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Cubierta de 'Qué mundo tan maravilloso'

Entrevista

18 Sep 2018

Lola López Mondéjar, escritora y piscoanalista

“Acercarse a la verdad de lo humano es perturbador siempre”

Esther Peñas / Madrid

Reclamando el derecho a convivir con la ambivalencia, a romper el discurso de que el amor es esférico, porque no lo es, es anguloso (a veces como un invierno con alfileres) sin que eso signifique mengua en la intensidad o la calidad del mismo, Lola López Mondéjar nos presenta –con enorme retranca en el título- ‘Qué mundo tan maravilloso’ (Páginas de Espuma), once relatos albardados de ternura en los que, de alguna manera, sí hay espacio para lo maravilloso … de otra manera.

¿De qué depende que el mundo sea maravilloso?

Es una pregunta muy difícil, pero uno de los hilos conductores del libro trata de responderla. En efecto, a pesar de que el mundo no es maravilloso, la posibilidad de que lo sea tiene que ver con el lazo social, con nuestra capacidad de unirnos a los otros, de superar las contrariedades, los conflictos, a partir de algo tan liviano y extraño como son los afectos; sin ellos, sin el vínculo, el mundo no podría ser habitable.

Afectos. Nos sustentan pero no son perfectos y, sin embargo, nos empeñamos en que tiene que ser redondos…

Exacto, hay una idealización del mundo afectivo en Occidente, una idealización romántica; en muchas de mis novelas he ido contra el amor romántico por irreal, porque es un territorio paradisíaco que no existe. Los afectos humanos son profundamente ambivalentes, y el otro siempre tiene aristas para nosotros, el otro nos incomoda siempre, por más afín que sea, por más que se ajuste a nosotros siempre va a ver un momento disruptivo, y si no sabemos hacer que el lazo que tenemos con esa persona, ese puente, ese contacto afectivo, sobreviva a los ataques de la realidad nos quedamos sin nada. Por eso el libro está lleno de conflictos, en el amor, con los amigos, con los hijos…

Los personajes, ¿también tienen aristas para el escritor?

Sí. A veces son los secundarios los que más se te rebelan, pero está muy bien,  si no, la escritura no merecería la pena, porque si la escritura fuera racional, milimétrica y programada no tendría sentido escribir, porque ya sabría anticipadamente qué texto voy a producir. Esas aristas de los personajes son las que me interesan, me descubren cosas.

Me ha emocionado encontrar una cita de Lévinas, un filósofo que admiro muchísimo, y que sustentó su pensamiento en la importancia del rostro del otro. ¿Qué importancia tiene el rostro del lector cuando se está escribiendo?

He pensado esto un poco, pero no exhaustivamente. Pienso en mí como lectora, y creo que es más una voz que un rostro. Cuando leo un texto, la voz lectora no es tu propia voz, es una voz que se mimetiza con la música del propio texto; cuando estoy escribiendo, esa lectura mía me da la voz del lector, al que nunca he puesto rostro, pero sí voz. Es una voz musical, que me acuna, como una nana, y busco una prosa que acune al lector. Así que escucho esa voz que es la que el lector va a escuchar. 

Acunar. Me ha llamado la atención en el libro la ternura en la que están envueltas las historias…

¡Qué bien que lo hayas visto! Me emociono… Para mí es lo más importante. Después de escribir ‘Cada noche, cada noche’ (Siruela), con esa voz tan firme, tan empoderada, sin contacto humano, salí con un deseo de vínculo con las personas, con deseo de subrayar lo positivo, la ternura y el afecto. 

Es que si no hay ternura, ¿para qué nada?

Sí, estoy de acuerdo, no merece la pena vivir si no hay ternura. ¿Para qué vivir en medio de un desierto? Por eso, el del libro, es un mundo exuberante, porque es un mundo habitado por plantas, animales, porque no quiero el desierto de falta de ternura, quería que se respirase la ternura incluso en los momentos de conflicto, momentos en los que siempre hay reparación, un giro reparador, y quería que se viera el giro reparador más que el propio conflicto, porque las dos caras de la monedas conforman la vida.

Reparar. Hay un problema en el momento que vivimos Se nos enseña a no reparar las cosas, a gestionar las emociones. ¿Qué sucedería si empezáramos a pensar con el corazón?

Todo cambiaría. Pensar con el corazón implica hacernos cargo, poder identificar nuestra vulnerabilidad, todo esto de lo que estamos hablando tiene que ver con que hay una fantasía de invulnerabilidad, muy presente en el mundo de hoy, donde todo tiene una obsolescencia programada. Un mundo sostenible es un mundo que cuida las cosas, las relaciones, pero en el capitalismo neoliberal no lo hacemos. El problema es que esta mecánica de mercado, útil para vender muchos muebles, aunque acabará con el planeta, incide en la producción de sujetos, e inoculan en los hombres y mujeres ese discurso imaginario, tecnológico y capitalista, y acaban por no cuidar los afectos, les hacen creer que pueden prescindir de los lazos porque siempre hay otros lazos prometidos que serán mejores, y esto produce un daño irremediable que tampoco se puede percibir desde dentro y, a la larga, produce una robotización humana. Tengo pacientes (mayoritariamente varones, aunque empieza a suceder con las mujeres) que consumen relaciones sexuales sin parar hasta que se dan cuenta de que se han convertido en seres fríos. No se pueden ‘tirar’ las relaciones, hay que dejar que penetre en ti el afecto, el lazo, de otro modo se produce un adelgazamiento del campo afectivo.

Y si duele, pastillas…

Ese sistema de salud cada vez contempla menos la atención psicológica, así que nos recetan más pastillas. Ese sujeto mecanizado es un sujeto perfecto para el capitalismo globalizado, porque no tiene lazos y se puede desplazar, deslocalizar, su vida va con su portátil. Eso es un triunfo inmenso del capitalismo sobre la subjetividad. Los que no se adaptan quedan por fuera, en los márgenes.

Inmenso comienzo de relato: “De todos los amantes que había tenido a lo largo de su vida, Marisa se había casado con el hombre a quien menos amaba”. ¿Por qué en ocasiones hacemos justo lo que menor creemos que queremos hacer?

Por qué… porque estamos sobredeterminados por fuerzas que no conocemos, porque hay una fantasía de control sobre nuestras vidas, que forma parte de la supuesta invulnerabilidad, que es falsa. La vida es una partida de ajedrez que se juega a los dados, dijo alguien que ahora no recuerdo. Creemos que controlamos la vida y que elegimos, pero siempre elegimos por otras razones inconscientes que desconocemos. 

Es que me parece que Marisa, la protagonista del cuento que cree haber elegido mal, ha hecho la mejor de las elecciones posibles…

Sí, se da esa paradoja, cree que elige mal, pero no. O no del todo. Este tipo de reflexión me resulta literariamente interesantísima.

¿Cómo sabe uno, en la vida y cuando escribe, que está tomando la decisión correcta?

Si empezamos a pensar con el corazón, a pesar de la sobredeterminación inconsciente de nuestros actos, se produce una escucha atenta de las voces que nos habitan que no son racionales, pero que nos indican, por lo menos en ese momento, que no nos equivocamos. Las decisiones no siempre son racionales, hay que contemplarlas de forma holística, como una unidad, porque no somos unívocos ni únicos, por eso es difícil elegir, y por eso el libro está lleno de dudas, por esa multiplicidad. El humano es múltiple, pero si empezamos a pensar con el corazón y sentimos y aceptamos nuestra fragilidad, escogeremos mejor. No es fácil…

El amor que se refleja en estos relatos también está impregnado de ambivalencias, incorporadas no como un problema sino como una necesidad buena.

Es que las mujeres somos esclavas del romanticismo, y el romanticismo es un amor sin aristas, un propuesta fantasiosa, ficticia; y los personajes confrontan el ideal con lo real, y sienten dudas. La pareja, además, es una construcción, y hoy en día apenas aguanta el primer problema con el que se encuentra, cualquier pequeño conflicto la deshace, y así no se puede construir nada. 

Disculpe la asociación, pero leyendo el cuento de ‘Pipa’, recordé que hay una empresa española, ubicada en Sevilla, que surte de vaginas artificiales a toda Europa, con una facturación que supera los diez mil millones de euros. ¿Por qué esa querencia hacia lo sucedáneo, en todos los órdenes de la vida, también, claro, en lo literario?

Porque acercarse a la verdad de lo humano es perturbador siempre, y simplificarla reconforma. En literatura, el código best seller te da una visión de algo que tú ya sabes, no va más allá, no te interroga. Y eso, como dices, en todos los órdenes, en la música, también…

Menciona en un relato a Caetano Veloso…

Me acuna, Caetano en mi familia es alguien especial, lo hemos cantado juntos en momentos de fusión y placer familiar 

En el relato de ‘Pipa’, se ve muy clara la mentira. ¿Qué lugar ocupa en la literatura y en la vida real la mentira?

Es que creo que todo es mentira, es decir, no creo que haya diferencia entre ficción y la verdad, no existe, cualquier relato es mentiroso, es una memoria inventada. Nietzsche decía: “No existen los hechos, sino las interpretaciones, y esto también es una interpretación”. Nuestro cerebro tiende a creer los relatos que tienen sentido por encima de la verdad, esto es una conclusión de un experimento neurológico, no una opinión mía. Estamos anhelantes de sentido, por encima de la verdad, y el sentido cierra y nunca es capaz de apresar la multiplicidad de los factores de la realidad, luego también es ficción. Y en la vida igual, sin ficciones, sin relatos con sentido no podríamos sobrevivir. El hombre está desamparado y se inventa el sentido de las cosas que desconoce. Vamos a ver, dicho esto, sé que existe la mentira. Cristina Cifuentes mintió, pero ese tipo de ‘mentiras’ no me interesan. La mentira estrictamente se produce cuando sabemos una verdad material que  voluntariamente alteramos, pero la mayor parte de las veces la alteramos involuntariamente.

Los personajes se mueven en busca de cierto asombro que dé sentido a lo cotidiano, o que lo haga resplandecer, al menos…

Sí, son personajes exigentes…

… pero no lo saben…

No, no lo saben, tienes razón, pero lo son, de ahí la desconfianza de, por ejemplo, la mujer en ‘La Sibila de Cumas’, que se pregunta si está viviendo la vida que quiere vivir, o en otro cuento otra mujer se pregunta si vive el amor que quiere vivir. 

También son personajes que actúan. 

Me interesa mucho la historia de ‘Desconfianza’, que se interroga a propósito de ese ‘click’ que se activa y nos coloca en la desconfianza, y me interesa mucho si esa desconfianza que se pronto se produce viene de parte del otro o de nosotros. Y es, curiosamente, de los pocos cuentos en los que la duda se cierra. Hay que ser exigentes con la vida.