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Escapa

Entrevista

18 Ene 2023

Pablo Andrés Escapa, escritor

«La impaciencia y la imaginación son refractarias»

Esther Peñas. Fotografía: Isabel Wagemann / Madrid

De entre las novedades literarias, la mayoría crueles, bárbaras, con mimbres de autoficción, distópicas, Pablo Andrés Escapa (Villaseca de Laciana, 1964) se desmarca con un libro de relatos en los que la imaginación, la ternura y el tiempo de la lumbre sostienen la narración. Herencias del invierno. Cuentos de Navidad (Páginas de Espuma), con ilustraciones de Lucie Duboeuf, nace de un encargo, el de la directora de la Real Biblioteca, María Luisa López-Vidriero, al proponerle escribir un cuento de Navidad para el boletín bibliográfico de la institución. Cumplió su tarea, y siguió tirando del hilo.

¿Qué cambia a la hora de escribir de hacerlo desde lo luminoso —la Navidad, por ejemplo— a hacerlo desde esa autoficción tan en boga, descarnada y feroz?

Un mayor compromiso con la fabulación pura y algo de humildad para saber que no somos el centro de la fábula, por más que le demos voz.

¿Se nos ha agotado la imaginación?

Nos hemos acomodado a lo inmediato. Imaginar lleva tiempo y expresarlo con palabras, más. La impaciencia y la imaginación son refractarias. 

A este respecto, ¿qué hemos perdido al convertirnos en incrédulos radicales?

La posibilidad —también radical, por no decir cerril— de despegarnos de la realidad más mostrenca.

Si el vaivén de una mecedora «aviva la conciencia», ¿qué estimula la lectura?

La certeza de que a la vida no le bastan las recetas, las consignas ni las fórmulas que la quisieran explicar y que la literatura ofrece caminos insuperables para ahondar en ese arduo laberinto de la existencia.

¿Cómo saber que el deseo que se pide es el correcto?

No pidiendo más de lo necesario.

En general, como sociedad, ¿nos falta luz, como al nacimiento del último de sus cuentos, «La estrella»?

Yo diría que nos sobra pirotecnia, que es una manera de disolver la luz con falsos resplandores.

Pienso en Micaela, uno de sus personajes; ella lo tuvo fácil, pero ¿cómo reconocer a un mago?

Los buenos magos no advierten de su presencia, pero dejan hecho un prodigio que se descubre cuando ya no están.

Para que aparezca la magia en la escritura, ¿cuánto de disposición de ánimo, de azar y de talento se quiere?

De azar, ninguno. El talento, sin duda, ahorra esfuerzo y la disposición de ánimo puede contribuir a perseverar. Si todo ello desemboca en un trabajo honesto, lo cual quiere decir exigente, es posible que la magia asome por alguna página.

«No hay camino, por corto que sea, sin su cordel de amenidades». ¿De qué depende que ese camino llegue a buen puerto, y que el puerto, equivocado o exacto, no importe?

Homero ya sabía que el mejor puerto —si no el más verdadero— es viajar.

Pienso en el cuento de «Fuelle». ¿Qué nos aporta la música? 

Si es buena, suspende el ruido. Nada menos.

En literatura, ¿pesa más la música o el silencio?

Las dos condiciones. Para que se oiga el silencio tiene que haber sonado antes la música. 

¿El último libro que le haya conmovido?

Un cuento de Zweig, «La colección invisible». Ofrece una lección de piedad que pocas veces he visto expresada con mejor acierto simbólico, con más hondura y con más exquisita elegancia.
 

(Entrevista publicada en 'cermi.es')