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Albero

Entrevista

31 Mar 2020

Miguel Albero, escritor y diplomático

“El héroe tiene el triunfo, el derrotado se queda con el interés"

Esther Peñas / Madrid

Instrucciones para fracasar mejor (Abada Editores). Bajo la tenada de este título, Miguel Albero (Madrid, 1967), siempre dejando ventanucos al humor y al lirismo embozado, devana la cuestión del fracaso: qué es, cuántos géneros abarca, cómo se persevera en él, qué tipologías gasta y de qué modo ha sido descrito e incorporado en la escritura y en los escritores. Su lectura es fracasadamente aburrida, es decir, inspirada y placentera.

¿Es, el fracaso, lo que el odio al amor?

El fracaso es al éxito lo que el odio al amor, pero el odio es sentimiento y el fracaso resultado.

De todos los fracasos literarios, ¿cuál es el mejor de ellos es el que más le fascina?

Literatura y fracaso son términos que se llevan bien, de hecho, es la literatura quien más se ha ocupado del fracaso, su nicho ecológico, mucho más que la filosofía. Y tiene varias dimensiones, por un lado, la del fracaso como tema literario, desde el protagonista que fracasa (El Quijote), el protagonista fracasado (Ignatius Riley, en La conjura de los Necios) hasta la generación que fracasa (Los detectives salvajes). Por otro, está el fracaso como opción literaria y vital, la vida  invivible de  Artaud o Panero, y por último, el fracaso del discurso, desde el que deja de escribir (el Bartleby) al que deja de vivir (toda la inmensa legión de escritores suicidas). A mí me gusta el de la vida invisible, pero no porque la practique sino precisamente porque no la practico.

¿Cómo definiría Miguel Albero el fracaso?

Como un sinónimo de su nombre, como el de todos, por cierto, que aquí no se salva ni Dios. Lo fusilaron.

¿De qué depende que un fracaso derive en tragedia o en éxito?

El fracaso como aprendizaje del éxito es una convención anglosajona que casa muy bien con el mundo empresarial. Pero esas frases que dicen que el fracaso es el camino hacia el éxito y que las firman gentes como Henry Ford, tienen sólo sentido porque las pronuncia solemne quien luego ha tenido éxito, nadie te dice que es un aprendizaje si fracasa y nunca se levanta de suelo. O, dicho de otro modo, no me digas que lo que no me mata me hace más fuerte, que acaban de amputarme una pierna. La única manera para que no acabe en tragedia es fracasar mejor, como recetaba Becket, asumir que estás destinado a fracasar y, a partir de ahí, hundirte con las velas desplegadas. Así sí.

¿Qué peso tiene el azar en el fracaso?

Puede acelerarlo o demorarlo, pero si convenimos que estamos destinados todos a fracasar, sólo será una cuestión de tiempo. Nunca de azar, sólo de tempo. 

¿Cabe distinguir el modo de fracasar de ellas frente al de ellos?

Aquí no hay género que valga, ni edad ni credo, ni procedencia geográfica. No fracasan mejor los turcos o las maronitas, los niños o las ancianas con bastón.

¿Qué tiene la figura del fracasado que nunca podrá ofrecernos la del héroe?

El indudable interés que genera el derrotado, lleno de matices, frente al carácter plano del triunfador, del héroe, que nos interesa mucho menos, que tiene siempre menos gracia. El género de la novela, que se inaugura con el Quijote, lo hace con la idea de un fracasado; se acabaron los príncipes triunfantes, la épica se quedó para el cine o los vídeojuegos. Y desde entonces es así, las historias de triunfadores quedan para la televisión, la novela tiene que contarnos un fracaso, si no, no es novela, no me pongas un final feliz porque no me lo creo. Luego el héroe tiene el triunfo, el derrotado se queda con el interés, al menos la derrota le procura un atributo.

¿Cuántos actores y agentes intervienen en el fracaso de cada cual?

Los necesarios; si la vida es un proceso de demolición, que decía el que mejor ha escrito del fracaso, el Fitzgerald del Crack up, los actores y agentes que sean necesarios para que esa demolición se consume, a veces bastan unos pocos, otras son muchos, colaboradores necesarios todos.

¿Qué ‘prescribe’ qué es fracaso y qué no?

En principio son los otros, es decir, el infierno de Sartre, los que dictaminan, los que te ven como fracasado, los que te hacen ver que caminas sobre el aire sin puente que te sustente, como el Coyote persiguiendo al Correcaminos. Luego, cuando ya has dejado un agujero en el suelo con tu huella, ya te das cuenta tú. 

El efecto más pernicioso del fracaso es el desengaño que engendra, al tiempo, frustración. ¿De la frustración nada se saca?

De la frustración nada se saca, por eso yo recomiendo fracasar mejor: Vous êtes embarqué decía Pascal, todos estamos ya a bordo, aunque no hayamos comprado el pasaje, y no es nuestro destino la orilla sino el naufragio, que por cierto de ahí viene fracaso, de romper contra las olas, ese estruendo causado por el choque es  la necesaria escenografía del fracaso (fracasser). Y si lo anticipas, si lo descuentas, si eres consciente de que vas  a naufragar, entonces fracasa mejor, y eliminas la frustración, el desencanto, porque como decía Michi Panero en la película que gastaba ese nombre, para estar desencantado tienes que haber estado encantado previamente. Si no lo estás, si no vislumbras el triunfo, sino que asumes el fracaso que vendrá, eliminas la frustración, que es entonces tan ajena a ti como el éxito, como la victoria. 

¿Cómo salir del fracaso existencial?

Con los pies por delante.

Entre Cioran, que se coloca del lado de los fracasados, y el entusiasmo de Edison, que asegura que nada es fracaso pues siempre enseña algo, ¿dónde colocar el punto medio?

Yo me quedo con Cioran y ese maravilloso aforismo que dice así: Si Noe hubiera tenido el don de adivinar el futuro, habría naufragado. Pues eso. Aunque todo Cioran es un canto maravilloso al fracaso, empezando por sus títulos, qué te parece Breviario de Podredumbre, por no hablar de Del inconveniente de haber nacido, o Silogismos de la Amargura.

De los fracasos históricos que relata, ¿cuál le despierta más ternura?

El de Cartago, porque no queda nada, lo de delenda est iba en serio.

¿En qué ocasiones acaso sea más recomendable fracasar?

No está en tu mano decidir tal cosa, pensarlo es no entender el fracaso, es fracasar peor.

De todos los fracasos posibles (laboral, sentimental, histórico), ¿cuál es el más duele, el que más cuesta encajar?

No cuesta encajar todos, tenemos que saber disfrutarlos todos, aprender a fracasar mejor.