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Albero

Entrevista

4 Oct 2022

Miguel Albero, ensayista y escritor

«Nadie recuerda a Blanca Luz porque ella se encargó de hacer política de tierra quemada»

Esther Peñas / Madrid

Blanca Luz Brum. Quizás su nombre no les diga mucho. Pero. Era una mujer con una fuerza propia de leyendas, de mitologías. Una irradiación magnética radical. Y enamoró a medio mundo (masculino) e irritó al otro medio (ellas). Vanguardista, comunista, peronista, pinochetista… pero ella, Blanca Luz Brum. Una biografía no al uso sino por entregas postales recoge la síntesis. Blanca Luz Brum: Una conversación, seis postales y una vida (Vidas Térmicas), de Miguel Albero (Madrid, 1967).

¿Podríamos decir que fue feliz, Blanca Luz?

Podemos afirmar que fue rabiosamente feliz en algunos momentos de su vida, de una forma, en efecto, rabiosa y arrebatada, que se bebió la vida en su juventud con una intensidad casi desquiciada. Pero nunca conoció la felicidad serena; la muerte trágica de dos de sus hijos impidió que su madurez fuera feliz, la condujo a encerrarse en una religiosidad exacerbada y a aislarse en sentido incluso literal (se fue a la isla de Robinson Crusoe, que le debe su nombre).

¿Por qué ese empeño suyo en que la isla de Más a tierra cambiara el nombre por el de Robinsoe Crusoe? ¿Qué leía Blanca Luz?

Blanca Luz leyó a los vanguardistas primero, a los marxistas después, y luego de todo; la desterraron a esa isla como castigo un tiempo, pero se enamoró de ella y se quedó, y el decreto por el que cambia el nombre de dos de las tres islas del archipiélago reconoce que se hace a petición de Blanca Luz. Y para que su vida terminara como empezó, con la misma fuerza, años después de su muerte un tsunami se llevó su casa y sus recuerdos.

¿Su vida está mayormente marcada por el amor, más que por el dolor?

Amores juveniles locos, dolor en la madurez por la pérdida de sus dos hijos varones. En esos amores los hubo muchos pasionales; sin duda, el gran amor de su vida fue Siquieros, como ella misma reconoció cuando este murió. Pasión política también, y ahí primero Mariátegui y luego Perón fueron sus amores políticos, aunque el segundo también pudo serlo carnal.

¿Por qué escogió este personaje, de entre todos los posibles, para escribir sobre él?

Fue un encargo de mi amigo Juan Bonilla, para esta serie fantástica de «Vidas Térmicas», dedicada a personajes poco conocidos. Una biografía de autor, se me pidió, que trasladara el interés por este personaje, y desde luego a mí me sedujo de inmediato.

«Antes muerta que discreta», dice usted de ella. Sin embargo, la muerte la deparó una tétrica discreción.  ¿Qué ocurre con la justicia poética en el caso de Blanca Luz?

Nadie recuerda a Blanca Luz porque ella se encargó de hacer política de tierra quemada: es uruguaya, pero echó pestes de país, fue comunista, pero acabó aplaudiendo a Pinochet… nunca es alguien de los nuestros, cualquiera que sean los nuestros.

«Afilada como un cuchillo sin mango». ¿Hasta qué punto era peligrosa, Blanca Luz?

Era un animal político y un animal de seducción. Y una punky mucho antes del punk. «Yo acostumbro a tirar piedras a los pájaros, y a escupir en los zapatos lustrados. Déjame desconocida, pero bastante odiada y envidiada». Ella misma se describe así mejor que nadie. Cuando aparecía en una sala, los hombres querían —todos— tenerla lo más cerca posible, mientras que las mujeres querían —todas— tenerla lo más lejos posible. Le colocaron el sambenito de ser «el colchón de América», pero nadie debe llamarse a engaño, no elegían ellos, elegía ella, capaz de seducir al personaje más interesante, que además le permitiera ejercer esa influencia en las cosas que su condición de mujer y de extranjera siempre le impedían. No es que fuera peligrosa, era un peligro andante, como Walter White, el protagonista de Breaking Bad. She was the danger.

¿En qué momento rompe ese pacto —tácito— con la vida convulsa y se adocena?

Hay un momento en el que Blanca Luz se aburguesa, deja a los poetas y a los artistas interesantes pero marginales, siempre vinculados a la política, para pasar a políticos con dinero y luego simplemente a adinerados. Sus hijos le llevan a eso, los primeros treinta años de su vida es un terremoto, después un remanso, con alguna vuelta a las andadas, como cuando ayuda a escapar de la cárcel al peronista Patricio Kelly, cuando ya era una mujer supuestamente respetable.

¿Cómo es posible que una mujer que se juega el tipo tantas veces por la causa revolucionaria acabase respaldando el golpe de Pinochet?

Blanca Luz quería estar siempre en el centro de la pomada política. Mariátegui la llevó al comunismo (afirmó que por él  podía vender una revista o empuñar un fusil), se desencantó por Stalin (desencanto descrito con esta frase maravillosa: «Saqueo, han invadido nuestra casa y un chancho se ha comido mi vestido de novia»). Siempre conservó su religiosidad, y encontró un último faro en Perón. El anticomunismo con la furia del converso la condujo a ese final tan tremendo.

De las muchas personalidades que conoció (Neruda, Frida, Picasso, Dietricht…) ¿Cuál le marcó más?

Creo que Siqueiros y Mariátegui; Siqueiros la marcó en lo personal, fue ese amor pasional que termina mal, en parte porque él la maltrataba y por eso lo deja, aunque argumentara causas políticas. Mariátegui la sedujo intelectualmente, fue su referente. Neruda nada, pese a que en Confieso que he vivido cuenta que la sedujo. Tendría que haber titulado sus memorias Confieso que he bebido, porque resulta muy baboso y borracho, y así cómo trató de seducirla, pero ella lo rechazó, por cierto con la ayuda de Lorca, que se fastidió una pierna para proteger a Blanca Luz.

Con lo mal que se llevaba con su mismo sexo, ¿cómo es posible que congeniara con Eva Perón?

No creo que se llevaran bien, se dice que Evita la echó de Argentina cuando ganó Perón, porque —también se dice— que sin Evita ella habría sido la mujer de Perón. El caso es que después de ayudar a Perón a ganar las elecciones, Blanca Luz se va. Luego escribe, en su libro más lamentable, loas azucaradas a Evita, pero porque Evita ya está muerta y ha sido santificada, y con los santos es mejor no meterse.

Entre su vida y su obra, ¿es más literaria y fascinante la primera que la segunda?

Sostengo que su gran obra literaria es su vida, absolutamente inimitable, esa es la tesis de mi libro; si haces una novela contando la vida de Blanca Luz nadie se la cree. Se escapa de un colegio de monjas en Uruguay con un poeta vanguardista, el poeta muere de tuberculosis, se va al Perú, de donde era él, con su hijo recién nacido, y conquista el centro de la vanguardia artística y política; la expulsan, se lía con Siqueiros, pasa por la cárcel, por Hollywood, termina en  Chile invitada por Huidobro, dirige la campaña de Perón de quien se supone es amante, termina en Robinson Crusoe apoyando a Pinochet. Si alguien hace una novela para describir el siglo veinte latinoamericano con un personaje así no funcionaría porque nadie se lo creería. Por eso, insisto, su gran obra literaria es su vida.

¿Qué es lo que más le fascina de esta mujer?

 Su personalidad desbordante, su arrojo, la prosa fantástica en sus cartas, donde le sale la rabia que lleva dentro, su capacidad de estar en el centro de todo. Su vida.

¿Cabe una vida en seis postales?

No, la vida no cabe ni en una de esas ristras de postales que vendían antes, como un acordeón de marcos incomparables. Y la de Blanca Luz no cabe ni en una colección de postales reunida a su vez en veinte vidas.