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Entrevista

5 Ene 2021

Carlos Clavería, escritor

“El personaje más abyecto de todos es la burguesía”

Esther Peñas / Madrid

Elogio de la abyección (Altamarea ediciones) es un ensayo que convoca en sus más de doscientas páginas a quince personajes ilustremente abyectos, rodeados por una comparsa igualmente conspicua y numerosa. Su autor, Carlos Clavería Laguarda (Caspe, Zaragoza, 1965), ahonda en la fascinación que provoca en el lector el mal, y en el disfruta que causa participar de él preservados de sus consecuencias.

Estos quince personajes que usted convoca en el ensayo, ¿son los más abyectos posibles o quedaron fuera algunos que bien merecían estar incluidos?
Dejé fuera del ensayo muchos abyectos, muchísimos, porque son infinidad y llenan casi toda la literatura. La maldad es infinita y no parece que vaya a acabarse en breve. Los malos de novela lo suelen ser plenamente porque salen de una humillación y quieren vengarla o bien porque no saben adecuar la capacidad a la ambición. En este aspecto, son como muchos de nosotros y de nosotras.

De entre ellos, ¿el más abyecto de todos es el plural, la burguesía, como retratara Miguel Espinosa?
Sí. Usted lo ha dicho: he intentado presentar al personaje abyecto como hijo de una sociedad abyecta. La lucha del personaje casi siempre tiene dos vertientes: la que emprende consigo mismo y la que emprende con la sociedad. Lo habitual es que pierda ambas batallas y que acabe rendido o vencido. La fea burguesía de Miguel Espinosa aliena al individuo y lo convierte en mezquino porque lo obliga a ambiciones mezquinas. El personaje de Kafka acaba aplastado porque no sabe contra quién tiene que rebelarse.

¿Por cuál de estos malvados siente especial querencia?
Por todos, me atraen todos porque en ellos se puede estudiar un conjunto de defectos que, si fuera posible corregir, harían del hombre un ser más equilibrado y más cercano a sus semejantes. Por tanto, si he de elegir uno, elegiré al egoísta más posmoderno de todos, al más cercano a nuestra sociedad, al más desequilibrado: el protagonista de El mal oscuro, de Giuseppe Berto.

Para ser un abyecto admirable, de categoría, ¿qué condiciones se requieren?
Unas condiciones morales ya censadas en nuestra tradición cultural medieval en forma de pecados capitales: envidia, soberbia, ira, lujuria, avaricia; a las que no está de más añadir las variantes modernas del egoísmo, el hastío, el desprecio por el bien común, el ansia de triunfo, el deseo de presumir y otras lindezas por el estilo que, si el novelista es de los buenos, difumina en el personaje para que vayamos odiándolo (o amándolo) poco a poco.

¿Cuándo se justifica –si es justificable en algún caso- la vileza, es decir, la abyección?
La novela no encierra siempre un relato moral. En todo caso, el juicio y la justificación puede que no sea compartido por todos los que participan en ella: autor, editor, crítico, lector. El protagonista de Crimen y Castigo asesina a una usurera porque con esta muerte quiere erradicar el abuso de la usura. Unos juzgarán el gesto de una manera y otros de otra: y pasará lo mismo con la infidelidad de Emma Bovary, la altivez del pueblo de Bríndisi ante Virgilio o el desprecio aparente de Mr. Darcy a la señorita Bennet. Los abyectos ayudan a que las buenas novelas sean mejores novelas porque desconciertan los juicios del lector.

¿Qué es aquello que suele provocar la abyección, la envidia, el (des)amor, la ambición...?

Colmar una carencia a cualquier precio. Vengar un despecho a cualquier precio. Cambiar de estado a cualquier precio. Encontrar una razón vital a cualquier precio. Es decir, obrar sin pararse a pensar en el daño que provocan las propias decisiones.

¿En qué difiere la abyección si la comete (o concurre en) una mujer respecto de un hombre?

La abyección no entiende de sexos. Con todo, la sociedad occidental lleva siglos humillando a la mujer, por lo que la lucha por salir de la humillación parece más justificable si la lleva a cabo una de ellas.

Sé que la respuesta es el propio ensayo pero, «¿Por qué nos atrae un personaje de novela cuya forma de actuar y cuyas frases detestaríamos en cualquier vecino?»

Porque quizá nos fascina la idea de convertirnos en personajes complicados, conflictivos, retorcidos, arriesgados y queremos pasar de la humillación al triunfo, pero sin que nos salpiquen las consecuencias de actitudes que tememos reprobables. Hay autores que son maestros en hacernos agradable el hecho de ser malos desde la barrera.

Hablamos de personajes pero, si hablásemos de escritores, ¿la abyección superaría a la de ficción?

Sin duda, lo que no quiere decir que los abyectos (se dice que Dostoievsky lo era) creen solo personajes abyectos o que haya que ser abyecto para crear un personaje conflictivo.

Son obras, las que recoge, más o menos clásicas. Hoy en día, ¿la abyección está en la calle?

Hoy, para bien y para mal, todo está en la calle: la literatura, la humillación, la vileza, la ambición, la bondad. A veces, la abyección se presenta en forma de recurso literario o artístico; otras, gratuitamente, porque sí.

¿Qué le debe el personaje abyecto al luminoso?

Lo mismo que la oscuridad a la luz: el contraste y la posibilidad de elegir una forma u otra de comportarse o de esconderse.