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Mendinueta

Entrevista

10 Mar 2021

Lauren Mendinueta, poeta

«Me fascina la poesía de lo inerte»

Esther Peñas / Madrid

Desde Barranquilla, Colombia, lugar de nacimiento de Lauren Mendinueta, el aliento arrebatado de una concepción poética de traspasa los cuerpos y mece, enredada en la reivindicación de la belleza, poemas como cuerpos sonoros de plegaria. Animal sospechoso acaba de publicar Una visita al museo de historia natural y otros poemas. Atentos. 

Un museo, ¿no es lo más antipoético, en tanto que todo allí está inerte?

Nunca he pensado en el museo así, como antipoético. Para mí el museo es un lugar en movimiento, vivo, en el que se conjugan la acción y la contemplación. Camino por sus corredores y cuanto veo es ajeno, pero al mismo tiempo me lo voy apropiando con mis sentidos. Es tan mío como de nadie. Me fascina la poesía de lo inerte. Los fósiles, por ejemplo, son seres que permanecen, son como un mensaje petrificado. Los recuerdos, como piezas de un museo, están en nuestro interior, en las galerías de nuestra memoria, donde podemos volver para visitarlos. 

¿Qué tiene en propiedad el poeta?

Nada. El poeta, como todo ser humano es un desposeído, pertenece a su raigambre. Cada poeta es un soplo de aire en el vendaval de las voces que forman una tradición. En la poesía no existe la invención, ni lo propio. Todo cuanto escribo es descubrimiento, es continuidad. La poesía, toda ella, existió, existe y existirá, sin depender de un o una poeta. A mi parecer, hay una voz universal a la cual pertenezco y hacia la cual voy.

Si el pasado puede llegar a parecer una «enfermedad», ¿es curable?

Por supuesto. Todo puede sanarse, hasta el pasado más enfermo o herido. Hay muchos caminos para hacerlo. Yo encontré el de la poesía y quise seguirlo.

«El tiempo no se mide, se interpreta». ¿Cómo habita el tiempo el poeta?

Nada permanece. La vida pasa a una velocidad que se me antoja frenética. Entonces pienso en la escritura como una forma de tiempo en la que mi existencia significa algo. Como dicen los versos de Octavio Paz: también soy escritura/ y en este mismo instante/ alguien me deletrea.

 Hay cierta luz espiritual en sus versos, metafísica, si lo prefiere, ¿es una manera de disidencia?

Me gusta tu pregunta porque me obliga a pensar. Creo que desde muy joven me ha inquietado la idea de la muerte. Tal vez por eso la vida de cada día es para mí una especie de liturgia y mi poesía tiene ese aire metafísico que mencionas. La disidencia no sé cómo encajarla aquí. ¿Está presente en mi poesía? Espero que sí.

Y, en relación a esto, hay poemas que bien parecerían salmos, oraciones…

Se me ocurre pensar que ese tono que tú encuentras en mis poemas tal vez sea algo ancestral, no deliberado, eso jamás. Una vez escuché a lo lejos una grabación de mi voz leyendo poemas y por un momento pensé que era la voz de una mujer rezando. Cuando me acerqué y descubrí que era yo misma, y no la desconocida, me sorprendí.

«Hay fotografías en las que no me reconozco». ¿Sucede lo mismo con algunos de sus versos?

Constantemente. La poesía es un descubrimiento perpetuo, tanto del mundo como de mí misma. Muchas veces al empezar un poema no tengo ni idea de cuál es el tema, no sé por dónde va a discurrir mi pensamiento. El poema es un gran misterio que se va desvelando en el acto de escribir. Y no siempre me reconozco en lo que escribo. Lo que es natural porque, como te dije antes, creo en la poderosa voz de la tradición.

Lo vivido ¿está más lejos de la vida que «cualquier mes de octubre?» 

Yo me pregunto dónde transcurre la vida. El pasado no es menos fascinante que el futuro. Y ambos se nos escapan a pesar de todos nuestros esfuerzos. Pasado y futuro son lo mismo: voces que oímos a lo lejos. Quizá la vida transcurre en lontananza. 

¿De eso trata la vida, de «tener que envejecer para al fin recobrar la infancia»?

No tengo ni idea de qué se trata la vida. Tal vez se trate de vivirla lo mejor que podemos. Y de no hacerle la vida imposible a nadie. Tal vez la vida sea un largo ejercicio de amor, perdón y reconciliación. ¿Y el resto? Es mi sepulcro lo que veo.