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Rafael Soler

15 Abr 2015

Rafael Soler, escritor y poeta

"El tedio es el anuncio de una derrota"

Esther Peñas / Madrid

Cuando irrumpe el silencio. Cuando lo que ya no se dice se anega en un dolor que nos distancia y nos convierte en extraños, también de nosotros mismos. De otra manera. Cuando el amor se corroe y la incomunicación nos exilia. De todo ello habla esta novela incómoda, ‘El grito’ (Servilibro Ediciones), que se reedita ahora, veinticinco años después. Con un lenguaje que prende, una sintaxis que suspende en el vacío, sin ensayo posible, sin enmienda trazada, ‘El grito’ es "una novela o qué" de las que perturban.

Cuando irrumpe el silencio. Cuando lo que ya no se dice se anega en un dolor que nos distancia y nos convierte en extraños, también de nosotros mismos. De otra manera. Cuando el amor se corroe y la incomunicación nos exilia. De todo ello habla esta novela incómoda, ‘El grito’ (Servilibro Ediciones Abre nueva ventana), que se reedita ahora, veinticinco años después. Con un lenguaje que prende, una sintaxis que suspende en el vacío, sin ensayo posible, sin enmienda trazada, ‘El grito’ es "una novela o qué" de las que perturban.

Su autor, Rafael Soler (Valencia, 1947), acaba de obtener el Premio de la Crítica Valenciana por su impagable ramillete de versos recogidos en ‘Ácido almíbar’ (Vitruvio), considerando de este poemario "su propósito innovador dentro de la tradición poética española contemporánea, por su lenguaje deslumbrante, sólida estructura y emoción contenida, que a veces se refugia en la ironía y sabia combinación de lenguajes poéticos, desde el coloquialismo al barroco", tal y como apuntó el jurado.

Que reediten una novela tuya de hace tantos años, ¿cuánto de nostálgico tiene? ¿Te reconoces en ella?

Cuando vuelves a leer un texto de hace muchos años surge un reencuentro, y reencuentro lleno de inquietud y zozobra porque te preguntas si te reconocerás en lo escrito; una novela siempre es un personaje y un tema, y los temas son universales y los personajes dan para lo que dan. Desde el momento en que te reeditan piensas que algo tendrá, pero no es una cosa tuya, una apuesta del editor que puede ser coyuntural. En mi caso, tanto con ‘El corazón del lobo’ como con ‘El grito’, corrigiendo pruebas pensé que ojalá pudiera escribir ahora una novela así. Eso me dejó tranquilo. Y no, no hay nostalgia, la nostalgia es un sentimiento que destruye.

Cuando irrumpe el grito en una relación sembrada de silencios, de secretos, (no solo como cosas no dichas sino no habladas), ¿es irremediable la deriva del amor?

Sí, el peor grito en el amor es el silencio, el más doloroso, el que más resuena en el corazón de las dos personas que ven cómo la relación se deteriora. Hablar las cosas es imprescindible, pero aun así no siempre se consigue llegar al corazón del otro y entonces brota el grito, ese deterioro final. Lo difícil es detectar en qué momento aparece, pero sí, el peor grito es el del silencio.

¿Cuesta más escuchar o contarse?

Creo que escuchar; si escuchásemos más, escuchar en tanto que abrirnos, si nos pusiéramos en la piel del otro, e intentásemos comprenderle, todo sería muy sencillo, pero estamos muy atropellados por nosotros mismos, tenemos muchos ajustes de cuentas, nos proyectamos continuamente, construimos el personaje que quieren que seamos, nos sentimos en falta si no cumplimos expectativas depositadas en nosotros, y todo esto es actuar, asumir un papel, y no escuchar; ir al encuentro del otro es escuchar. Nosotros creo que tenemos conversaciones de monólogos, te escucho pero deseando que termines porque quiero hablar yo, y desde ahí poco podemos hacer. Soy escritor, soy un notario con mirada atenta que sabe interpretar lo que pasa. La vida me ha enseñado que escuchamos poco.

Así nos va...

Así nos va, de mal, no solo en el amor, que desde luego. Además, no escuchar es una falta de respeto. Sin embargo, los niños escuchan, y con mirada limpia, porque quieren aprender, y tienen respeto y son humildes. La mirada de un niño es eso: cuéntamelo, cómo es, por qué... Preguntan desde su ignorancia. No hay nada más difícil para un adulto que reconocer su ignorancia...

¿No escuchamos porque no sabemos, porque no nos interesa, porque nos lo impide el personaje..?

Es la suma de todo, al final no escuchamos porque vivimos en un atropello constante; en el día afrontamos muchos desafíos, pequeños, pero no podemos fracasar ante quienes creemos que somos, y eso es un papel importante, tienes unos deberes que son agotadores, en la amistad, en el trabajo, en la pareja, que no puedes defraudar, todos esperan algo de ti; a partir de ahí, asumes una actuación impostada, vivimos impostados, tensos, y así es difícil ver al otro. De hecho, hay escritores que la única manera que tienen de ver al otro es inventarlo, y están encantados porque aparece una dimensión humana que no encuentran fuera de la escritura. La escucha tiene que ver con la solidaridad, que viene de la conciencia del otro, no creo que estemos en una sociedad solidaria sino amblíope, de cegatones.

Si cuesta ver al otro, entiendo que también nos cuesta mostrarnos a él...

Sí, nos da miedo, queremos que el otro vea de nosotros solo lo mejor, lo aparente, y carecemos de sentido del humor. ¿Hay mejor manera de ir por la vida que con sentido del humor? ¿Cuántas personas conocemos que se rían de uno mismo? Los grandes y los sencillos.

¿Cuánto de Rafa hay en Carmen y en Teo, los protagonistas de esta historia?

En Carmen Bellido Caparrós y Teodoro Lucas Gómez hay mucho de mí; todos los personajes están tiznados por distintas facetas del escritor, aunque la escribiese joven, con 33 años, y pensando que estaba cuajado como persona, lo que no era verdad. En cualquier caso, recurrí a experiencias personales, a lo que la vida me había enseñado hasta ese momento. El escritor que diga que no hay nada suyo miente; una novela funciona si está escrita con destreza, inspiración, pero necesitas herramientas que hagan creíbles a los personajes. ¿A qué acudes? A lo que ya conoces.

¿El amor irremediablemente termina? ¿Qué cosas erosionan lo erosionan? Si Carmen y Teo hubieran sido sinceros y al primer atisbo de erosión hubieran hablado, ¿se habrían podido salvar?

Niego la mayor, creo que el amor no tiene por qué terminar, pero tiene un enemigo terrible, el tedio. El tedio es el anuncio de una derrota, a partir de ahí las cosas van mal, el amor sólo se salva desde la comunicación. Necesita pasión, sentido de la aventura, de la belleza, y hay que reinventarlo a cada día, pero también y sobre todo comunicación. No puedes bajar la guardia, porque se escapa el deslumbramiento. Cuando estás a gusto, cuando dices: "es esta la persona que me completa", eso, que es muy fuerte, no es un regalo, porque tú tienes el periódico, ella el colegio, tenemos que estar buscándonos, encontrándonos, dando lo mejor. Reinventarse o destruirse. Luego están los pactos...

¿Los pactos?

Hay gente que hace de su vida un pacto, que es tanto como decir que hace de su vida una derrota consentida. Un pacto es renunciar a algo, y creo que en el amor hay que intentar evitar los pactos y para eso hay que ver al otro. Teo y Carmen tienen una historia complicada, situada en el posfranquismo, no lo tienen fácil. Y el final es el que es.

Después está el hijo, autista, es decir, concebido simbólicamente por los silencios...

David, sí. El autismo es una enfermedad que siempre me ha interesado mucho, en aquello años más, yo estaba muy cerca de ese mundo, entonces nadie sabía qué era aquello ni cómo manejarlo, y es una metáfora de la incomunicación. La pérdida de ese hijo desencadena el final.

¿Qué hace falta para que una sonrisa prevalezca sobre el tiempo, como sucede con la de Consuelo Gómez?

Que sea verdadera, eso basta. Hay sonrisas que marcan una relación, sobre todo si se sonríe con los ojos, eso queda. Pero para que un acontecimiento perdure en la memoria hay que darle forma, porque lo que se recuerda es eso. Que en una cena se brinde de una manera especial, por ejemplo. Y pocas cosas dan más forma que una sonrisa auténtica.

Por lo ojos no pueden impostarse nada...

Ahí voy, una sonrisa con los ojos te llena de plenitud, de agradecimiento, de felicidad...

Rafa Soler por qué escribe, ¿para entender la vida, para entenderse, para curarse de su dolor, para recomponer los espacios de la ausencia...?

El escritor escribe por necesidad, se encuentra mejor cuando escribe. No sabes muy bien dónde vas, qué te espera, pero un día con otro ves que estás haciendo lo que debes hacer, aunque luego todo se guarda a un cajón, pero no importa, el escritor escribe, también lee. A partir de ahí, uno escribe, dependiendo de momento, a veces para indagar, a veces para descubrir... casi siempre por la suma de todo. En poesía, un género terrible porque no admite método ni engaño alguno, sin duda por necesidad.

Pienso en el estilo de ‘El grito’, también en el de ‘El corazón del lobo’, y creo que te importa más la forma que el fondo, cómo dices lo que cuentas que la historia en sí.

Esa es una de las apuestas de la literatura, la diferencia entre contar algo y narrarlo bien. En estos momentos los más jóvenes se comunican casi con monosílabos. ¿Por qué? Porque tienen pocas herramientas verbales, poco vocabulario. Si escribes para que te lean y quieres hacer literatura corres el riesgo de que no te lean, así que lo mejor es que cada uno haga lo que considere hacer en conciencia. Creo que en un texto el lector ha de implicarse, el lenguaje ha de construir otra realidad. Y sí, para mí no es tanto lo que cuentas sino cómo lo cuentas. Los temas son los que son, no hay muchos más.

Retomas la poesía veinte años después, y lo haces por la puerta grande aunque de puntillas...

Me gusta la imagen, llegar de puntillas a los sitios...

Después de escribir ‘El grito’, tan celebrada en su momento, ¿tu escritura se resintió, se cohibió de alguna manera?

Es más difícil reponerse de un éxito quede un fracaso, pero hay que asumirlo, cada obra tiene su momento, escribes con más presión. Cuando todo está por venir asumes riesgos que después dan más vértigo. El escritor que se mide se traiciona. Tienes que afrontar una historia con vocación de riesgo, y llegar hasta el final, y contarlo con osadía. Cuando aparece el cálculo es imposible que la obra que salga funcione bien, al menos desde el punto de vista literario. Y ahora estoy en un momento de máxima libertad, estoy escribiendo, sin concesiones, y ya veremos.

¿Qué banda sonora podría tener ‘El Grito’?

¡Madre mía, qué pregunta! No te sé contestar, déjame pensar... mira, acabo de caer en la cuenta de que la escribí escuchando a ‘The Shadows’...

Pero ¡no le pega nada!

Nada de nada, tienes razón...

Cuando llega lo peor, cuando no te gustas a ti mismo, ¿qué se hace?

Resistir.

(Nota bene: la licencia de atajar el pronombre personal de cortesía la concede la amistad)