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García Rodríguez

Entrevista

9 Sep 2022

Jesús García Rodríguez, poeta

«La comunidad libre que es capaz de vivir en armonía con su medio trae abundancia»

Esther Peñas / Madrid

Tras el épico Migración y la selvática Poikilía, el poeta, traductor y miembro del Grupo surrealista de Madrid Jesús García Rodríguez publica Remisión, última entrega de esta trilogía de verso frondoso, contundente, fecundo. Publicado (s) en Ediciones de la Torre Magnética, el poemario (o cosmogonía, o apocalipsis telúrico) recoge la voz de los pueblos primitivos que mantienen el vínculo con la naturaleza y hacen de la vida en común un enclave de resistencia. Reflexivo, filosófico, lírico, antropológico, botánico, biológico, y animalista, Remisión (del latín remissio, «retrocesión de un proceso») es una suerte de conjuro —solemne y celebratorio— de la libertad.

¿Qué es aquello que remite, para el poeta?

El título hace referencia en especial a esa cualidad de los entes y substancias de este universo de remitir unos a otros, de estar interconectados de forma intrínseca, siendo esa interconexión y remisión parte esencial de su naturaleza. Pero me gustaba la polisemia del término y la variedad de significados que suscita. En cuanto al poeta, en mi opinión, remite siempre a esa matriz oscura y luminosa donde nace la palabra.  

«cada acontecimiento/ es una nueva tirada de dados». ¿Qué porción tiene la voluntad en aquello que nos sucede frente al azar?

La idea de voluntad individual es una abstracción de una amalgama muy compleja; en la realidad las cosas están mucho más enmarañadas, mezcladas y confusas. Considero que se suele dar una mezcla en proporciones cambiantes de azar (entendido como combinaciones posibles de lo dado) y de capacidad de actuación (o libertad); las proporciones variarán en cada situación.   

¿Por qué es necesario (de serlo) que uno tome conciencia del azar?

Me gusta esa idea de «necesidad del azar», que parece en principio paradójica, pero que es real: el azar, al hacerse acontecimiento, deviene necesidad: es lo que el surrealismo denomina «azar objetivo». El azar, en el fondo, es solo una variación dentro de una gama de posibilidades ya inventariadas; es en el devenir (entendido como la matriz de toda posibilidad) donde se despliega de forma fundacional el juego de la realidad y del tiempo. En ese sentido, creo que es más importante por ello tomar conciencia del devenir, entendido no como azar sino como contingencia; el azar sería una subclase de ella.      

¿Qué disposición de ánimo hace falta para vivir en un materialismo poético?

El materialismo poético reúne un conjunto de experiencias y formas de experimentar lo real (lo material) y de ideas al respecto que hemos ido trabajando dentro del Grupo surrealista de Madrid, y este libro es en gran medida una elaboración poética de parte de sus presupuestos. Requiere una actitud de apertura a lo que sucede, en su pura materialidad (en su pura presencia material no mediatizada tecnológicamente) y un gusto por dejarse llevar por esa materialidad de lo dado a cada momento y por su red de referencias (la analogía).   

La segunda estancia del poemario nos habla de los espacios. ¿De qué manera condiciona el lugar nuestra vida?

Considero que en una gran medida; somos animales, dependemos del medio que nos rodea y del que hacemos nuestro hogar. Por eso creo que la extensión casi universal de los «no-lugares» urbanos es parte de la delicuescencia de nuestra civilización.  

Si «el primer acontecimiento» fue la «nada que no deseó seguir siendo nada», ¿cómo terminará todo? ¿O se extinguirá el hombre pero la naturaleza continuará?

Me resulta demasiado lejano ese horizonte, pero entiendo que, hablando de fenómenos orgánicos como la vida, la parte no puede ser mayor ni más grande que el todo, ni vivir fuera de él.  

Pienso en los kolufo, pueblo aborigen de Guinea, que conviven con los muertos. ¿Nuestra sociedad está atestada de muertos que conviven con vivos?

Sí, quizá de muertos que simulan estar vivos. Los muertos constituyen un tabú en nuestra sociedad; es una faceta más del sonambulismo de nuestra época, y de su separación de las fuentes de la vida. Los muertos representan y corporizan una realidad de la que no queremos saber nada, porque escapa a lo racional, y sobre la que carecemos ya de imaginario y de mitos que pudieran aliviarnos.   

En estos versos habita la melancolía de otras formas de vidas (más comunitarias, más en contacto con la naturaleza…), ¿hay alternativa al capitalismo? ¿Es posible la nueva alianza?

Sí hay alternativa, siempre que se desee, es decir, que un número suficientemente grande de humanos lo desee, lo desee de verdad. La «nueva alianza» de la que hablo en el libro supone reescribir el contrato social sobre bases muy distintas al actual, desplazando el eje de rotación del humano a aquello que hace posible al humano (el medio natural).

Cubierta de RemisiónSi «el culto diario es a los bienes de consumo», ¿dónde encontramos los puntos de fuga para vivir otros cultos más humanos?

De nuevo se tata de desplazar el objetivo de la pura carencia e indigencia que implican el dinero y el Estado (en tanto negaciones absolutas de lo común) a la abundancia que trae consigo la comunidad libre que es capaz de vivir en armonía con su medio. Los puntos de fuga se encuentran, para mí, en considerar a la naturaleza como un sujeto que nos engloba y en un alejamiento sistemático de esas formas de expropiación y enajenamiento que son dinero y estatalidad.      

«pero el dado esférico del devenir es capaz/ de transformarse». ¿Es posible la plena vida en nuestro sistema? 

A nivel individual, quizá. A nivel comunitario, ya solo en esos restos de culturas llamadas primitivas, algunas de las cuales son protagonistas del poemario.    

Si «solo cuidando bien la Tierra puede el humano ser libre», ¿podríamos pensar que nunca hemos sido tan esclavos como ahora?

La esclavitud pretérita era una relación directa, terrible, cruel y todavía humana con el amo; la esclavitud moderna adopta una forma muy abstracta e inhumana, sobre todo porque nos hace depender de forma abusiva de relaciones de cosas (relaciones económicas), no directamente de personas, y está permanentemente mediatizada por lo no humano (las máquinas) y por conocimientos tecnificados. Eso nos reifica todavía más, doblemente, con respecto a la esclavitud de antaño.  

«No compramos ni vendemos: regalamos». ¿Qué nos regala la poesía?

La frase remite a prácticas socio-económico-políticas y a creencias de los trobriand, en Oceanía, uno de los pueblos representados en el poemario. La poesía regala ante todo la gratuidad de la belleza y de la verdad como alimentos esenciales del espíritu.  

La poesía era de los pocos territorios en los que el sistema no había sacado rédito y, por tanto, permanecía, al margen. Pero ahora también ha hecho de ciertos poetas una rentable inversión. ¿Cómo reconocer la poesía de los sucedáneos?

La buena poesía nunca da dinero: es en el fondo su antagonismo puro. En el momento en que alguien intenta sacar rédito de ella, comienza a descomponerse, como un cadáver. Lo esencial de la poesía es la inocencia (del ser y de la palabra), y ni con dinero ni con poder puede darse la inocencia, que es justo su opuesto.     

Aparte de la temática, ¿qué distingue a cada uno de los volúmenes que componen la Trilogía de la troposfera, Migración y Poikilía?

Son aproximaciones distintas. Migración constituye, en cierto modo, la inocencia del contar, un guiño marcado a la épica tradicional. En Poikilía buscaba más contar lo mítico, y por eso sus largos versículos. En Remisión hay una tendencia muy grande (y muy buscada) a la sistematización. Pero, el fondo, es bastante similar en los tres: la gozosa inevitabilidad de la materia. Quizá en Remisión he encontrado el tono más propio y personal de aproximarme a ello, o así lo siento.    

Verde, azul y rojo… ¿los colores de cada volumen tienen un sentido?

El azul de Migración remitía al cielo, al vuelo de las aves migratorias; el verde de Poikilía a la selvas (sus protagonistas); en el caso de Remisión, me gustaba ese rojo intenso porque me evocaba el escenario de una eclosión originaria y su onda expansiva. Además, unido al negro le otorga un simbolismo político que no me desagrada.