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Ana Fabregat

Entrevista

17 Mar 2022

Ana Fabregat, escritora

«Somos la versión (mejorada o empeorada) del niño que fuimos»

Esther Peñas / Madrid

Como un hueso de cereza (Adeshoras editorial) es un ramillete de relatos en los que los niños –adolescentes– afrontan sus miedos, encaran sus deseos, desafían los desajustes y grietas de un mundo que están conociendo. Con un estilo resuelto, su autora, Ana Fabregat (Madrid, 1967) pespunta un libro de cuentos en los que el desasosiego y la incerteza buscan la luz.  

La memoria, de una u otra manera, el miedo a perder los recuerdos, es un leitv motiv en muchos de estos relatos. ¿Por qué? 

Creo que somos, de alguna manera, lo que reflejamos en los demás, la sombra y la luz que proyectamos en otros. Eso son para mí los recuerdos, y sin ellos, nuestra existencia tendría menos sentido. Si no hemos provocado alguna huella, algo falla.

Bicho-bola, dragones, lobos feroces, corderos… ¿en qué momento lo animales se convierten en inquietantes? 

Todos forman parte de nuestra personalidad y me parece una forma de explicar lo que sentimos y que esa manera sea algo visual, cercano. En ocasiones provocan ternura, calidez, temor… depende del momento y ese instante preciso es el que genera una historia.

El miedo es una característica común a muchos de los personajes. ¿Cuál es el gran miedo de un escritor? 

En mi caso, no saber transmitir, no conmover. Escribo buscando la emoción del lector, la empatía, y para eso intento que se cuele en la piel de mis personajes y sienta lo mismo que ellos. 

Cubierta del libro«Hay ángeles entre nosotros», y también monstruos. ¿De qué depende que venza unos u otros en nuestro interior? 

De lo que hayamos vivido y también de con quién lo hayamos vivido. Es una fortuna rodearse bien porque da fuerza para enfrentarse con todo. Dar amor y recibirlo. Para mí, esa es la clave y también la espada con la que enfrentarnos a nuestros propios monstruos.

¿Qué cosas «en el mundo no pueden hacerse con los pies en el suelo»? 

Amar. No atiende a ninguna lógica. Quieres a alguien porque te hace feliz, del mismo modo que quieres algo porque te sienta bien. Escribes, lees o haces punto de cruz y eso te provoca un sentimiento positivo, de alguna manera te convierte en tu mejor versión, sin razonamientos lógicos sobre el tiempo que inviertes en ello o el resultado práctico que consigues. 

Son familias, la mayoría de las que aparecen en los relatos, turbadoras… ¿el terror siempre surge en lo cercano? 

El miedo surge por la pérdida, porque queremos lo que tenemos. Y también por las preguntas que surgen cuando imaginas un entorno parecido al que conoces y que, en algún momento, se quiebra.

De adulto, ¿uno puede regresar a la infancia? 

Rotundamente, sí. La infancia son nuestros recuerdos, las capas sobre las que hemos ido construyendo la piel que lucimos ahora. Somos la versión (mejorada o empeorada) del niño que fuimos y tenemos mucho que agradecerle, a él, y a los que nos ayudaron a ser lo que somos.

¿Cómo «poner patas arriba el orden en el caos»? 

Soñando. Dibujando nuestro mejor yo sobre el papel que hayamos elegido.

Hay quien guarda los cuadernos desde niña, «aunque eso no me haga vivir más». ¿Qué ensancha la vida? 

Hacer lo que nos gusta, pelear por lo que queremos, dejar huella. Convertirnos en nuestra mejor versión. 

Un par de autores de relatos imprescindibles… 

¿Solo dos? Poe, Calvino, Hesse, Melville, Rodari, Ana María Matute… (imposible mencionar tan pocos, imposible callarme).