esther Peñas / Madrid

De huida y miedo, de fantasmas, de esperanzas replegadas y de anhelos emboscados, de ternura como hilo de pespunte, de mirada al otro, del otro que nos mira. De guerra. Y de vida. De vida en cualquier caso, vida vivida hasta sus últimas consecuencias es de lo que nos habla esta bellísima historia, Huir fue lo más bello que tuvimos (Galaxia Gutenberg), de Marta Marín Dòmine (Barcelona, 1959).

¿Cómo saber cuándo uno debe huir y cuándo quedarse?

Yo creo que huir no tendría que formar parte de una elección. Se huye cuando hay peligro, y en una situación así, no hay duda posible. La elección, en cambio, nos llevaría a mudarnos de casa, de país, a vagabundear, a errar, en definitiva. No a huir.
Cuando alguien tiene la sensación de que huye sin saber la razón, entonces quizás está repitiendo un gesto que le ha venido impuesto por herencia, de manera casi sin saberlo. Esta es una de las reflexiones de mi libro.

¿La vida resulta acaso siempre a la postre una huida de algo?

Quizás sí, porque es cierto que no siempre nos hacemos una idea clara de la posición que tenemos en el mundo. Se ha dicho muchas veces que huimos de nuestros propios fantasmas, de nuestros temores. Podemos huir también, de manera paradójica, de la felicidad… en todos los casos creo que nos remitimos a esas huidas inexplicables por hereditarias o incluso inconscientes. 

¿Qué es lo peor y lo que nos sostiene cuando uno es ‘de ninguna parte’?

Hay algo mágico, diría que incluso embriagador en ese no ser de ninguna parte. Por supuesto que ser de ninguna parte no es posible, pero tener la sensación de falta de apego puede ser muy liberador. Es una falta de apego que abre la posibilidad de poder ser de más de una parte. Sentirse bien en varios lugares, encontrar valores en lo que no se acaba de entender. Abordar la alteridad, y acabar por descubrir que en nosotros mismos también hay una alteridad que no controlamos. 
Lo peor de este apego es quizás una cierta soledad. Y también la incomprensión de muchos, ya que no tener apego “a los orígenes” –o no en exceso- no es generalmente muy bien recibido.

¿Es posible dejar de ser un extranjero?

Cuando uno está en un contexto cultural que no es el de los orígenes se producen diferentes etapas. Con el tiempo, se deja de ser un total extranjero. Pero siempre hay algo de ese ser extranjero –en el acento, en ciertas maneras de proceder, en los gustos, que por mucho que uno diga que no se es de ninguna parte, son también parte constitutiva de cada uno de nosotros. De todas maneras, creo que ser extranjero no es necesariamente negativo. Lo negativo es segregar al extranjero.
 
La violencia que se padece, ¿puede generar algo luminoso?

Creo que sí. Y es ver valores en los otros, gozar de maneras distintas de estar en el mundo.

¿Qué supone el padre (así, en abstracto) para un escritor?

Tendría que responder aquí desde mi posición de hija. Creo que la relación padre-hija es distinta a la de la relación padre-hijo. Aquí no obstante, dependerá de cada cual. En mi caso, mi padre fue un poco un modelo dado que mi madre estaba sumida en un universo mental muy complicado –este es precisamente el tema de mi nuevo libro. 
Mi padre me posibilitó la narrativa, allí donde la madre era caos. Y de allí, quizás, mi escritura.

¿Cómo hablar de lo que a uno le duele (su padre) y no desfallecer en el intento? ¿Cómo trascender la nostalgia propia para que sea universal?

Para mí la nostalgia puede ser un exceso algo viscoso ya que tiende a inmovilizarnos en una especie de idolatría del pasado. Para que sea amable, creo que es necesario pasar de la nostalgia personal a la reflexión que es la operación que permite pasar de lo personal a lo colectivo. 

Le devuelvo una pregunta que se hace el narrador: ¿Se hereda el exilio?

Esta es una pregunta que me gustaría que cada lector y lectora respondiera. El exilio no obstante, no puede heredarse, ya que es un castigo político. Creo que se hereda el acto de huir, de salir del país. 

“En los años noventa dejo de haber historia”. ¿Qué papel desempeña en el futuro la memoria de nuestros mayores?

Este es un tema muy complejo ya que se mezcla lo personal, lo político, lo generacional. Hay muchas historias que nunca saldrán a la luz. Depende de la posición ética que tengamos nos responsabilizaremos de que estas historias sean conocidas. Pero cuando muere alguien, dice Sebald, y le doy la razón, muere todo un universo, y a esta pérdida tenemos que hacer frente. Historias silenciadas las hay, y no sólo las referentes a los perseguidos sino las de todas las personas que ejercen trabajos subalternos, por ejemplo. 

“Y yo no entendía nada, como si las palabras fueran un monstruo dentro de una colmena”. ¿Cuándo se empieza a entender lo importante?

Cuando emprendemos, con valentía y también con curiosidad la aventura de preguntarnos sobre el significados de los vacíos de la memoria, tanto familiares como sociales y colectivos.

Museos de la guerra. ¿De qué sirven?

Para mantener viva una experiencia que se ha convertido en historia. Ahora bien, si creemos que “entendemos la guerra” porque hemos ido a algún museo que nos expone a este fenómeno, creo que nos estaremos engañando. La experiencia humana es de difícil abordaje, nada como el arte y la literatura para hacer este intento.

Entre otras cosas, usted habla de los sonidos de la guerra, en concreto de los bombardeos. ¿Qué banda sonora podría tener esta novela?

¡Qué pregunta hermosa! Seguro que tendría varias bandas sonoras y bastantes silencios, pero sin duda alguna canción de Charles Aznavour.