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Marisa Mañana

Entrevista

16 Ene 2023

Marisa Mañana, escritora

«Se escribe a ras del deseo, de los miedos, de las obsesiones, de la ideología y, sobre todo, de la identidad»

Esther Peñas / Madrid

Como nosotros (Mil madres) es un entrado de cuentos en los que con una sutilidad de sinsonte los distintos narradores que lo pueblan van dando cuenta de algunos conflictos con los que convive el ser humano desde tiempos inmemoriales (el miedo al otro, el abuso de poder, la mujer como sujeto inferior…) y también recientes, siquiera desde el punto de vista terminológico, como la transfobia. Tiznado de un erotismo sofisticado en tanto impregna el relato sin hacerse protagonista. Su autora, Marisa Mañana (Niefang, Guinea Ecuatorial) nos detalla estas y otras cuestiones. 

¿Qué es lo peor de cuantos padecen "La enfermedad de los sanos"? ¿De qué modo escapar del Instituto Nacional del Confort y el Crecimiento Personal?

Casi nadie quiere transitar, al menos alegremente, por aquello que le da miedo. A veces, lo que más tememos es lo que más deseamos, lo que más nos cura, lo que más nos hace crecer. Me parece lógico huir de las sombras, desinfectarlas como si fueran virus o exagerarlas. Pero qué descubrimiento cuando agarras una linterna, arrojas luz sobre ellas y desaparecen, o se convierten en otra cosa. Para el piloto, que es el protagonista de ese relato, «La enfermedad de los sanos» es más o menos leve, pero teme que se agrave. En el fondo, sabe lo que tiene que hacer para estar bien, para disfrutar, aprender, crecer, pero le da pereza, o puede que miedo. Un poco en la línea de Edgar Cabanas y Eva Illouz en Happycracia, llega a preguntarse: ¿por qué es obligatorio ser feliz? Lo peor para él es que siente el riesgo: puede que al final le acabe gustando esa mutación que sufre. 

Siguiendo en este primer relato, ¿qué precio se paga por vivir dentro del sistema?

Gloria Fuertes hablaba del infierno tranquilo frente al paraíso inquieto. Ese Instituto Nacional del Confort y el Crecimiento Personal que aparece en el relato (INCREPE) es una trampa o una salvación. Cada quien valora y decide qué quiere, qué le compensa o qué le pone. Todo depende de qué deseamos. Hasta ahora, el piloto ha preferido el infierno del sistema por sus cómodos plazos para toda la vida. El paraíso inquieto es más difícil de sobrellevar, de transitar, de vivir. Pero una vez que se ha asomado, ya no puede dejar de ver, de saber. 

¿Es posible vivir al margen de él?

¿Quién puede mantener una pelea constante con su entorno? ¿Quién quiere buscar otras amistades, otra familia, otra pareja, otro trabajo? También es difícil que una misma, uno mismo cambie. Pero el piloto intuye que es posible. Decía Dulce Chacón en Algún amor que no mate: hay huecos que puedes rellenar tú misma; hay huecos que no podrás rellenar jamás. La utopía es así de dialéctica.

¿A ras de qué planeta se escribe?

A ras del deseo, de los miedos, de las obsesiones, de la ideología. El planeta más importante para mí es el de la identidad. Tanto da que escribamos sobre algo que nos ha ocurrido de verdad o sobre algo que nos gustaría, que sea improbable o que desconozcamos. Supongo que, en el fondo, siempre nos preguntamos quiénes, de dónde, por qué somos. 

«El nueve no lo asusta, pero le sorprende. ¿Mera casualidad?»: ¿Cuánto de azar hay en la escritura?

Hace más de veinte años, pensaba que escribir era sentarse, escuchar el dictado de la musa y transcribir sus palabras. Luego descubrí que escribir es como el amor: al principio, no tienes que hacer nada; te arrastra la intensidad y te dejas llevar sin esfuerzo. Después, a medida que incorporas técnicas, lecturas, trabajo, sueños o experiencias, tienes que poner de tu parte cada vez más para hacer algo mínimamente decente. El amor es también como las plantas. Hay que regar y cuidar. Yo tengo un montón, más de sesenta. Como están en la terraza, sobreviven las que resisten el frío y el calor extremos, pero las riego, las podo, hago trasplantes y cambio o relleno la tierra para que estén lo más hermosas y frondosas que sea posible. En realidad, soy muy anárquica; los personajes y las atmósferas salen porque sí, pero llega un momento en que acabo decidiendo un tono, un escenario, unos personajes, un tema. 

Ejemplares de 'Como nosotros'¿Qué nos recuerdan las cicatrices –Queloides-?

La edad, los compromisos, los vínculos. El inconsciente y los deseos ocultos son como cicatrices. Cuando empecé a psicoanalizarme, pensaba que de la terapia surgiría la gran Marisa, como si me escondiera en una cueva para resurgir años después cual ave fénix. Con el tiempo, descubrí que después de curar las heridas quedan cicatrices, esas marcas que, a través de la escritura, se convierten a veces en hermosos queloides.

A propósito del relato de Brujas. ¿Todo libro es, de alguna manera, un aquelarre?

Me encanta esta pregunta, Esther. Y me gustaría que el libro fuera un aquelarre implícito, sutil, contra la normalidad. Me temo que no todos los libros lo son, pero sí creo que, de algún modo, muchos aspiran al aquelarre. En la fase de revisión, estuve a punto de eliminar Brujas del libro. Me convenció de lo contrario Julio Espinosa, mi editor: no quites ese relato, cambia el final. Y no sabes cuánto me alegro. Puede haber muchos tipos de subversión, ojalá ese relato, o el libro mismo, tengan algo de eso. 

¿Hay que huir de Los normales o tender a imitarlos?

Hay que saber que están ahí. Y también saber cuánto tenemos cada quien de normales. Porque en el fondo, todos lo somos. Es en la construcción donde podemos desviarnos un poco. Por eso no está mal estudiar nuestro cuerpo, nuestra psique, a quienes nos rodean, el entorno. El conocimiento es una de las claves que sirve para casi todo. 

¿De qué cura –si es que lo hace- la escritura?

Seguramente depende de la fase en la que nos encontremos. Al principio es como una droga benéfica que cura de lo cotidiano. Luego, nos enferma de narcisismo y de ombliguismo. Pero con paciencia se puede convertir en un modo de vida. No desde el punto de vista económico, sino más profundo. Decía Julia Kristeva que solo está vivo quien escribe, se psicoanaliza o está enamorado. Si a mí me cura de algo, es de la muerte por inanición. 

Uno de los elementos que impregnan el libro es cierto erotismo, a veces insólito, a veces explícito. ¿De qué modo, y hasta qué punto es posible, escribir con el cuerpo?

Me gusta pensar que la lectura es el contagio de una experiencia. Me gusta plasmar los sentidos, las sensaciones físicas y las sensaciones psíquicas. Me gusta evocar pensamientos e ideas borrando (en la revisión) la palabra que los define, que los conceptualiza. A veces yerro, pero otras veces… ¡plop!, se produce el efecto. Mejor dicho, un efecto, pues la lectura es también una conversación en ausencia entre quien escribe y quien tiene el libro en sus manos. Y para estimular el cuerpo de los lectores, necesito mi cuerpo y el de mis personajes. La vida pasa por el cuerpo. Decía Marguerite Yourcenar: «El corazón es algo sucio, como la mesa de un anatómico o de un carnicero. Prefiero tu cuerpo». Y también: «mi cuerpo, ese compañero fiel, ese amigo más seguro y mejor conocido que mi alma». Sí, definitivamente: escribo gracias a las sensaciones físicas que, en mi opinión, son un trasunto de las emociones y los pensamientos. 

Uno de los últimos libros que te ha emocionado…

Me cuesta muchísimo elegir un solo título. Diría siempre Ojos azules, de Toni Morrison, lo releo casi cada año. Pero también tengo que mencionar Escrito en el cuerpo, de Jeannette Winterson, a quien descubrí en el artículo «¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?». El libro que ahora me tiene atrapada es El otro lado de la montaña, de Minna Salami que, junto con Happycracia, de Cabanas e Illouz, provocan un efecto en mí: estoy volviendo a recordar los sueños cuando despierto.