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Beruete

Entrevista

19 Nov 2018

Santiago Beruete, antropólogo y filósofo

“La belleza de la naturaleza reside también en crear una promesa de felicidad”

Esther Peñas / Madrid

Santiago Beruete (Pamplona, 1961) es licenciado en Antropología y Filosofía, y se doctoró en esta última disciplina con una tesis sobre jardines. Acaba de publicar Verdolatría (Turner), en el que propone el cultivo del jardín como una manera de rebeldía y resistencia y ahonda en las enseñanzas de la naturaleza en general y de las plantas en particular.

¿El jardín como metáfora de la felicidad?

Las escuelas filosóficas surgieron en los jardines: la Academia Platónica, el Liceo Aristotélico, el Jardín de Epicuro… La filosofía siempre ha estado cerca de espacios ajardinados, aunque los pensadores se centraron en las ideas abstractas. Las palabras de Platón, Aristóteles y Epicuro suenan mejor con el canto de los pájaros de fondo.

¿Somos buenos discípulos de la naturaleza?

Somos aprendices, más que discípulos, tenemos una buena maestra pero nos cuesta aprender sus lecciones. 

¿Qué es lo que más nos cuesta aprender de ella?

Que la única manera de dominarla es obedecerla, aceptar que nosotros no podemos imponer los ritmos, sino que tenemos que plegarnos a los suyos, a sus ciclos estacionales.

¿Qué nos enseña un jardín?

La enseñanza de un jardín tiene  muchas perspectivas: ética, política, antropológica, sociológica… el cultivo de un jardín crea un discurso multidisciplinar e integra distintos sabes.

¿El jardín nos transforma o nosotros lo disponemos?

Nos proyectamos en nuestros jardines (colocamos en ellos nuestras creencias, visiones, ideales –estético, políticos- pero ellos también nos construyen por dentro. Lo mismo que nosotros imponemos con nuestro diseño una cosmovisión del mundo que reverbera en nosotros. Es un viaje de ida y vuelta. 

Bomarzo, ¿es el más bello de los jardines posibles?

Desde luego es uno de los más enigmáticos. Tiene muchísimas lecturas y niveles de contemplación. Es un jardín que no se agota nunca; cada vez que voy a él me entretengo en un nuevo detalle. 

¿Dónde reside la belleza de las plantas?

Tal vez en la salud. Las plantas que crecen sanas son bellas; la belleza de la naturaleza reside también en crear armonía como una promesa de felicidad, crea una expectativa de felicidad, por eso nos gusta estar en espacios armónicos que nos recuerden un concierto secreto.

¿Qué nos dice un jardín de quien lo cultiva?

Tal y como es el jardinero es el jardín, nos dice mucho de nosotros mismos, el jardín habla de nuestras ambiciones, anhelos, pretensiones… nos dice mucho de quien lo cultiva, proyectamos en los jardines todas nuestras ambiciones, la manera de entender la relación con la naturaleza, hasta nuestras concepciones metafísicas, y la forma de relacionarnos con nuestros congéneres. Todo jardines biográfico, tiene distintos desarrollos que corresponden a diferentes etapas vitales. El mío, por ejemplo, tiene una parte de huerto, otra de frutales, de plantas aromáticas, otra con bancales, otra más ornamental… en el diseño de un jardín reside la biografía de quien lo cultiva.

¿Qué vínculo guardan las plantas con la filosofía?

Estoy convencido de que la jardinería es un instinto filosófico menor. Practica la ética del diálogo a su manera: es imposible cultivar un huerto o un jardín sin atender al crecimiento de las plantas, ver qué te piden, agua o lo contrario, si tienen plagas, si necesitan más luz, poda, injerto… la jardinería invita a desensimismarse, a mirar hacia fuera, a dialogar con otro ser vivo. Antístenes, discípulo de Sócrates y fundador de la escuela cínica, decía que la filosofía servía para hablar consigo mismo. Igual que la jardinería. Cultivar un jardín nos permite internamos en las veredas de nuestra propia psique.

¿Los antijardines son un sucedáneo?

Los jardines secos o minerales son jardines que tratan de emular las gracias de plantas sin verde o acaso con un poco de musgo, un pequeño árbol, sirven para que, quien los contemple, tenga la sensación de asistir a una presencia vegetal cuando ésta casi brilla por su ausencia; parte del encanto de este tipo de dispositivos visuales es crear la ilusión del jardín sin jardín. 

Las cinco flores que más se regalan son rosas, tulipanes, orquídeas, kalanchoes y hortensias. Usted, ¿por cuál se decanta?

Por las hortensias, la verdad, por mis propios orígenes. En España es una planta muy querida en el norte, pero no de las que más se regalan. Las reinas del regalo, cuya primacía está en litigio, son la rosa, a punto de perder su reinado, y la orquídea.

¿La orquídea está sobrevalorada?

La orquídea se ha convertido en un producto de consumo por su capacidad de ser manipulada genéticamente, es fácil conservarla, y su consumo en masivo. Mueve millones cada año, también por su capacidad de adaptación, ahora están de moda las miniorquídeas, perfecta para los apartamentos de pequeñas dimensiones.

Representan la vida, las plantas, los jardines, pero también custodian a los muertos…

Las plantas siempre han estado presente en el culto a los muertos, sí, desde el principio de los tiempos. De hecho, investigadores del CSIC acaban de encontrar recientemente el jardín más antiguo documentado de la historia, en una tumba de Tebas, actual Luxor, de dos por tres, con retículas de plantas aromáticas y semillas de flores, que cumplía una función simbólica –la fugacidad de la vida- al tiempo que paliaba los malos olores.

Y en este mes de difuntos, ¿cuál es la más bella flor para ellos?

Eso es algo muy subjetivo, la tradición habla de crisantemos, pero  a mí no me gustan demasiado, prefiero las malvas. Es una flor que tiene la suficiente elegancia, y por su gama cromática nos recuerda a la muerte de una manera más poética que los crisantemos.