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Música

Entrevista

26 Abr 2021

Pablo Martín Coble, poeta

«Adonde se regrese, hay que hacerlo preparado»

Esther Peñas / Madrid

«Para que todo se duplique o se divida,/ regreses o te vayas,/ he invitado a la brújula a trazar un camino/donde no haga falta volver la cabeza/ y contemplar dónde estuvo el comienzo.» Estos gentiles versos pertenecen a un poemario, Música (El sastre de Apollinaire), de cierto aire visionario, una especie de zarabanda entre el lenguaje y sus nidos, sus escotomas, su poder demiurgo, y la mirada sobre el mundo. 

¿A qué suena la música del poema?

«Música» suena a golondrinas de Becker, a calle, a segundo movimiento, a madre, a Madre y a mujeres en resistencia, en este orden.

¿Qué sucede si uno escribe cuando «nada está en su sitio»?

En el instante siguiente a que sucedan las cosas, siempre algo ha cambiado. El que escribe siempre trabaja con la realidad cambiada, deja constancia de recuerdos y de olvidos, crea un relato del mundo y, a veces, algo recoloca.

Cuando «el instrumental» del equipaje vital «se ha deteriorado», ¿qué conviene hacer con él?

Habría que conservarlo y, a veces, revisarlo, no siempre. En lo deteriorado hay mucha belleza, en lo ya inservible está grabado el paso del tiempo, y volver a ello nos ayudaría a conocernos mejor a nosotros mismos, pero es imprescindible que su presencia no nos dañe. 

Si «estar solo se dice con luz publicitaria», ¿cómo se ilumina la compañía?

La compañía se ilumina con el contacto. La actualidad no nos ayuda mucho en este aspecto, en el mejor de los casos, la pandemia nos ha separado, ha reventado ciertas gestualidades de grupo. Ha acelerado también la utilización de otros métodos de contacto que harán cambiar la luz de las relaciones, esperemos que no sea demasiado publicitaria.

«Llorar en la ciudad/ es un negocio inútil», ¿pero necesario?

Llorar no debería ser necesario, pero dentro de la ciudad, en el ritmo cotidiano del no parar de la sociedad occidental, y más ahora, en tiempos de pandemia, al final, en algún momento lloras porque te preocupas, te cansas, te desesperas. Es bueno en estos casos, tener alguien a tu lado que te comprenda.

¿Cuál es «la fuerza de los símbolos»?

Un símbolo tiene más fuerza cuanto más abstracto es lo que simboliza, y cuando es capaz de llevar sus significados autónomos, y tantas veces alejados de lo originalmente simbolizado, a conquistar geografías y culturas. Proliferan los símbolos y casi todos son muy peligrosos. 

El poeta, cuando escribe, ¿lo hace desde la melancolía o cierta nostalgia o desde un deseo?

Esto es difícil de decir, cada poeta escribe desde lugares distintos y por causas diferentes. Creo que escribir desde la nostalgia, en el sentido de la pena por lo perdido, tiene poco recorrido. El deseo es más potente, es el impulso por lo que todavía no se tiene, y es motor de vida. 

La idea de regreso está muy presente en el poemario, ¿cuándo y a dónde conviene regresar?

Está presente y es como un anhelo. Es muy difícil regresar a ninguna parte, cuando se intenta, se llega a lugares muy distintos a los que pensábamos, volver sobre los pasos perdidos, como el personaje de Carpentier, tiene mucho riesgo. Adonde se regrese, hay que hacerlo preparado.

«Recuerdo y olvido tienen el mismo origen», ¿qué cosas uno no ha de olvidar nunca?

Tienen el mismo origen, son la misma cosa, son las herramientas que utiliza nuestro cerebro para construir el relato de los que somos.
Nunca debiéramos olvidar a las personas.

También hay una recreación de la espera que atraviesa el poemario. ¿Qué disposición de ánimo se requiere para afronta la espera?

En la actualidad es tan difícil esperar. Todo es tan vertiginoso, siempre tenemos tanta prisa, que es difícil encontrar el hueco para ejercitarse en la espera. Creo que esperar nos aporta beneficios, nos estructura el deseo, nos prepara para no detenernos cuando conseguimos algo, para seguir.