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Cubierta del fanzine

Lecturas

19 Ene 2022

Comienza su andadura uno nuevo, Tertuliadhocs

La provocativa textura del fanzine

Esther Peñas / Madrid

El territorio del fanzine (acrónimo de fan y magazine), a pesar del nulo interés que muestran por él los medios de comunicación, sigue resistiendo. Hay absolutas maravillas (véase El naufraguito, editado por Ceferino Galán), fascinantes prontuarios de ilustración (Qué suerte, de Olaf Ladousse), apuestas dadaístas (Nueva Escocia, de Pablo E. Prendes) o combativamente incorrectos (Chuck Norris). Los hay de todos los calados, y perspectivas, líricos, macarras, poéticos, irreverentes…

Y de entre todos surge uno nuevo, Tertuliadhocs, un fanzine elaborado por los miembros de la tertulia que da nombre a la publicación, con fecha de vísperas purísimas: 7 de diciembre de 2021. Bajo la temática centrípeta del desplazamiento, en sus páginas encontramos los elementos clásicos de un fanzine: collages, dibujos, fotografías y textos, entrelazados o mirándose en comunicación estrecha. 

«Agresiones desde el exterior. Todos esos lugares comunes, esa presión por encajar con el resto. Que sería hasta cierto punto buena si no estuviera llevada al límite de la arbitrariedad y estupidez./ La niña ya no juega porque no siente frío. Su árbol desparrama raíces de un horizonte que va de su estómago a su cabeza donde el hielo detrás de los ojos ladra.»

Lo que queda en el abajo (esa línea que va transitando la zona inferior de cada página), el eclipse («tiene forma de ala, mi sombra», acompañado de esos extraordinarios collages); la teletransportación, que exige, a modo de sacrificio, piezas del propio cuerpo viajante; las mazmorras («Excavar, ahuecando en las profundidades. Levantar muros, forjar rejas, instalar cerrojos. Un verdadero derroche de recursos, poque además nadie ha oído hablar de una mazmorra única»; lo que transcurre sobre el escenario y alguien lo recoge («En la retina del espectador sigue impreso el paisaje, pero de fondo se intuyen unos brazos elevarse hacia lo alto como si fueran dos alas. El gesto del personaje es lúgubre, pero su baile despierta algo en el espectador, una especie de añoranza, un recuerdo borroso»); el «ojo que mira sobre un campo de poemas con dibujo»; lo que era «nido y verde»; la «cima de un instante» (imantada en su original, rojo llama y papel delicado como faldellín de bailarina). Lo que palpita en cada una de estas apuestas: las ascuas de una intención por provocar ese ligero estremecimiento. O temblor. O asombro que echa a rodar.

Carmen Romero, Laura García Villarejo, Arantxa Rochet, Tere Susmozas, Roberto Rochas, Pablo Liniado, Irene Sanz Sosa y Lola Viva son los artífices de este artefacto delicioso.