Compartir en redes sociales

Luis Ramos

Entrevista

2 Dic 2022

Luis Ramos de la Torre, escritor

«La cosmovisión de Claudio Rodríguez va desde el asombro y luz iniciales hacia la contemplación hospitalaria»

Esther Peñas / Madrid

Claudio Rodríguez (Zamora, 1934-Madrid, 1999) es uno de los poetas más conmovedores e intensos de la segunda mitad de XX. Desde su primer libro, El don de la ebriedad, fue tejiendo un territorio de comunión con la naturaleza, con el asombro de estar vivo, con la lumbre de quien es honesto consigo. La editorial Chamán acaba de editar un ensayo sobre vida y obra de este zamorano, escrita por Luis Ramos Torres (Zamora, 1956), Hacia lo verdadero (Cercanías a la vida y al arte en la poesía de Claudio Rodríguez). Con él hablamos para adentrarnos un poco más en ese ensayo. 

A su juicio, ¿qué tiene el decir de Claudio que lo distingue de los otros poetas de su generación?

Sin entrar, de momento, en el controvertido concepto de generación y con el discurrir del tiempo, la poesía singular y reveladora de Claudio Rodríguez lo ha convertido en un autor español clásico y necesario que nos lleva a considerarlo como uno de los mejores poetas del siglo XX, convertido por su vigencia e importancia en un poeta universal a partir de una cosmovisión orgánica aparentemente local.

Aunque ya el propio concepto de Generación de los 50 es problemático, ¿podría incluirse a Claudio en ella?

El problema de las generaciones literarias como modo de englobar en un espacio y un tiempo determinado a los autores más o menos coetáneos, solo ha conseguido encasillar desde los púlpitos culturales ciertos modos de escritura que normalmente no suelen tener nada que ver entre sí. El caso de Claudio Rodríguez es el de un autor que puede coincidir más o menos en diferentes espacios culturales y literarios con sus coetáneos, pero que no tiene nada que ver con ellos salvo el momento político, social y cultural que les fue tocando vivir. Una cosa son esos avatares vivenciales y otra muy diferente su modo de escribir poesía y sus referentes y contenidos conceptuales y literarios.

¿Podríamos decir que su poesía está impregnada de un misticismo laico?

Considerando la importancia que en su tiempo tuvo la cultura del catolicismo, vivida y sentida siempre como educación y formación, y dado el interés que el mundo de lo sagrado y todo su aparato conceptual tuvo siempre en las lecturas y en la cosmovisión de nuestro poeta, todo eso puede haber llevado a varios estudiosos de su poesía a buscar una relación directa de su obra con el mundo de la mística y todos sus antecedentes culturales. Sin embargo, en el caso de Claudio Rodríguez tenemos que hablar de una antropología poética no soteriológica y de una poesía natural y orgánica centrada en la importancia de la materia y lo telúrico, la luz y la claridad que de todo ello se deriva. No hay ni mística ni laicismo sino la participación de un poeta a través de su palabra en el sacramento de la materia siempre ofrecida.

Hay un tono en su poética que, sin dejar lo telúrico, lo luminoso, se muestra un tanto más desengañado con los años, ¿por qué?

Porque, con el ejercicio de la vida y en la ejecutividad de una poética sustantiva en tránsito siempre «hacia lo verdadero», su cosmovisión irá desde aquel asombro y luz iniciales hacia la contemplación hospitalaria, siempre al lado del amor, del dolor y de la alegría ofrecidos; y desde la participación con la vida y las cosas sencillas hasta la meditación reveladora y la constatación en el canto de la herida salvadora.

¿Qué diálogo puede establecerse entre la vida y la obra de Claudio?

A la hora de reflexionar sobre la obra de Claudio Rodríguez, una de mis preocupaciones esenciales ha sido saber que nos encontramos con un pensamiento conformador de una antropología poética centrada en la cercanía de las cosas y la gente con las que vivió (familia, amigos, compañeros…), y todo ello en su caminar fue consolidando y dando relevancia a la peculiaridad de su vida; y no me refiero solo a la biografía, sino al concepto vida y a la herida que con ella arrastra en toda su extensión. No es de extrañar, pues, que este sea un término y un concepto -la vida-, de los que más vigencia y relevancia tienen a lo largo de toda su obra y su pensamiento. 

La relación entre la vida y el canto es clara y esencial, pero como bien dice él mismo en el poema «Salvación del peligro» de El vuelo de la celebración: «Peligrosa la huella, la promesa / entre el ofrecimiento de las cosas / y el de la vida. // Miserable el momento si no es canto.»

Cubierta del libroLa muerte de su hermana, de su madre, su mujer… ¿Cuáles fueron los episodios vitales que más le marcaron?

A poco que se ahonde en la obra de Claudio Rodríguez, la presencia del amor, de la alegría y, por supuesto, del dolor y de la muerte, es un hecho altamente relevante no solo por la carga de la herida salvadora que define su canto, si no por ser también fundadores de su modo de escribir y vivir caminando con el peso y la lucidez que todo ello trae consigo. 

A su madre, desde una relación problemática, le dedicó su primer libro, Don de la ebriedad; a su hermana, y a todo lo que le aconteció –sin citarlo- les dedicó su cuarto libro El vuelo de la celebración; a Clara Miranda, su mujer y desde la vigencia del amor, le dedicó su tercer libro, Alianza y condena; y si a todo ello sumamos el hecho de que su segundo libro, Conjuros, se lo dedicó a su maestro y padre poético, el hoy tan tristemente olvidado Vicente Aleixandre, podemos entender de forma clara cómo influyeron todas estas personas en la vida y la obra de nuestro poeta.

¿Ocupa, a su juicio, el lugar que merece la obra del zamorano?

Todavía hay algunos críticos y lectores que se resisten a entender y valorar debidamente la vigencia y la actualidad de Claudio, pero la razón y los hechos nos llevan a pensar que cada vez se reconoce con mayor eco –y no solo en nuestro país, por supuesto- que nuestro paisano es un ya clásico de la poesía española y uno de los poetas más importantes del siglo XX junto a poetas tan relevantes como Antonio Machado, Lorca o Miguel Hernández. Ese es su lugar.

La voz de Claudio Rodríguez ¿ya está cuajada en su primer libro de poemas, Don de la ebriedad?

Soy de los que pienso que su primer libro es un hallazgo maravilloso, producto de sus primeras y amplias lecturas y del asombro juvenil que desde un pensamiento poético caminero y en sazón se revela a un ser tan especial y en sazón como era él. Pero su voz se va cuajando con el paso de la vida, yendo desde el asombro a la contemplación y de ahí a la meditación reveladora hasta llegar —a partir de una poesía aventurera centrada en la participación— a dos libros de poemas conmovedores y de alta factura como son su quinto libro canónico, Casi una leyenda, y el sorprendente, vital y abierto Aventura, que tristemente quedó por terminar.

Pese a que fue fugaz su afiliación al Partido Comunista, ¿mantuvo ese compromiso político a lo largo de su vida? 

Claudio Rodríguez fue siempre una persona con un alto contenido ético y un compromiso moral con su vida y su obra, siempre en pos de la mejora de todo y de todos los que le rodeaban. La filiación o la pertenencia política a una determinada organización no entraban dentro de sus objetivos; ahora bien, a poco que se le conociera, quedaba claro de qué lado había estado siempre. Basta adentrarse en los poemas de Alianza y condena, por ejemplo, o en los de Casi una leyenda, para comprenderlo y entender el compromiso de su pensamiento.

Más de allá de Dámaso Alonso y Aleixandre, ¿quiénes eran sus custodios poéticos, los poetas que más influyeron en él?

En principio, los poetas franceses como Rimbaud fueron fundamentales para su concepción del ritmo y del hacer poéticos, así como los clásicos españoles Fray Luis de León o San Juan de la Cruz respecto del lenguaje; pero su agradecimiento literario a poetas como Pedro Salinas o Blas de Otero son cruciales para él, sin olvidarnos de los poetas ingleses como Wordsworth o de la cercanía con Dylan Thomas, por citar algunos de los más relevantes. No obstante, conviene resaltar que la singularidad de su cosmovisión poética y el orbe conceptual que desarrolla lo alejan claramente del concepto de influencias.

¿Qué ha aportado la lectura del maestro a su vida?

Para mí, el hecho de haber conocido a Claudio Rodríguez como persona y como poeta; de poder asombrarme de continuo con una obra que siempre está reciente y te espera con los versos abiertos para que entres en ella como lector; de poder reflexionar y estudiar sus posibilidades en los diferentes ensayos y artículos que he escrito, no solo desde el aspecto poético sino filosófico y de pensamiento; y de haber puesto música, también, a diez poemas suyos en aquel trabajo musical de 2007 titulado El aire de lo sencillo, han hecho que, desde la mejora que siempre persiguió, Claudio Rodríguez haya sido y siga siendo para mí una de las claves imprescindibles de mi formación como persona,  escritor y poeta.