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Sergio Monat

Entrevista

22 Nov 2019

Sergio Monat, escritor

“Usamos demasiado la razón para asuntos en los que el latido del corazón debería ser el único motivo”

Esther Peñas / Madrid

Para siempre es nunca todavía (Hilatura Editorial), de Sergio Monat, es un poemario de adolescente tono, que abre el cauce a los temas canónicos (el paso del tiempo, en sentimiento en llamas y en rescoldos) con una vehemencia de adelfas. 

Enmienda los versos de Machado, ¿por qué?

Sería demasiado osado por mi parte intentar enmendar los versos del poeta. Simplemente, desde mi profunda admiración, me he permitido el atrevimiento de jugar con sus palabras buscando un significado diferente. De ahí el título de mi poemario. 

“Para siempre es nunca todavía” es una declaración de intenciones, y más en un momento como el que vivimos, en que parece que todo lo que nos rodea está programado para acabar pronto. Desde un móvil hasta el amor. ¿Cuántas veces decimos “te quiero para siempre” sin sentir realmente el significado de esas palabras? Quizá nos hemos acostumbrado a banalizar las expresiones y este título no es más que una afirmación que de alguna manera rompe con ese consumismo sentimental que nos rodea. 

Este poemario habla de eso, de esa contraposición que existe entre “nunca” y “todavía”, de todas aquellas historias que empiezan bien y de alguna forma no tienen un final feliz, al menos no por ahora.

Asegura que el poemario es “un ajuste de cuentas con la vida”. ¿Es posible ajustarle las cuentas a la vida?

Si no a la vida en general, al menos sí es un ajuste de cuentas con lo que cada uno vivimos. En muchas ocasiones, reaccionamos de forma impasible a la realidad que nos rodea, no afrontamos lo que sentimos o, por miedo, intentamos evitar todo aquello que de una forma o de otra nos duele. No deja de ser un mecanismo de supervivencia. 

Con este poemario he intentado dar voz a todas aquellas situaciones que vivimos a diario y que van llenando la mochila vital que terminamos cargando a nuestra espalda. 

Es la mejor forma de poder mirarnos al espejo y poder sentirnos bien con nosotros mismos, siendo conscientes de que lo que nos dolió tiene una dimensión positiva, ya que si lo hace es porque existió, y cuando consigamos superarlo, ese sentimiento (tanto de dolor como superación) nos hará inmunes, de alguna forma, a que vuelva a repetirse. Al menos de la misma manera. 

Crecemos cuando caemos y volvemos a levantarnos, y asumiendo que somos consecuencia de todas esas caídas será la única forma de seguir en pie.

¿Para quién se escribe cuando se escribe?

Yo empecé escribiendo para mí. Para ordenar esos sentimientos que a veces uno mismo es incapaz de entender. Cuando compartí las primeras veces estos poemas, me di cuenta de que muchos amigos que los leían se sentían identificados e incluso algunos de ellos pensaban que lo había escrito hablando de ellos. Fue en ese momento cuando esas palabras cobraron un nuevo sentido y me di cuenta de que gracias a ellas podía poner voz a lo que muchos sienten y son incapaces de expresar.

De esta forma, lo que comenzó siendo algo personal se convirtió en una especie de catarsis colectiva. Ha habido personas que, después de leer alguno de ellos, han sentido que no era tan extraño aquello que sentían y me han agradecido esta pequeña ayuda para abrirles los ojos a través de mis versos. Creo que es una de las mejores cosas que le puede pasar a un escritor.

Aunque, siendo sincero, en este poemario también contiene alguna referencia directa a personas que han estado en mi vida y ya no están y que, de alguna manera, necesitaba dedicarles unas palabras para poder pasar página.

“Sólo así pasará el tiempo/ y dejaremos de ser nosotros”. ¿Qué se altera y qué permanece con el paso del tiempo?

En este caso se refiere a “nosotros” como pareja. Esa dualidad que existe en cada persona y que a veces entra en conflicto por la coexistencia de vivir para uno mismo y de si ceder o no terreno personal para empezar a compartir la vida con otra persona. Creo que es uno de los grandes problemas que afectan a las parejas hoy en día, y más aún desde la llegada de las redes sociales a nuestras vidas. 

A veces es complicado respetar el espacio del otro en este mundo en que la desconfianza ha ido ganando terreno, desde que todo se ha vuelto tan fácil que hasta un simple like puede desencadenar una discusión sin sentido. 

Por eso, después de cualquier ruptura, creo que tiene que venir un periodo de luto, ese tiempo en que cada una de las partes recobre ese “yo” que ha perdido durante la relación, para volver a mirar a la otra persona con una mirada diferente y comprender que las cosas han cambiado. 

Hablo de respeto hacia el otro pero, sobre todo, hacia uno mismo, respeto por todas las cosas buenas vividas en común y por un futuro tras una ruptura en que la amistad pueda convertirse en la relación más duradera entre dos personas.

Rupi Kaur lo expresó de una forma magistral: “no quiero tenerte/ para que llenes las partes vacías de mí,/quiero llenarme por mí misma,/quiero estar tan completa/que pueda alumbrar una ciudad entera/y entonces/quiero tenerte/porque la mezcla de los dos/podría incendiarla”.

“Hay luchas que se convierten en batallas”. ¿Cómo saber por qué cosas merece la pena luchar?

Creo que debería ser tan fácil como cerrar los ojos y dejarse llevar. Usamos demasiado la razón para asuntos en los que el latido del corazón debería ser el único motivo. A veces nos obcecamos en intentar comprender el porqué de las cosas, cuando muchas veces en ese misterio se encuentra la fórmula de que todo funcione tal y como debería.

Cada uno podemos encontrar nuestro motivo en aspectos que a los demás les pueden resultar ridículos, pero que nosotros sabemos que realmente merecen la pena. Llamémoslo instinto, corazonada, pasión.

¿Cuáles son tus poetas de referencia?

Sería fácil hablar de grandes poetas como Lorca, Machado, Pedro Salinas o Miguel Hernández, pero últimamente quien ha conseguido que vuelva a releer sus poemas una y otra vez es una poeta contemporánea y paisana, Elvira Sastre. Elvira conmueve y pellizca el corazón como nadie.

¿Cuáles son los miedos del poeta? 

Son los miedos de cualquier otra persona. Quizá la única diferencia es que cuando escribes poesía te detienes algo más en observar aquello que te rodea y empiezas a dar valor a cada mirada, a cada sonrisa, a cada sentimiento. Eso también te hace manejar mejor el dolor y la decepción, no deja de ser una especie de válvula de escape. He tenido la suerte de poder expresar esos sentimientos y hacer partícipes a todos los que leen mis versos y que, en algunos casos, son incapaces de poner palabras a lo que sienten. 
El miedo al final no deja de ser un mecanismo de defensa, un freno que a veces no nos deja actuar con libertad. Si somos capaces de identificarlo, seremos capaces de vivir y disfrutar de la vida en plenitud. 
Somos mucho más fuertes e imparables de lo que creemos.