Esta situación provocó, en un 45% de los encuestados, la percepción de que su propia salud empeoró, tanto física como mentalmente. “Los principales aspectos referidos han sido variaciones en el peso, empeoramiento del estado de ánimo, aumento de dolores y malestares y problemas para dormir”, como afirmó la doctora Nina Gramunt, neuropsicóloga y directora técnica del Área Social y de Divulgación de la Fundación.

Entre las dificultades que experimentaron los cuidadores están las de la dificultad de mantener el distanciamiento, higiene y protección de la persona a la que cuidan. A éstas se le suman el hecho de cuidar y atender sus propias necesidades de bienestar y salud, y sobrellevar la carencia de contacto físico y social. En total, el 65% echó en falta apoyo sanitario y asistencial.

La encuesta arrojó otros resultados: más de la mitad de los encuestados (el 67%) afirmó que su familiar con alzhéimer padeció un deterioro durante el confinamiento, sobre todo aquellos entre los 75 y los 79 años. Los síntomas de empeoramiento más comunes fueron el empeoramiento de la memoria (70%), problemas de orientación (58%) y de razonamiento o lógica (52%), además de otros más relacionados con la conducta como la aparición de problemas de sueño y apatía.