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Zapata

Entrevista

14 Nov 2018

Ángel Zapata, escritor

“Lo que en el sujeto no se ve, lo que no se sabe, es lo que en él todavía resiste, lo que le queda de partisano”

Esther Peñas / Madrid

Ángel Zapata (Madrid 1961) es aquel que conoce los almacenes de recuerdos y las bellas estaciones olvidadas. Zapata, pastor de grietas, agrimensor de lo poético, predicador de ocasos desvestidos. Su último libro, Luz de tormenta (Páginas de espuma), es un entramado de cuentos-poema en los que el oficio, como acostumbra, se pone al servicio de la intuición hasta el punto de que la palabra se detiene a sí misma porque ha llegado al límite. 

'Luz de tormenta’ parece una decantación de tu anterior libro, ‘Materia oscura’, las líneas líricas se han intensificado, al tiempo que el estupor se ensancha acompasado de una rotundidad más clarividente. No sé qué te parece esta primera aproximación…

Creo que es generosa por tu parte, obviamente, y también acertada. En líneas generales, Luz de tormenta tiene un tono más meditativo que Materia oscura, aunque sin dejar que predomine el concepto, manteniendo la imagen, en suma, como vía privilegiada de expresión. 

¿Hasta qué punto influye en la escritura “lo que no se ve”, tan presente en este libro? 

El proyecto de la tecnociencia capitalista es convertir la realidad, toda la realidad, en algo representable, calculable y puesto a disposición para el uso. En mi escritura, trato de enfocar precisamente esas áreas de la realidad y de la experiencia que han escapado a los dispositivos de esta vida codificada hasta en sus últimos detalles y sometida al rendimiento. De ahí parto. Lo que en el sujeto no se ve, lo que no se sabe, es lo que en él todavía resiste, lo que le queda de partisano. 

Pienso en el cuento ‘El agua misteriosa’. ¿La vida, la escritura, es un poco así, que uno pide y lo recibido no deja de ser una analogía del deseo, pero no el deseo mismo satisfecho?

El psicoanálisis enseña que el deseante obtiene o bien una parte (sinécdoque) o bien algo semejante (metáfora) en relación a lo que era el objeto de su deseo. Por eso se dice que el deseo no se cumple nunca, sino que todo lo más se realiza. En “El agua misteriosa” intento reflejar ese trayecto que va desde lo indescifrable de la demanda (nunca sabemos qué le estamos pidiendo al otro) a lo indescifrable de la respuesta por parte del otro (nunca entendemos del todo lo que el otro nos da, y que no termina de satisfacernos). Contra los absolutos de la sexología al uso, o las idealizaciones de la ciencia cognitiva, “quedarse a medias” en la relación con el otro no es un accidente o una disfunción subsanables: es algo estructural. Es, de hecho, lo que garantiza que la relación se verifica con un otro, y no con una fantasía mía que proyecto sobre alguien.   

Pesa más la intuición que la arquitectura literaria en estos territorios de lo indómito que son tus relatos. ¿Desde dónde ha de escribirse?

Creo que ha de escribirse desde la verdad. Y esto en el buen entendido de que cada autor y cada autora tienen la suya. El obstáculo, claro, es que esta verdad de cada uno y de cada una no es fácilmente expresable en el lenguaje común. Lo que soy en lo más íntimo, lo que solo yo quiero, no tienen palabra en el léxico del otro. Pero esta dificultad es también la que inaugura la aventura poética… que con toda probabilidad va a conducirnos a un lugar abrupto, no demasiado acogedor, y es posible que hasta solitario. También por eso los supuestos artistas que transmiten “verdades” en las que todos convenimos no son más que habilidosos retóricos del consenso, versiones pseudoliterarias y un poco ridículas del vendedor de globos de colorines. 

Si te dijera que estos textos quedan mucho más cerca del poema que del relato, ¿crees que defraudaría a tus lectores?

Quizá, pero es que el precio de ser uno mismo es defraudar a alguien… Y aparte de esto, es un hecho que buena parte de la gran narrativa del siglo XX se dedicó a abolir las fronteras rígidas entre poesía y narración. Sin remitirnos a ese poema oceánico que es “En busca del tiempo perdido”, ¿no podríamos acaso considerar como extensos poemas obras tan destacadas como “Los alimentos terrestres”, “Las olas” o “Bajo el volcán”? ¿Qué son los textos de Henri Michaux?: ¿poesía?, ¿relato?

Me parece que una de las cuestiones que preside el libro es el deseo de conciencia, de lucidez, por encima de casi cualquier otra cosa…

Me gusta citar una frase de Gracián que dice: “Vívese con el entendimiento, y tanto se vive cuanto se entiende”. Aun así no la creo del todo, claro. Porque también se vive con el corazón, y con otras provincias del cuerpo que no hace al caso mencionar aquí. Sin embargo saber me alivia. Es un hecho. Saber me alivia desde siempre. Puede resultar chocante este amor al saber por parte de un surrealista. Pero entonces es que no se ha entendido bien el surrealismo, que nunca ha sido un rechazo de la conciencia sino, muy al contrario, una exigencia de más conciencia, y de una conciencia distinta. Cuando Breton anhela un tiempo de filósofos durmientes, no es el adjetivo “durmientes” lo que hay que subrayar en su frase, sino el deseo de una conciencia filosófica que pueda dejarse permear por las visiones del duermevela o sumergirse, linterna en mano, en las selvas del sueño profundo.

Pienso en el relato ‘No más distancia’. ¿Aquello que amamos está condenado a destruirnos, de alguna manera?

Tu lectura me parece sugerente, desde luego. Pero “No más distancia” es un texto muy enigmático incluso para mí. Veo en él el rechazo de la mayoría a cualquier suceso que altere el status quo. Veo algo fuerte y transformador (un martillo gigante) caído y desamparado, como un animal moribundo. Veo algo cuidador y extremadamente frágil (una mujer de cristal) acariciándolo… Pero el texto nació así, como una visión muy encriptada, y quizá su verdad caiga más del lado del afecto que puede desencadenar en los lectores que de un mensaje más o menos nítido o comprensible.

Hay una huella constante de lo dual, de las mitades: dos pedazos de pene, dos volcanes, la vida que se corta en dos, pájaros que vuelan en dos trozos, ¿qué nos aporta la unidad, lo uno, uno mismo sin el/lo otro?

En Luz de tormenta la insistencia sobre las imágenes de división es el efecto de un duelo muy concreto, claro. Pero aun con todo su dolor, la pérdida de un ser que amamos no hace sino propiciar una caída de los semblantes en que nos sostenemos, y una confrontación con el objeto que somos en la dimensión de lo Real (un agujero)… objeto del que la angustia nos da, quizá, la única traducción posible en el plano de lo subjetivo. Esto está presente en el libro como conjunto, pero de un modo muy particular en la sección II, a la que pertenecen los ejemplos que citas.  

“La nada, si existiera, sería azul”. ¿No nos queda siquiera la nada?

El texto al que te refieres es una evocación en tono reflexivo de mi primer recuerdo, que es una ventana por la que está entrando el sol en una habitación azul. Por eso la vida para mí es despertar a lo azul, estar en lo azul, sostenerme en la nada de una abarcadora y dolorosa herida azul.

“La vida es una rosa amenazada”. ¿De qué depende que resista, que no sucumba?

Las sociedades arcaicas ligaban la pervivencia de la vida a la rememoración y repetición de los gestos fundacionales que los dioses, los héroes o los antepasados llevaron a cabo en el tiempo de los orígenes, el tiempo anterior a la Historia. Nuestra sociedad no tiene ya este tipo de mitos, sino que confía el sostenimiento de la vida al control eficaz por parte de los dispositivos y las prácticas de la tecnociencia, en el que deposita una fe no menos irracional que la de los primitivos (“los combustibles fósiles se están acabando, pero pronto se pensará en otra energía que los sustituya a tiempo y con ventaja”). La vida es muy frágil y muy fuerte a la vez, y lo mismo podría aplicarse a la civilización, es decir: a la vida específicamente humana. El devenir de las sociedades en los últimos años apunta a un hundimiento general en una época de barbarie. Pero no puede descartarse que la ciudadanía reaccione a última hora, del mismo modo que el orden social parece asegurado de una vez para siempre el día antes de la Revolución. ¿Queda en nosotros y nosotras algún vestigio de sentido común, decencia y coraje? Yo no soy muy optimista al respecto. Pero en cualquier caso siempre nos quedará Bruce Willis, que tiene mucha práctica en salvar a su familia, a su país y al mundo, por este mismo orden de preferencia.  

La quinta parte está inundada por un delicioso sentido del humor. ¿Contra el sinsentido vital el humor es la grieta que nos permite un respiro?

En la sección V y en el epílogo de “Luz de tormenta”, en efecto, introduzco el color, la ironía y el juego. Y esto no por darle una resolución “positiva” al libro, lo que me parecería injustificable y kitsch, sino por pura necesidad personal de eso que llamas con acierto “un respiro”. Disfruté mucho escribiendo esos últimos textos, en los que se mantiene la tonalidad general de las otras secciones, pero con un virado hacia el absurdo y la sátira que hasta ese momento solo habían aparecido de forma muy leve. La verdad es que me gustaría mucho recuperar el humor, tan presente en mis primeros libros. Pero eso tiene que llegar por su propio pie, y no de un modo premeditado. Alguna vez he dicho que el humor es un escudo y la poesía un arma. Las dos cosas se complementan, qué duda cabe. Y las dos cosas —poesía y humor, escudos y armas— empiezan a ser más necesarias cada vez. 

Ángel Zapata presentará Luz de tormenta este viernes, 16 de noviembre, a las 19.30, en la librería Cervantes y Compañías (calle del Pez, 27).