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Servando Rochas

Entrevista

19 Jul 2021

Servando Rocha, escritor y editor

“No hay glamour alguno en la muerte, la realidad siempre es más cutre de lo que imaginamos”

Esther Peñas. Foto: Helena Girón / Madrid

Diletante de la contracultura desde que se recuerda animal político, con apenas veinte años fundó el Colectivo de Trabajadores Culturales La Felguera, vinculado a la escena punk y responsable tanto de un fanzine con el mismo nombre como de diversas intervenciones de agitación callejera. Años más tarde, los trabajadores culturales derivaron en agentes provocadores… y poblaron la tierra. Ahora, Servando Rocha (Santa Cruz de la Palma, 1974) reedita la sexta edición de La facción caníbal. Historia del vandalismo ilustrado (revisada y ampliada) y Algunas cosas oscuras y peligrosas. El libro de la máscara y los enmascarados, ambos títulos en su editorial, La Felguera.

El agente provocador ¿qué sabe, qué sospecha, qué barrunta a propósito del COVID 19?

Lo hemos vivido con un cierto un nihilismo no catastrofista, alejados de las teorías de la conspiración que están empezando a cobrar auge; 2020 está siendo una especie de año cero… y pienso en aquello que dijo un ruso a finales del XIX, de vivir el nihilismo no como una ausencia de oportunidades sino un comienzo, como quien va al teatro y al terminar la función que ha disfrutado, va al ropero a por tu abrigo para irse a casa y se entera de que ya no hay ni abrigo ni casa. Como en todas las crisis, esta también abre posibilidades. De acuerdo, la nueva normalidad no nos gusta, pero tampoco vivíamos en el mejor de los mundo posible antes, así que todas las opciones están abiertas. No caemos en el optimismo pero tampoco en la fatalidad. Las crisis hacen que se valore de manera desmedida el pasado. Es cierto que antes, el mal tenía un rostro, Bin Laden, por ejemplo; ahora no, y eso aterra más. Pero habrá que acostumbrarse, y mientras valorar y apoyar el suelo firme que hace que se salven vidas, la salud pública, sin olvidar que para los tiranos y déspotas los momentos malos son los mejores momentos. 

Acaba de reeditarse la sexta edición (revisada y ampliada) de La facción caníbal. Historia del vandalismo ilustrado. Pienso en la fascinación del escritor Genet por las hermanas Papin, que asesinaron a sus señoras. ¿En qué momento el transgresor pasa de ser un sujeto digno de admiración en tanto hostigador del sistema a convertirse en un ser perverso indigno de cualquier reconocimiento?

Buena pregunta… se mezclan varias cosas… para empezar, como tú has advertido, se habla de fascinación, no de admiración. La fascinación nubla. Nos cuesta entender que grandes criminales, como Jack el Destripador, por ejemplo, fascinen a intelectuales, como el caso de Williams Burroughs, quien dijo que “Jack el Destripador fue el gran espadachín del siglo XIX”. En el terror hay deleite, y eso nos cuesta admitirlo. Filósofos como Burke han escrito sobre ello, Burke habla de lo sublime como una “suspensión del Dios”. Creo que la clave está en hablar de fascinación por lo criminal sin entrar en valoraciones éticas. De ahí que Thomas de Quincey escribiera un ensayo sobre el asesinato como una de las bellas artes. Los surrealistas, por ejemplo, veían en el criminal un deseo de libertad. En el caso de las hermanas Papin, a los surrealistas les fascinó el hecho de que las asesinas arrancaran los ojos a sus víctimas. En el fondo, a todos nos fascina la contemplación de la violencia, de ahí que las ejecuciones públicas fueran espectáculos. Había mujeres tricotando a pie de la guillotina durante la Revolución francesa. No podemos evitar dejar de mirar porque el horror puede ser bello, lo que no significa que sea justo. 

Después de más de quinientas páginas de historia terroríficas y fascinantes, ¿qué ha aprendido del mal?

Primero, que cada ejemplo de los que aparecen en el libro, cada forma de terror tiene su explicación y su contexto. Esa idea de que el mal en cada momento representa a su tiempo. Pensemos en la Revolución francesa, que hoy todo el mundo, a poco liberal que se sea, reivindica. Queremos la virtud sin el horror. Pensemos en el último villano, en Bin Laden, del que no hemos escuchado su voz jamás, recordemos su escenografía, vestido de blanco, bajando de la montaña, con el Corán y una ametralladora… Pero ya no hay espacio para Bin Laden, ni para su lugarteniente, que tenía un garfio por mano. Ahora no vemos al villano, actúa, es un lobo solitario que nunca despierta sospechas. 

Bajo ciertas circunstancias, ¿cualquiera de nosotros puede convertirse en un Marat, un Jack, el destripador, en un Peter Kürten (el vampiro de Düsseldorf )o un Charles Manson? ¿Hay una disposición genética para el mal, como pensaba el criminólogo Lombroso?

No, no creo que sea una cuestión genética, el mal, aunque esas teorías tuvieron mucho auge, sobre todo en España; la historia ha querido siempre cumplir ese sueño, la frenología por ejemplo, que creía que podía predecirse por medio de la estructura cerebral el comportamiento criminal. Lombroso al menos lo hizo mejor hablando de la separación entre las cejas, la forma de la nariz y otros rasgos que delataban al criminal… hay textos muy interesantes, como los de Bernaldo de Quirós o algunas obras de Baroja. Durante muchos años he ejercido como abogado, llevando infinidad de asuntos, muchas causas perdidas, pero también he representado a asesinos. Eso me ha permitido entenderlos, aunque no justificarlos. Recuerdo el caso de una chica italiana que mató en un narcopiso al tipo que alquilaba las habitaciones a toxicómanos. Al ver las fotografías del cadáver me mareé, no hay glamour alguno en la muerte, mucho menos en color, porque la realidad siempre es más cutre de lo que imaginamos. Con ese caso comprendí que sí, que bajo ciertas circunstancias todos podemos convertirnos en las peores personas posibles. Ahora que soy padre, lo tengo más claro aún. 

De todos estos casos de reúne en este casi tomo enciclopédico, ¿por cuál siente debilidad?

Pues… no lo sé, todo lo que aparece ahí me fascina… quizás escogería a los que tienen que ver con la Revolución francesa, Marat, Sade… y las sincronicidades, como la foto de William Burroughs apuntando con una escopeta a las Torres Gemelas… ese tipo de conexiones, con esa fuerza casi asombrosa y oscura… Me sorprende cómo el fenómeno de bandas como Baader-Meinhof puede terminar entrando en un museo… Y pienso en el agujero que dejó la zona cero, en ese vacío que es lo que queda después del terror, una interrogación.

En ese recorrido temporal caníbal, ¿ha variado mucho el perfil y las motivaciones de los asesinos?

No, yo diría que no han variado. Ahora utilizamos alguna palabra que no se empleaba antes, como terrorismo o terrorista, que es un vocablo que comienza a usarse en los 70 para referirse a la experiencia italiana de las brigadas rojas y a bandas como la mencionada Baader-Meinhof, que tratan de competir con el Estado en cuanto a nivel de violencia. Me entrevisté con miembros del grupo armado la Brigada de la Cólera, que operaba en Inglaterra, así como con integrantes de otros, y es necesario contextualizar cada cuestión. Por ejemplo, los fuera de la ley que surgieron al calor de Mayo del 68 no querían ni oír hablar de asesinatos o muertes; en cambio a partir de los 70 hay grupos que asumen que la lucha conlleva muertes de inocentes… Construimos la memoria a partir de grandes fenómenos. Uno puede ser Charles Manson, que acaba con el sueño hippie y que abre esa década, los setenta, en la que empieza a hablarse de vanguardias armadas. Durante la Revolución francesa, la guillotina era una virtud, representaba la justicia, y además era benévola por lo rápida con los ajusticiados… pienso en Myra Hindley, que transgredió el tabú de no asesinar niños… y era una mujer… hasta Morrisey le dedicó una canción…  ¿era una criminal o una mujer enamorada? Cada criminal tiene una explicación, pero los perfiles son tan variopintos y no como siempre, al igual que aquello que los mueve a matar.

Hablemos de Algunas cosas oscuras y peligrosas. El libro de la máscara y los enmascarados. Hasta ahora la máscara había sido signo subversión, de distinción, de algarada, poder o belleza pero nunca de imposición. ¿Se ha perdido el encanto de la máscara con esta mascarada obligatoria?

Es curioso… este libro se publicó un poco antes de que el COVID 19 llegase a España… en cierto modo parece premonitorio… ahora nos relacionamos con rostros mutilados, nos cuesta hablar con alguien porque no sabes si sonríe… la máscara genera ese efecto, el enmascarado no es inocente tiene una intencionalidad clara. Y también hay que tener en cuenta que las máscaras, una vez creadas, se emancipan, como la de V de vendetta… y corren suertes distintas… por ejemplo esa misma máscara, la de V de vendetta, ha sido utilizada por antisistema, pero también por sindicatos de policía, por la ultraderecha… Con este ensayo mi intención era contar un gran relato a partir de un objeto pequeño, una máscara. 

Parece ellos son más propensos que ellas a las máscaras…

A determinados tipos de máscaras, puede ser… pero recordemos que las últimas grandes enmascaradas han sido Pussy Riot, detenidas en la catedral de Moscú. A mí me llamaba la atención sus pasamontañas coloridos, una de sus grandes aportaciones estéticas, porque estamos acostumbrado al pasamontañas oscuro o al de los zapatistas, pero ellas llegaron copiando un vestuario de una ópera futurista, Victoria sobre el sol, de Malevich. Después, viendo un documental sobre el juicio, una de ellas añadió que utilizaron máscaras de colores para no parecer malas personas. 

La máscara, ¿hasta qué punto miente?

La máscara no creo que mienta nunca, provoca equívocos, pero saca nuestra auténtica naturaleza, por eso los carnavales han sido momentos y lugares incómodos para el poder… y por eso también la vergüenza máxima para un enmascarado es que le desenmascaren… cualquiera que se ponga una máscara  experimentará una sensación muy singular, pero no creo que sea la de una personalidad falsa, sino que podemos ser lo que somos ya bajo la máscara.

¿Qué nos enseñan los perdedores, los fuera de la ley que tanto gustan a su sello editorial?

En primer lugar, la historia oficial es cómplice e insuficiente, así que hay que seguir buscando siempre; lo que sucede en los márgenes nos ayuda a entender esa misma historia. Por ejemplo, los años setenta puede entenderse a partir de la guerra de Vietnan, pero también tras los asesinatos de Manson. Queremos acercarnos al pasado desde otro punto de vista, desde la narración no oficial, para reencantarlo. Y nos hemos dado cuenta de que hay todo un mundo de apeches, de tatuados, de cupleteras, de sicalipsis…

Ay, la sicalipsis… cómo se la echa en falta en una época de obscenidades…

Sí… y si miramos con detenimiento, nos damos cuenta de que hace décadas había asuntos fascinantes… visitas a cementerios, pistoleros, hasta un grupo criminal que dependía de la patronal, la banda negra, así como héroes, como Fantomas, por cierto inspirado en un personaje real y español, Eduardo Arcos Puich, que tuvo en jaque a los servicios de inteligencia de medio mundo y que capturó finalmente el inspector Fernández Luna, al que llamaban el Sherlock Holmes español… también nosotros tuvimos una historia que hemos desdeñado… y conocer lo que fuimos que es saber lo que somos.

El caso es que, para lo extenso de su catálogo editorial, hay pocos títulos centrados en lo bizarro, salvo dos libros de Valle-Inclán y uno de Baroja…

Sí, nuestro catálogo es muy anglosajón… investigando sobre los apeches franceses, nos preguntamos si los hubo en España, y de ahí empezamos a darnos cuenta de todo el potencial que teníamos en nuestro propio país… De ahí que rescatamos a Baroja, que no solo escribe sobre los bajos fondos sino que los conoce muy bien porque los frecuenta, a diferencia de Galdós. Ahora publicaremos un libro de Emilio Carrere.

¡La maravilla, Carrere! No sólo La torre de los siete jorobados, sino La copa de Verleine, Rosas del meretricino

¡Sí! Nosotros publicaremos Ruta emocional de Madrid, donde recorre barrios que ya han desaparecido. Hicimos una ruta en homenaje a Baroja, y vino la nieta de Carerre. Cada libro nos empuja a otro, y ahora queremos centrarnos en reencantar nuestra propia memoria.

¿Sigue ejerciendo la abogacía?

Sigo dado de alta como abogado, pero ahora mismo no tengo tiempo, vivo de escribir y como editor; ya estuve 18 años llevando todo tipo de tragedias y de casos perdidos… dieciocho años que me sirvieron muchísimo, entre otras cosas para leer, porque me pasaba media vida en el transporte público….