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Elisa McCausland y Diego Salgado

Entrevista

30 Dic 2019

Elisa McCausland y Diego Salgado

“Apostamos por un feminismo del extrañamiento, de lo que no puede ser catalogado y tiene un mayor poder para cambiar y cambiarse”

Esther Peñas / Madrid

¿Les place vagabundear por el género de la ciencia ficción rastreando la huella (o su ausencia) feminista? El tránsito interestelar discursivo lo guía la periodista Elisa McCausland y el crítico de cine Diego Salgado. Barbarella, Úrsula K. Leguin, Margaret Atwood, Imperator Furiosa, Octavia E. Butler, Thea von Harbou, Ripley, Barbara Kesel, Mayor Kusanagi… hasta a Scarlett Johansson saludaremos durante el trayecto. Por cierto, la lectura puede resultar fatalmente adictiva y sorprendente. Quedan avisados. Destino: Supernovas. Una historia feminista de la ciencia ficción audiovisual (Errata naturae).

Las Supernovas… ¿se acercan más a la filosofía del Me Too –que no deja de contener cierta moral victoriana- o al feminismo francés, menos amigo de normativizar las relaciones?

Una pregunta compleja para empezar… Desde luego, Supernovas como Ellen Ripley, Sarah Connor o Motoko Kusanagi se posicionarían sin duda ninguna favor de las denuncias contra los abusos de todo tipo que puedan producirse en las esferas pública y privada contras las mujeres. Otra cosa es que algunos ámbitos, en particular las redes sociales, hayan propiciado en los últimos años ciertos estados de pánico o alarma moral, de tintes a veces conservadores y nada favorables al debate. En cuanto se refiere a los ámbitos de la cultura popular y lo especulativo, en definitiva, de la ficción, en Supernovas nos posicionamos desde el prólogo por una mentalidad abierta, desprejuiciada, que creemos favorece lecturas mucho más interesantes (y divertidas) de la historia de la ciencia ficción producida para el cine, la televisión, los videojuegos o los cómics. Si nos ponemos estrictas, son pocas las películas o series que puedan presumir de argumentos feministas. Ahora bien, si se deposita una mirada curiosa sobre el género, te encuentras cada dos por tres con muchísimas sorpresas, contradicciones y ambigüedades, que dan para especular páginas y páginas.

Ellen Louise Ripley, todo un icono feminista que, en realidad, no lo era tanto, ¿no es así?

Depende para empezar de lo que entendamos por Ellen Ripley; como explicamos en Supernovas, Ripley es en realidad una sucesión de personajes con el mismo nombre, adaptados a las inquietudes del momento en que fue producida cada una de las cuatro películas protagonizadas por Sigourney Weaver, por mucho que la industria cultural haya creado el espejismo de un único relato en torno a ella, de una saga con un mismo horizonte narrativo. En este sentido, creemos que hay dos Ripleys feministas en especial: la que en Aliens, el regreso (1986) se rebela contra el complejo industrial-militar estadounidense y, sobre todo, la que en Alien: Resurrección (1997) ya no es ni siquiera humana, ha trascendido esa condición y representa un ejemplo temprano de xenofeminismo, de feminismo de lo extraño.

En cambio, el pulp, que parecía consolidar ciertos valores del heteropatriarcado, encerraba más feminismo del que se presuponía… 

Una de las inquietudes que deseamos trasladar al lector en Supernovas es la de que no existe un feminismo sino muchos, y que en cada época las mujeres que han deseado o podido emanciparse lo han hecho como han podido, con las herramientas a su alcance, no como a nosotros desde el presente -un presente que, no lo olvidemos, también el futuro someterá a revisión- nos habría gustado. El pulp, por ejemplo, la cantidad ingente de literatura e ilustraciones escapistas que surgieron en Estados Unidos tras la Gran Depresión para consumo de las masas, pueden parecer vistas hoy ingenuas, o que objetualizaban a las mujeres, siempre metidas en aventuras terroríficas o fantasiosas en las que solían llevar la peor parte; pero, frente a una cultura previa que tenía un subrayado componente clasista y que tendía a representar a las mujeres en un estadio hogareño y dócil, el trabajo con el cuerpo femenino de una ilustradora pulp como Margaret Brundage puede considerarse auténticamente subversivo.

Si algo demuestra, entre otras cosas, el ensayo, es la diversidad del feminismo en el género de ciencia ficción. A pesar de ello, ¿se puede hablar de algunos rasgos comunes?

El rasgo común es inequívoco: la lucha de las mujeres por su emancipación, dado que han sido y continúan siendo sujetos de segunda clase en un sistema que han diseñado otros sin tenerlas en cuenta. Más que hablar de diversidades feministas, sería más preciso hacerlo de feminismos complementarios, no solo a través de las olas sucesivas que han permitido recoger el testigo y hacer genealogía de lo logrado anteriormente por las compañeras; también por la aparición de conceptos filosóficos en paralelo a la ciencia ficción como los del cíborg y el chthuluceno a cargo de Donna Haraway o el xenofeminismo, que han ampliado las perspectivas y posibilidades para el movimiento feminista.

De todas las ‘heroínas’ que convocan en el ensayo, ¿con cuál se quedan y por qué?

Como suele decirse, a todas las queremos por igual, aunque sea de maneras diferentes… cuando empiezas a investigar y escribir sobre un personaje de ficción y las circunstancias creativas y socioeconómicas en que ha surgido, acabas por comprenderlo en lo que es y por cogerle cariño. Es inevitable sin embargo destacar a algunas que, sobre todo, pensamos que han sido minusvaloradas hasta la fecha. Es el caso de las protagonistas de las películas de ciencia ficción estadounidenses de los años cincuenta, voz de la razón en la era paranoica e hipermasculinizada de la Guerra Fría; de Alice (Milla Jovovich) en la saga Resident Evil; y de Katniss Everdeen y otras heroínas de las distopías adolescentes surgidas tras la Gran Recesión.

¿Cuál es la principal mutación que ha sufrido la ciencia ficción desde sus orígenes hasta hoy?

A grandes rasgos, una toma de conciencia: al género hace mucho que no puede bastarle con especular a partir de las llamadas “ciencias duras” (matemáticas, astrofísica, ingeniería), como sucedió en sus inicios; también ha de tener en cuenta las ciencias sociales, la esfera política, los movimientos ciudadanos y las preocupaciones en torno al ecologismo, el feminismo, la diversidad… Aún hoy existe en la ciencia ficción audiovisual la tendencia a identificar el género con los escenarios espectaculares o apocalípticos, las naves espaciales y las criaturas alienígenas, olvidando que para la existencia de la ciencia ficción basta con depositar una mirada diferente sobre el mundo que nos rodea apelando a sus potenciales, tecnológicos y de muchos otros tipos.

Que se reivindique cada cierto tiempo la ciencia ficción, ¿no es demostrativo de que algo –la reivindicación anterior- falló?

Hay entornos, como hablábamos antes del anglosajón, en que la ciencia ficción nunca ha perdido fuelle, tiene una base de fans y de producción escrita y audiovisual que hace de ella un género vivo, siempre presente. En España sí es cierto que la ciencia ficción ha funcionado entre el gran público por épocas y por modas, casi siempre debido a libros y películas de éxito puntual que han animado el panorama, para decaer después, aunque los fans auténticos han preservado sus esencias y han trabajado en la oscuridad para que no se apagase la llama. Es fácil reconocer hasta tres etapas de pujanza en nuestro país, la correspondiente al periodo 1955-1965, segunda mitad de los setenta y primeros de los ochenta, y parte de los noventa. En los últimos años sí parece que la ciencia ficción ha calado de manera más orgánica en los imaginarios populares, coincidiendo con una mayor valoración social de disciplinas técnicas y científicas, que en España nunca habían sido demasiado populares. Ello nos permite ser optimistas de cara al futuro.

¿Les resulta aterrador la idea –la realidad en ciernes- del cíborg?

No, por el contrario, la idea de lo cíborg, no en el sentido literal sino en el postulado por Donna Haraway, el del ser humano que ha logrado intervenir los útiles de su realidad para modificar sus programaciones y experimentar una vivencia más libre y armoniosa de su entorno atraviesa Supernovas de arriba abajo. Nuestra apuesta inequívoca es, como te decíamos, por un feminismo del extrañamiento, de lo que no puede ser catalogado y por tanto tiene un mayor poder para cambiar y cambiarse. Otra cosa es que la idea del cíborg bajo el signo del capital pueda derivar en una interpretación literal y utilitarista del término. Pero, en todo caso, aspectos como lo cíborg o la inteligencia artificial están en pañales aún, nos queda mucho por ver y no todo ocurrirá como ha previsto el poder, es ley de vida.

El repaso exhaustivo que hacen del género se detiene en países como Rusia o Japón. En líneas generales, ¿cuál es la nacionalidad a la que mejor le sienta a la ciencia ficción y cuál es la salud de este género en lengua castellana?

Sin duda la esfera anglosajona es la mejor representante de la ciencia ficción; al menos, de la canónica, aquella en la que todos pensamos cuando se cita el género. No en balde, la cultura anglosajona siempre ha primado la ciencia y la técnica, y la ciencia ficción surge de la proyección imaginativa y especulativa de ambas ramas del saber. Por falta de esos saberes, el género ha tenido una trayectoria más accidentada o incluso marginal en otras latitudes. Por lo que se refiere a nuestro país, ha habido empeños meritorios por parte de escritores y editores en lo literario, y algunas películas interesantes, pero, como recogemos en Supernovas, es en los últimos años cuando la ciencia ficción ha prendido, gracias sobre todo a la labor de nuevas escritoras y autoras de cómic y a series como El Ministerio del Tiempo, que ha popularizado de verdad en España un género que tradicionalmente siempre había constituido un nicho para un fandom reducido.

El "efecto Scully" del que dan buena cuenta en el ensayo (según el cual se incrementó el número de mujeres que escogieron sus estudios de ciencias animadas por este personaje de ficción), ¿qué tiene de aterrador y cuánto de edificante?

En principio es, sobre todo, positivo, ya que anima a las niñas y adolescentes a buscar otros modelos de emancipación vocacional más allá de los estudios y las profesiones que la programación sistémica les presupone como “naturales”. Ahora bien, no cabe olvidar que la apuesta de la esfera sociopolítica estadounidense por fomentar la incorporación de las mujeres al esquema educativo STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics) tiene un objetivo estratégico evidente de cara a realizar el estatus de aquel país como superpotencia y la pervivencia del capitalismo como sistema económico. Está bien abrazar lo que nos libera de asignaciones tradicionales de género, pero siempre con el sentido crítico despierto para no adoptar otras asignaciones no menos peligrosas bajo sus apariencias “modernas”.

¿Cuáles son las excusas canónicas para excluir a las mujeres de listas de autores o de y congresos?

Siempre habrá excusas para no tener en cuenta a las mujeres a la hora de organizar congresos, o de no incluir sus libros o películas en las listas con los títulos más relevantes de un género. Pero serán eso, excusas con trasfondo misógino, cada vez más insostenibles. Organizar una mesa o elegir títulos recomendables y no pensar en la conveniencia, incluso la necesidad, de que haya una diversidad de miradas incluidas, a fecha de hoy es inexcusable. Hasta hace poco aún podía sostenerse porque la realidad es que la ciencia ficción, por temas de programación y asignaciones, no ha solido estar entre las prioridades de muchas lectoras, y, por tanto, eran mayoría los lectores y críticos que leían o analizaban el género. Pero la situación ha cambiado de manera espectacular. Lo importante es que en un congreso o en un listado (que, no lo olvidemos, son actos útiles solo si logran iluminar la senda de quien nos atiende, su ansia de saber y disfrutar, su espíritu crítico), estén las personas más cualificadas, aquellas que más pueden aportar en su contexto, así como ayudar a quienes están en el proceso, y en eso tenemos que esforzarnos todas y todos. Hemos de dar lo mejor de nosotras mismas, de nosotros mismos, a la ciencia ficción y a la afición, es lo mínimo que merece el género.