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Nate González

Reportaje

16 Jul 2018

Mad Cool Festival

De gira con Pearl Jam y una silla eléctrica de cien kilos

Servimedia / Madrid

Camisa de flores, sombrero de paja, abanico, cámara ‘vintage’ y bolsa de tela. Al kit del festivalero ‘indie’ para el Mad Cool, Nate González (San Antonio, Texas, 1979) le añade una Permobil F5 de cien kilos, algo así como la Nimbus 2000 de las sillas eléctricas y que pilota tras un accidente de moto en 2001 que le provocó una parálisis parcial de medio cuerpo.

Esta silla se ha convertido en su apéndice y, sólo en el último mes, le ha llevado por Ámsterdam, Londres, Werchter y Milán hasta recalar en Madrid, donde ha hecho escala para ver a Pearl Jam en su concierto del festival madrileño de Valdebebas. Y es que sus viajes tienen dos excusas: la banda ‘grunge’ de Seattle y el líder de The White Stripes, Jack White.

Gracias a ellos ha dado el paso para emprender su ‘Eurotrip’, algo muy popular entre los que viven al otro lado del charco y que consiste en recorrer varios puntos del continente europeo en un tiempo récord. Ahora se traslada a Londres, donde toca la banda de Eddie Vedder tras cancelar su anterior concierto en la capital británica debido a una afonía.

González llegó a Madrid el pasado miércoles, con tres conciertos de Pearl Jam a sus espaldas desde que dejó Texas hace ya algo más de un mes junto a su amigo y entrenador de buceo, John. En el Mad Cool le esperaba el cuarto y la duda que siempre se le plantea al llegar a un festival: “¿será accesible?”.

Desde el pasado 4 de diciembre de 2017, todos los productos, bienes, entornos y servicios están obligados a ser accesibles por la Ley General de Derechos de las Personas con Discapacidad y de su Inclusión Social, y los festivales de música ‘indie’ no están exentos de su cumplimiento.

Por resumir, esta ley obliga, por ejemplo, a que haya servicios adaptados a personas con movilidad reducida, a la ausencia de escaleras insalvables o, simplemente, a que las personas con discapacidad puedan acceder en igualdad de condiciones a todos los servicios que ofrece el festival.

Por eso el Mad Cool ha desarrollado un plan de accesibilidad que, aunque flojea en algunos puntos, ha permitido que muchas personas con movilidad reducida hayan podido disfrutar del ‘indie rock’ sin muchas barreras. “Me tratan como un VIP”, bromea Nate González, que asegura que Madrid es “de las ciudades más accesibles” que ha visitado; y no son pocas.

Este plan flojea, por ejemplo, en aspectos como que el césped artificial escogido para enmoquetar lo que antes era tierra lastra el empuje de las sillas de ruedas, que en el caso de las eléctricas se traduce en un gasto desproporcionado de batería por la fricción con el suelo. De hecho, uno de los asistentes en silla casi tuvo que ser remolcado hasta su coche.

No obstante, todo lo demás ha permitido que tanto Nate como el resto de asistentes con movilidad reducida hayan disfrutado y sufrido el Mad Cool de manera similar a como lo hicieron el resto. Sufrido, porque en la primera jornada se vivieron momentos de auténtico caos al caerse los sistemas de lectura de entradas, lo que provocó importantes colas en los accesos con esperas de más de dos horas a pleno sol de media tarde.

EN PRIMERA LÍNEA

Es fácil distinguir a Nate entre los cerca de 80.000 asistentes y las 18 hectáreas del Mad Cool. No sólo porque la marabunta de gente que circunda los escenarios se abre a su paso como si portara la mismísima vara de Moisés, sino por su corpulencia de exmarine de los Estados Unidos –en los ‘pogos’ sería un verdadero peligro- y por una camiseta ajada en honor a ‘El Gran Lebowski’, de los hermanos Coen.

Después de una visita mañanera al Museo Reina Sofía, se prepara para Queens Of Stone Age. Rechaza la plataforma de la que dispone el festival para las personas con discapacidad -“yo soy de vivir los conciertos en primera fila”, explica- y se dirige hacia la muchedumbre. A primera vista, su silla puede parecer un estorbo entre el bullicio, pero, una vez integrado entre los fans, la cosa cambia. Mientras unos saltan, él sigue el ritmo de cadera para arriba.

Si algo demuestra su historia es que “no hay que quedarse en casa”, tal y como sostiene. De hecho, ha sido capaz de disfrutar como “el que más”, aunque ha tenido que esquivar a más de un despistado para evitar un arrollamiento en este festival tan heterogéneo, donde se han dado cita por un lado los ‘baby boomers’ –ya cabezas de familia-, que acudían por Pearl Jam; los del ‘mainstream’, convocados por Dua Lipa; los más ‘punks’, por Slaves; los raperos, por Kase O, y Nate González, que va “a todo”.