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Rafael Banús

Entrevista

26 Oct 2018

Rafael Banús, musicólogo y comentarista

“Chueca tiene una chispa y una gracia casi incomparables”

Esther Peñas / Madrid

Rafael Banús (Bilbao, 1964) compaginó sus estudios en el Conservatorio Municipal de San Sebastián y en el Real Conservatorio Superior de Madrid con la carrera de Filología Alemana, de la que se licenció por la Complutense. Sería fatigoso detallar los cargos que ha ocupado (baste como muestra coordinador artístico en el Festival de Ópera de Las Palmas y en la Orquesta Sinfónica de Galicia), tanto como enumerar sus colaboraciones (Quincena Musical Donostiarra, Escuela Superior de Canto de Madrid, Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE o el Teatro de la Zarzuela). Su firma puede leerse en la revista Scherzo, así como en El Cultural, de El Mundo. Desde 1985 colabora regularmente con RNE-Radio Clásica, dirigiendo el programa El fantasma de la ópera.

¿Cómo acaba un filólogo alemán metido a crítico de música culta?

En mi casa siempre ha gustado mucho la música, mi madre era muy zarzuelera, mi padre más de lo sinfónico… y empecé a ver ópera, sobre todo después de ‘La flauta mágica’, de Bergman, que fue una película que me marcó muchísimo. Estudié en un colegio alemán, que le daba mucha importancia a la música… todo eso me llevó, poco a poco, a mi profesión. Además, la carrera de Filología no tiene muchas salidas, la enseñanza, la traducción…

Pero sí que ha traducido alguna cosa…

Sí, pero el tiempo que le dedicas y lo mal pagada que está no te renta, lo haces por amor al arte… sí, he traducido cosas de música, tanto una vida de Bach como un atlas, una especie de historia de la música.

A su madre le gustaba la zarzuela. Al género chico, ¿se le presta la suficiente atención?

Poquito a poco, cada vez más, sí, se le va quitando esa cosa casposa. Ahora mucha gente joven se dedica a ella. La zarzuela tiene el problema de que hay que actuar, hablar, cantar, bailar… se necesitan muchas aptitudes para ser bueno, pero los montajes de ahora se hacen de manera más natural, más sencilla, por ejemplo con directores de escena de teatro como Miguel del Arco o Rubén Ochandiano, que dan otro aire. La zarzuela es teatro musical, al fin y al cabo.

¿Está la zarzuela a la altura de la ópera?

No desmerece. Pienso en ‘La tabernera del Puerto’, una zarzuela grande, o en  ‘Katiuska’, con una música preciosa, tan actuales en sus historias, tan de ahora… 

A mí me fascina ‘La rosa de la azafrán’. ¿Y a usted?

‘La rosa del azafrán’ es preciosa… hace poco oí ‘El huésped del sevillano’ y me parece que tiene una música maravillosa… tiene un dúo que puede competir con cualquier opereta... a mí me gusta mucho la zarzuela, pero siento debilidad por Chueca, me parece que tiene un enorme talento, sobre todo en ‘La Gran Vía’, que es un poquito surrealista, con eso de que la Cibeles se ponga a cantar y se enfade con Neptuno, de que aparezca como personaje ‘El Erario Público’… es muy actual. Chueca tiene una chispa y una gracia casi incomparables.

Para ser crítico músico, ¿hace falta más conocimiento o sensibilidad?

Un poquito de todo, sobre todo, edad. Creo que los años te enseñan mucho, te permiten comparar, tener referencias. Hoy en día la gente está muy preparada pero quizás le falte instinto, o acaso madurez…

¿Es un prejuicio o no se hace hoy en día música culta, ópera?

Se hacen cosas, desde luego, pero es complicado competir con los grandes clásicos, como Wagner.

Pienso en John Cage, Luis de Pablo…

Sí, dos nombres contemporáneos que demuestra que se siguen componiendo, y bien. Ahora está resurgiendo el Barroco, y se están montando óperas que no se hacían porque parecían aburridas, parecían largas… y funcionan de maravilla. También se está rescatando mucho a Rossini, un autor del que se hacían cuatro cosas, por supuesto entre ellas ‘El barbero de Sevilla’, pero se está descubriendo otro Rossini muy serio.

¿Quién es el gran genio de la ópera?

Para mí Verdi, aunque reconozco que Wagner es la gran revolución, así como en la música Bach está sin superar, porque es tan enorme que parece imposible, Wagner en ópera es algo parecido. Pero emocionalmente me tira lo italiano, me gusta mucho.

¿Qué tiene Verdi?

Creo que una fuerza muy de su tiempo, el de una Italia que estaba haciéndose, con muchos ideales y sentido épico; Wagner quiso hacer lo mismo con el mito alemán, pero Verdi, aunque menos refinado, es más directo.

¿No hay mujeres compositoras?

Sí, sobre todo en el Romanticismo, como Fanny Cecilie Mendelssohn, Clara Schumann, que tenía mucho talento, o Alma Mahler, que se vendía muy bien…

Alma Mahler, ¿mucho bulto y poco recado?

Se quejaba de que se quedaba en segundo plano, y aunque fue musa de mucha gente, como autora me interesa menos. 

¿Y españolas?

En el XX muchas, de origen español, Paulina García Sitches, conocida como Pauline Viardot; Nadia Boulanger, que fue la maestra de Piazzolla…

Inmensa la ópera de Piazzolla ‘María de Buenos Aires’…

De una gran belleza sí. Gracias a su maestra, Boulanger, Piazzolla conservó en sus composiciones el tono de tango. 

¿Cómo anda España de sensibilidad para con la ópera?

Está habiendo bastantes iniciativas, sobre todo dirigidas a niños, para acercar la ópera a la gente, muchos programas educativos para quitar los prejuicios que todavía hay. Un proyecto precioso es el del Teatro Real, en el que los niños escriben, ensayas y montan su propia ópera. Eso sí, podemos estar orgullosísimos del Coro de Niños del Real. Es estupendo. 

En cuanto a voces, desde el mítico Miguel Fleta, no ha estado nada mal la aportación bizarra…

Hemos tenido un generación de grandes voces, Fleta, por supuesto, junto con Hipólito Lázaro, y luego el heredero de todos ellos, Alfredo Kraus. Poco después Plácido, Carreras… Teresa Berganza, Caballé…

¿Ha estado tentado de componer ópera?

No.

¿Ni una pequeña composición?

No, no, qué va.

Es decir, que no es un músico frustrado convertido en crítico.

No, en absoluto. Estudié música, tocaba la viola, pero aquello no era lo mío. Estoy encantado con lo que hago. Me gusta mucho, sobre todo divulgar nuevos repertorios.

Hemos hablado de Piazzolla, que compuso un ‘Otoño porteño’. ¿Qué pieza recomendaría para comenzar esta estación recién inaugurada?

‘Hojas de otoño’, de Joseph Kosma. O ‘September song’, de Kurt Weill.

Cantada por Ute Lemper…

Sí, Weill es lo suyo, así como otras veces se ha ido por peteneras, por ejemplo cantando a Neruda o a Piazzola, cuando canta a Weill es maravillosa.

La pieza de amor más bella es…

El dúo final de ‘La coronación de Popea’.

Y ¿qué escuchar para celebrar la vida?

Falstaff, el final. 

Por cierto, ¿por qué escogió la viola para sus estudios?

Por su sonido cálido, y porque la pobre tiene tan mala fama… se dice que los violinistas frustrados acaban en la viola, y para las orquestas son como los tontos, como los tenores. 

¿Los tenores tienen poca sesera?

Sí, eso dicen, de dar el agudo… parece ser que les afecta mucho…

Entre el metal, la cuerda y el viento, se queda…

Con los instrumentos de cuerda, me parecen los más cercanos a la voz. El chelo, por ejemplo, me lleva a la voz mezzo. También me gusta mucho el clarinete, Mozart lo usa muy bien. 

Por cierto, si va a hacer una crítica y el montaje es espantoso, ¿le da apuro escribirlo?

Soy bastante positivo, y prefiero no hacer sangre. Si algo es flojo, me centro en lo que no lo es, siempre trato de equilibrar. 

¿Qué opina de esos montajes tan vanguardistas, por ejemplo los de Gerard Mortier?

Mortier, como director artístico del Real, hizo cosas buenas, lo que ocurre es que vino en baja forma; en Salzburgo hizo un trabajo fabuloso, igual que en Bruselas, donde reinventó a Mozart. Él iba a Nueva York y al final se truncó aquello y acabó en Madrid. Se había radicalizado y no tenía mucho dinero, la verdad. En principio, no tengo nada en contra de los montajes valientes, al revés, prefiero que se les dé un nuevo enfoque a los libretos. No soy ortodoxo. Por supuesto, hay cosas que funcionan y otras que no.

¿El Fausto de qué lado queda?

El ‘Fausto’ de La Fura dels Baus a mí me gusta. Desde luego, no me parece ninguna chorrada, hay un metalenguaje muy interesante, una producción bastante trabajada. Te puede gustar más o menos, pero no se puede descalificar. Me gustó muchísimo 'Vida y muerte de Marina Abramovic’, que dirigió Robert Wilson cuando estaba Mortier en el Real. Tiene una iluminación mágica. Y ‘Tristán e Isolda’.

Pero es que Bill Viola, que participó, es un prodigio…

Sí, tan antiguo y tan moderno a la vez, con esa querencia hacia las pasiones…

Esa pieza suya, ‘Emergence’, con el Cristo saliendo de entre las aguas…

Fantástica. Ahora hay una exposición suya en el Guggenheim.

¿Qué puede costar un montaje a lo grande de una ópera?

Muchísimo, piensa en la iluminación, la vestimenta, los actores, el director…

¿Un millón de euros?

No te sé decir… el coro, la orquesta, los cantantes… 

 

(Entrevista publicada en 'cermi.es' 317)