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Biedma

Entrevista

14 Jul 2020

Juan Ramón Biedma, escritor

“Respecto del mal, no podemos explicar la raíz final de nuestra conducta y la aceptamos en su infamia”

Esther Peñas / Madrid

Leer sus historias es quedar fascinarse en un entramado argumental entre lo sórdido y lo inquietante, ente la mueca que aspira a sonrisa y el eco de pasos amenazadores. Tiene el tono sombrío de del espanto y el deleite del goce. También en su última novela, El sonido de tu cabello (Alianza) lo consigue. En esta ocasión, además, Juan Ramón Biedma (Sevilla, 1962) ha recibido por ella el XXI Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones. Atentos. 

La realidad, a poco que ahondemos en ella, ¿es terrorífica?

Puede serlo aunque no ahondemos, aunque le demos la espalda, aunque la sustituyamos por una inventada, aunque la reparemos con parches de otras pequeñas realidades. No hay antídotos contra el terror, sólo nos queda intentar evadirnos y confiar en la buena suerte.

Uno de los personajes es el Muló, ese demonio que viola y come mujeres. ¿De qué manera opera a día de hoy en la comunidad –o en pequeñas comunidades- el pensamiento mágico?

Mucho más de lo que imaginamos, y en los contextos menos predecibles. Desde hace muchos años vengo observando cómo personas muy formadas recurren a representantes del mundo esotérico para paliar su desesperación. Son secuelas de la negligencia del cristianismo, que durante siglos se ha ocupado divinamente de estos temas.

La superstición, en tiempos de crisis, ¿gana adeptos?

Se disparan la ansiedad y la incertidumbre -que son manifestaciones menores del miedo- y la gente se aferra a las supersticiones –que son manifestaciones menores de la creencia en Dios.

Set Santiago… Set, etimológicamente significa ‘plantar’, es decir, regenerar, porque es lo que este caso, de alguna manera, hace con su personaje, regenerarse… no sé si coincides con esta reflexión…

Das en el clavo. Set ha pasado por la cárcel acusado del asesinato de su hija. Su enfrentamiento con la otra niña fue aún más trágico. Vive del chanchullo y de lo poco que cae. Pero se levanta cada día para continuar con su vida, regenerándose siempre; sólo en aquéllos periodos excepcionales en los que todo va bien es cuando pierde el rumbo.

Por otro lado, es un personaje que ha aparecido, al menos que yo sepa, en dos novelas suyas anteriores. ¿Cómo ha sido el reencuentro?

Vamos bien, todavía consigo –creo- situarlo lejos de los esquemas morales de comportamiento que mueven a otros investigadores y, al mismo tiempo, dotarlo de un perfil lo bastante versátil para asumir las extrañas historias que estoy preparando para él.

Una de las cosas más sobrecogedoras de la historia es que nos hace reflexionar sobre el hecho de que el horror no siempre sucede en otra parte… me refiero a que estamos acostumbrados a escuchar informaciones como las que describes provenientes de Lomas de Poleo (Ciudad Juárez), pero cuando se ubican en Las Tres Mil Viviendas, la Etiopía española, la cosa… ¿cambia?

Siento decirte que no me parece que haya ninguna diferencia: tenemos una espantosa facilidad para evadirnos de los problemas que no nos afectan directamente, enterrarlos en la casa del otro o, si no hay más remedio, en lo más profundo de nosotros mismos.

Usted que lleva tantos años escribiendo y describiendo el mal (recuerdo con especial horror Humo en la botella), ¿ha llegado a conocerlo? ¿Puede explicarse, el mal?

Me costaría mucho más responderte si me preguntaras por mis experiencias con la bondad. A medida que pasan los años, las novelas y las pandemias tengo una conciencia casi divertida del mal que está detrás de la actuación de todos, hasta en sus mínimas revelaciones. Y no podemos explicar la raíz final de nuestra conducta. Y la aceptamos en su infamia. Y no pasa nada.

¿Qué es lo que más te interesa de los comportamientos desalmados del ser humano?

En el momento en el eliminas el factor de la “mirada crítica” –lo cual no tiene ninguna relación con eliminar tu compromiso social-, cuando dejas de observar al ser humano desde una óptica evaluadora y te limitas a escudriñar y a intentar comprender, todo cambia. Lo más atroz se convierte en lo más interesante.

Por cierto, también marca de la casa, ese toque de humor que aligera la carga de intensidad… ¿todo es susceptible de provocar una risa?

Casi todo. Al contrario de lo que proponía mi adorado Enrique Jardiel Poncela, creo que soy capaz de reírme de casi cualquier cosa excepto de mí mismo: si no te tomas en serio corres el peligro de que nadie más lo haga.

¿De qué depende que una infancia terrible, como la de Luisa Orujo, haga de nosotros un ser cruel por imitación o luminoso, por contraste?

Ese es uno de los misterios que más atraen mi atención, precisamente porque he conocido varios ejemplos en mi entorno de ambas variantes. Todas las explicaciones que he escuchado de los profesionales me han parecido una patraña. Así que celebro decir que no lo sé.

¿Hay algo habitable en Las tres mil viviendas?
Claro, no me canso de decirlo: al margen de un núcleo especialmente dejado de la mano de Dios y de la administración, el lugar conocido Las Vegas, donde la convivencia es más difícil, el barrio también está formado por zonas en las que habitan vecinos que no se diferencian de otros sectores desfavorecidos de la ciudad.

Los capítulos van precedidos por una noticia. ¿Hasta qué punto los medios de comunicación perpetúan una situación, en este caso la de Las tres mil viviendas, en vez de ayudar a cambiarla?

No voy a culpar a los medios de la pervivencia del gueto, sería absurdo. Pero sí responsabilizo en cierta medida a todos aquellos que no somos capaces de ir más allá de la línea del folklore y tomar conciencia de que son la miseria y el desfase histórico los responsables de una situación que debemos contribuir a solucionar desde fuera.