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Juan Pablo Roa

Entrevista

14 Ene 2020

Juan Pablo Roa, poeta

“La poesía es meditación íntima con el mundo y con retazos de un yo que no conocemos del todo”

Esther Peñas / Madrid

Hay escrituras que se van pespuntando el territorio simbólico y preciso del cuaderno. Escribir sobre un cuaderno tiene algo de movimiento musical y orgánico (el trazo con la mano) y algo de conversación con uno mismo en momentos intempestivos. Algo de esto encontramos en Cuaderno del Sur (El sastre de Apollinaire), de Juan Pablo Roa (Bogotá, Colombia, 1967), un recoger el eco de lo vivido a gran distancia –física, emocional- que, sin embargo, perdura y conforma. Dos lecturas contiene este diván, la clásica, la canónica, y otra que habrá de rastrear el lector a partir de los versos entre paréntesis. En cualquier caso una lectura sosegada, reflexiva, que baña los ojos con un sol antiguo. 

 

«… y así regresa, a la letra, / este retazo, palpitante, / de infancia sobre el precipicio»… La poesía, ¿es siempre un viaje de regreso?

No lo creo, Esther. O, por lo menos, no para mí. Creo que la poesía es, también y sobre todo, búsqueda, exploración, meditación íntima con el mundo y con retazos de un yo que no conocemos del todo.

¿Pesa más la melancolía que el deseo, cuando se escribe?

Escribir poesía es siempre deseo, aunque no siempre se presente bajo vestiduras de deseo. Fernando Pessoa, Alejandra Pizarnik, Álvaro Mutis Mutis, Blanca Varela, Ida Vitale… muchos poetas nos enseñan que las vidas que queremos vivir no caben en la biología que nos toca… y ese deseo, esas vidas paralelas forman una «sobrevida» que es la escritura misma. San Juan y su « Noche oscura del alma» saben mucho del tema.

¿Quién es el interlocutor exacto del poema?

Mi yo lector de poemas que llevo conmigo a la hora de escribir. Escribir es siempre pagar una deuda con los poetas leídos, admirados y convertidos en escritura propia. 

¿De qué depende que «la palabra te saque de la cosa»?

El desacuerdo, la rarefacción, el desacomodo entre el yo que vive y el mundo que nos rodea. Sin subjetividad no hay realidad, ni, mucho menos, meditación, canto.

El poema, ¿habla o escucha?

El poema siempre escucha.

“Presunción la verdad y aún más quien la atosiga”. ¿Cuándo miente el poema?

¿Cuándo la búsqueda de la belleza nos obliga a decir más de la cuenta?

¿Qué tiene el color azul que tantas veces se invoca en los versos?

En Cuaderno del Sur hay dos «lienzos» en los que ocurre la existencia; no la vida que vivimos, sino la que «representamos». En la vida el lienzo que nos cobija es la bóveda celeste, en la vida de la escritura el cielo del poema es la hoja en la que escribimos: allí ocurre todo lo que seamos capaces de sembrar.

¿Qué impide a la noche «quemar la noche»?

El deseo, la sobrevida. El apego que le tenemos y lo que atesoramos de ella en nuestra memoria, que no son más que un puñado de momentos a los que quisiéramos volver y que sólo con la escritura (el canto) logramos preservar.

«Un fruto sin final que arde», ¿acaso eso es la vida?

Sí y no. La otra vida que no nos cabe en vuestra vida. Porque es también la escritura: para mí la escritura es eso que arde y no logramos apagar. La vida puesta en el poema son pavesas. Porque ¿cuál es el objeto de «preservar la vida» si vamos a morir? Es un fruto sin final que siempre arde.

«Escribo con mi lámpara/ frente a la oscuridad del mundo/ para que el canto permanezca». ¿Cuándo se consigue esto?

Es más fácil sacarse el premio gordo, Esther. Mencionas el poema central del libro, el inspirado, si me permites llamarlo así. Las pocas veces en que trabajo, inspiración y meditación consiguen «despertarnos al mundo», la poesía nos premia con un atisbo de verdad, de meditación encendida.

Como editor, ¿qué tiene que tener un poemario para que se decida a publicarlo?

El príncipe azul tiene menos atributos que el poemario perfecto. Un libro de poesía, aunque suene mal, no es sólo lo que el autor escribe y lo que el editor o impresor estampan sobre el papel. Muchos factores, anécdotas y oportunidades hacen que un libro merezca ser publicado y leído. Si encima de ese túmulo que llamamos «autor», «libro», ponemos unos poemas que nos hagan amar algo desconocido y ver la existencia a través de un verdadero prisma, tendremos el libro perfecto en nuestras manos…

¿Cuál es el último libro que le ha emocionado?

De los que he leído, Reducción del infinito, de Ida Vitale (Tusquets). De los editados en Animal Sospechoso, Eran sólo para lo oculto de la ausencia, de la poeta brasilera Neni Salvini.
 

(Juan Pablo Roa presentará su libro Cuaderno del Sur el próximo día 31, a las 19 horas, en Madrid, en la LIbrería Enclave de Libros)