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Jacinto

Entrevista

30 Mayo 2023

Jacinto Águeda Yagüe, poeta

«Una buena síntesis permite, por lo menos, atisbar senderos de luz»

Esther Peñas / Madrid

Desasosiego (El sastre de Apollinaire) es el primer poemario del segoviano Jacinto Águeda Yagüe, y cumple el tributo de ser «el discurso de una estatua/ que muere por salvar su corazón». Poemas breves que conjugan una intensidad sencilla por la que la belleza atraviesa sus pespuntes de un modo discreto, casi sin hacerse notar, pero sembrando imágenes («Llega el aposento de la pausa,/el testigo»).

¿Conviene «olvidarse de los dioses»?

En ocasiones sí. Y si hay que creer en alguno, prefiero creer más en dioses greco-romanos que en «un sólo Dios verdadero». Poéticamente podría ser sinónimo de liberación total, de una explosión superadora de miedos (o de la necesidad de superarlos).

«Bucea en la niñez/ al encuentro de tesoros enterrados». ¿Qué parte del poeta aún reside en la infancia?

La tendencia a buscar el paraíso en la niñez es muy humana, pero no tiene sentido querer re-instalarse en ese tramo de la vida.  Esto no quiere decir que la infancia desaparezca.  En gran medida, como venía a decir el historiador Antonio Rodríguez de las Heras —tristemente fallecido por el covid—, los estratos de nuestro pasado vital no desaparecen; «esos trozos calientes» sufren un proceso continuo de amasamiento. Procuro aprender a convivir con lo queda de mi infancia: timidez, repliegue hacia el interior, irregularidad en las emociones…

¿Cuándo «es demasiado tarde para la luz»?

Cuando la derrota se adueña de todo, hasta de la esperanza. En cualquier momento. Y hay que estar preparados para —o hay que admitir— esos momentos; en una palabra, hay que saber morir (para después «resucitar»). Algo muy difícil.

Cubierta¿Qué se hace con los «ojalás definitivamente dormidos»?

Convivir con ellos o intentarlo, además de lamerse la herida. El precipicio siempre está ahí. El poema al que remiten estas tres palabras —titulado "Arca vacía"— no puede negar el aroma que me llega de Silvio Rodríguez.

¿Se prefiere una antítesis a una tesis? ¿Cómo reconocer una síntesis adecuada?

Las dos son caras de una misma moneda y en la síntesis se mezclan todos los colores, los que te gustan y los que no te gustan tanto. Una buena síntesis permite, por lo menos, atisbar senderos de luz.

¿De qué se rellena «un cántaro de la belleza»? 

De silencio, de quietud, de sosiego, de luz limpia, de derrota desnuda… Todo lo que pueda conformar un horizonte. El poema que contiene este verso rescata un recuerdo bello de mi infancia (la mirada niña, plena de ilusión, se desvanece impotente ante los avatares de la vida).

¿Qué cosas causan desasosiego?

A bote pronto, y siguiendo la estela de la anterior pregunta, te diría: la muerte del horizonte, las piedras huérfanas, los adioses demasiado conscientes, la verdad insensata… El desasosiego —todos lo sabemos— es parte de la vida y como tal hay que admitirlo. Y tal vez, la felicidad —si es que existe— podría ir acompañada de su opuesto (¡qué mayor felicidad que el sosiego!).

El «rastro de la herida», ¿a dónde conduce?

Me surge, nuevamente, responder de forma impulsiva: el rastro de la herida conduce a la verdad, a los pliegues del renacer, a la muerte… Intento decirme a mí mismo: hay que hacerse amigo de las heridas. Pero tengo que ser sincero, las heridas —también a mí—me producen miedos, inseguridad, decaimiento. No soy un titán. Y comparto la idea de que ese rastro es un buen aliado de la poesía. 

¿Qué tiene de universal el mundo de los sueños?

El verso completo y literal es «la felicidad innata en el universal mundo de los sueños». Me sitúo en un estado en el que se sueña despierto. Es decir, no me adentró en lo que podríamos llamar «trastero disponible para todos los humanos (habitación que nos atrae o que nos da miedo) cuando dormimos». Las personas, si soñamos con los ojos abiertos, lo hacemos siempre en positivo. En una especie de autoengaño, productor de placer.  Quiero creer que esto es universal.