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Garro

Entrevista

27 Dic 2018

Patricia Rosas Lopátegui, escritora y académica

“Elena Garro fue uno de los chivos expiatorios del gobierno para lavarse las manos del crimen cometido en la Plaza de las Tres Culturas”

Esther Peñas / Madrid

“Más acá de las luces perdidas/ la sombra de plata de la cruz de madera/ abarca con sus brazos/ la ausencia de jardines/ para llevarnos al centro mismo/ de la luz imperecedera”. La poesía de Elena Garro (Puebla, 1916-Cuernavaca, 1998) está impregnada por la voz de los oprimidos, hundida en la claridad de la infancia, dolorida por la soledad extrema. Su marido, Octavio Paz, le impidió publicar poesía, le animaba a dejar de pespuntar versos (“Todo el año es invierno junto a ti”, comienza uno de sus poemas rescatados). Su otro gran amor, Adolfo Bioy Casares, la defraudó tanto que, al volverlo a ver, supo “que ya no amaría a ningún otro hombre”. Garro, expulsada de su propio país por colocarse del lado de los indígenas, tamiza la delicadeza del labio que susurra y despliega lo robusto de la imagen exacta. Por vez primera se publican en España sus poemas, en una edición de Patricia Rosas Lopátegui, una de las mayores expertas en esta poeta. El resultado, ‘Cristales del tiempo’ (La Moderna).

A grandes rasgos, ¿Qué distingue la poesía de Elena Garro que la convierte en un territorio tan personal, tan íntimo?

Para Novalis: “Mientras más personal, local, temporal y particular es un poema, más se aproxima al centro de toda poesía”. Y Elena Garro, como seguidora de la filosofía romántica, se acercó a la poesía desde esa perspectiva. Sus poemas son intimistas, autobiográficos, pero al mismo tiempo muy vanguardistas. Garro conoció muy bien las corrientes de vanguardia de los años 20 y 30 y esto se refleja en sus versos, algunos cargados de metáforas oníricas. Elena Garro no creía en la poesía cerebral, sino en aquella que nacía de la experiencia misma. Leyó desde muy temprana edad a los clásicos españoles (Lope de Vega, Cervantes, Góngora, Manrique), a los griegos y latinos, a los ingleses, a los alemanes, y desde luego, a los mexicanos (uno de sus poetas preferidos fue Ramón López Velarde). Conoció muy bien la poesía de Antonio Machado, de Federico García Lorca y de Miguel Hernández, entre otros...

Es notable la influencia de los poetas románticos alemanes en el imaginario poético de Garro,  especialmente Novalis. ¿Cuándo conoce Garro a estos poetas, cuya profunda huella la acompañará?  

Leyó a los románticos alemanes en la infancia. Su padre era un hombre muy culto (iba a ser sacerdote, era de Infiesto, Asturias, emigró a México a finales del siglo XIX junto con su hermano Bonifacio) y poseía una amplia biblioteca. Cuando Elena tenía entre 6 y 7 años, la familia Garro Navarro se fue a vivir a Iguala, en el estado de Guerrero. A principios de la década de los 20, Iguala era un pueblo muy pequeño, la mayoría de la población era indígena, y no había escuelas. Entonces José Antonio, su padre, y su hermano Bonifacio, fungieron como los maestros de sus hijos e hijas. Cuenta Elena que su padre les dejaba las lecturas asignadas y cuando regresaba, les tomaba la lección. Poco tiempo después, su padre y su tío Boni colaboraron en la fundación de la escuela primaria, pero como no había suficientes recursos, en realidad la educación académica en su infancia la recibió en su hogar.

“Moriré y morirá conmigo/ esta niña que juega ante mis ojos”. La infancia es un lugar por el que la poeta transita una y otra vez, ¿fue su mejor refugio?

Sí, la infancia fue para Elena Garro el “paraíso terrenal”. Defendió siempre el poder de la imaginación o la capacidad creativa del ser humano y la libertad de expresión. Estos aspectos que se viven plenamente en la niñez son los que postula en toda su producción literaria, dramatúrgica y en su poesía. Mira, te cito lo que dijo Elena respecto a la infancia en varias entrevistas: “En la infancia aprendemos todo. Crecer es olvidar poco a poco lo que aprendimos con tal intensidad”; “En esos recuerdos es en lo que más me gusta pensar, porque cuando pasan los años lo único que queda es la infancia; es lo único que me parece real”; “La infancia es siempre mi punto de referencia. En ese tiempo viví todo, lo que siguió ha sido de pilón”. Tuvo una infancia muy dichosa al lado de su padre, José Antonio Garro Melendreras, para ella “El rey pobre” de bienes materiales, pero riquísimo en conocimientos, el padre bondadoso que le abrió el mundo de la fantasía, como lo expresa en el poema que le dedica a su progenitor; y de su madre, Esperanza Navarro Benítez (originaria de Chihuahua), para quien leer era tener virtud, y bajo dicha consigna educó a sus tres hijas y a su hijo varón.  

Acaso la imposibilidad de publicar poemas, ¿intensificó el lirismo de Garro en el resto de su producción literaria?

Elena Garro escribió poemas desde muy pequeña y en la adolescencia, antes de conocer a Octavio Paz. Creo que el lirismo de Garro, presente en toda su producción, se debe a su profundo conocimiento de los autores clásicos y de sus contemporáneos; su cultura, su lirismo, se derrama en sus versos, en su narrativa (Los recuerdos del porvenir, novela; La semana de colores, cuentos) y en sus obras de teatro (La señora en su balcón, Un hogar sólido, por mencionar algunas). Ésa fue su apuesta. Defender el mundo de la creatividad, de la ilusión, de la fantasía, en contra del pragmatismo de las sociedades materialistas (esto lo plasma, por ejemplo, en su poema “A mi sustituta en el tiempo”). Por eso, al defender su punto de vista, al ejercer la libertad de expresión, sus coterráneos mexicanos la desacreditaban, porque si a Garro no le parecía un buen escritor Carlos Fuentes, por citar alguno, lo decía sin tapujos. Garro no formó parte de las “capillas” literarias mexicanas, defendió su libertad y su creatividad, y no le apostó a las prebendas de la cultura oficial.

“Todo el año es invierno junto a ti”. ¿Estaba tan enamorada Garro de Paz como para acatar su imposición de no publicar o era miedo, inseguridad..?

Creo que la formación cristiano católica de Elena fue determinante para haberse sometido al autoritarismo patriarcal de Octavio Paz. También hay que recordar la desventaja de Garro frente a la  familia de Octavio Paz. Su abuelo, Ireneo Paz, fue abogado, editor y periodista, prolífico escritor, y diputado federal en el Congreso de la Unión, es decir, una familia poderosa política, económica y culturalmente, en tanto que la familia de Garro representaba lo opuesto. Digamos que la familia de Elena Garro pertenecía a la clase media educada, pero sin poder político. Y eso en México ha sido, y sigue siendo, determinante.

¿Qué lugar ocupa ‘lo invisible’ en la poesía de Garro?

Lo “invisible” en su poesía es precisamente lo único que tiene validez. Lo que está por crearse, lo que no ha sido tocado por el utilitarismo, por la mediocridad, por lo ordinario... Lo invisible es sinónimo de la ilusión, el poder creativo del ser humano...

Muchos de sus poemas están impregnados de cierta veneración por lo cotidiano, preside una ternura inmensa en ellos, por una cierta religiosidad de lo pequeño, ¿es así?

Sí, definitivamente... Elena Garro es la poeta de lo cotidiano, como Lorca o como Miguel Hernández y Machado. Ella tiene la capacidad de transformar lo aparentemente insignificante en poesía... Por eso no se llevaba bien con los intelectuales pedantes y pretenciosos. Decía que prefería hablar con los campesinos, los indígenas, que con los escritores, que eran racistas y arrogantes. En una ocasión comentó cómo había nacido su pieza en un acto, Ventura Allende: “Yo estaba sentada en una reunión de intelectuales, muy ilustres, que no voy a nombrar, y estaban hablando con una pedantería... y pensé: ‘Para éstos, el capulín es una miseria, deben estimar nada más a la cereza’, porque estaban así... muy... Entonces yo me sentía el borrego... porque trataban de convencer a todo el mundo de su sapiencia, de su poderío... de todo. Dije: ‘Caramba, éste es un puerco’, el que estaba hablando... Y escribí por eso Ventura Allende”. 

“La infamia no se pierde/ en un café lluvioso”. ¿Hasta qué punto fue importante el compromiso de Elena con los campesinos, que incluso le costó el exilio?

Sí, tan importante que vivió los últimos 30 años de su vida en el ostracismo, la miseria, la soledad y la leyenda negra que persiste todavía hoy en día en su contra. La infancia de Garro en Iguala la marcó para siempre, pues vivió en las dos cosmovisiones que encapsulan al mexicano: la española y la indígena. Elena dijo en más de una ocasión que para ella era tan importante su familia española como la indígena. Creció rodeada de nanas y mozos indígenas de quienes aprendió su visión del mundo. Por eso en su obra encontramos esa dualidad que nos caracteriza como producto del mestizaje y del sincretismo. A finales de los 50, ya separada de Octavio Paz, comenzó su activismo social en defensa de los campesinos del estado de Morelos, quienes estaban siendo masacrados por los terratenientes para despojarlos de sus tierras. Esta lucha se intensificó en los 60, pues se unió al político Carlos A. Madrazo. Este último intentó reformar  la dictadura del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Madrazo y Garro se aliaron en una contienda de reestructuración en búsqueda de democracia y justicia social. Esto les costó la vida. En el marco de la masacre de Tlatelolco del 2 de octubre de 1968 perpetrada por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, a los dos los acusaron de complotistas, de querer dar un golpe de estado para establecer un gobierno comunista. A Madrazo lo eliminaron nueve meses después, en un supuesto accidente aéreo, y a Garro con el descrédito al acusarla de conspiradora y de haber traicionado a los intelectuales, quienes apoyaban el movimiento estudiantil. Madrazo y Garro fueron los chivos expiatorios del gobierno para lavarse las manos del crimen cometido en la Plaza de las Tres Culturas, y esto sirvió al Estado para eliminar a dos activistas que amenazaban con desestabilizar el sistema político mexicano nacido en 1929.

¿Por qué pensaba Paz que Elena estaba ‘loca’?

Porque en la sociedad patriarcal se descalifica a la mujer transgresora calificándola de “loca”. Cuando la mujer rompe con los esquemas tradicionales: ser pasiva, asexuada, sumisa, obediente, la mujer es vista como un ser enfermo, anormal, un ser poseído por la locura. Octavio Paz nunca quiso la competencia en su casa. Sabía que Elena era brillante y talentosa y no quería que ensombreciera su trayectoria. Paz fue muy machista. Hay varios poemas de Garro en donde expresa la desarticulación de la mujer en las sociedades falocéntricas. Por ejemplo, “El llano de huizaches”, es un poema en donde Garro presenta al cuerpo femenino desmembrado, atravesando el llano que es la sociedad patriarcal; un llano poblado por espinas (las espinas de las plantas que en el estado de Guerrero se llaman “huizaches”). Es un poema muy doloroso porque reproduce nuestra realidad, la deshumanización de la misoginia. Los brazos, las piernas, la cabeza, la lengua, hasta las uñas están desprendidas del cuerpo... y la voz lírica busca reintegrarse, volver a formar una unidad... Para mí es un poema ya clásico en lengua española...

El enamoramiento de Bioy, ¿fue un asidero, un báculo? ¿La respuesta de Bioy es tan intensa como la de Elena?

Es probable que lo haya sido... porque Elena conoció a Bioy en momentos muy difíciles de su matrimonio con Octavio Paz, cuando vivían en París, en 1949. Elena estaba confinada en la esfera privada, no podía escribir ni publicar; es decir, su proyecto intelectual estaba sepultado por el autoritarismo de Octavio Paz. Escribía en sus cuadernos, pero no podía pensar en esos momentos en publicar ni en convertirse en una escritora. Por otro lado, hay que recordar que Bioy Casares era un verdadero dandy, un típico casanova. Su “amor” fue un amor del momento...

Su hija, ¿fue lo más importante de la poeta?

Creo que su hija fue tan importante en su vida como lo fue igualmente su compromiso con los indígenas, con la clase social más desfavorecida de México, así como su papel de escritora. Elena nunca dejó de escribir, aun en las peores condiciones: sin mesa, sin máquina de escribir, a veces sin lentes... Su compromiso como escritora, como conciencia de su tiempo queda encapsulado en sus obras.
 
El sueño como punto de fuga, ¿acaso porque “el fuego no perdona a la memoria”?

Así es... Respondo con una de sus frases más emblemáticas: “Yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga”.

Sé que es casi una pregunta impertinente pero, ¿fue feliz Elena Garro?

Sí, creo que tuvo momentos de felicidad. Como todos los seres humanos, lo fue cuando logró sus objetivos...

¿Qué ha supuesto para usted, en lo personal y en lo profesional, esta antología?

Para mí compilar sus poemas ha sido un privilegio, tenerlos en mis manos escritos en sus cuadernos, o pasados en limpio a máquina, ver y oler las hojas manchadas por los orines de los gatos, ha sido vivirlos, armar el rompecabezas... Reunirlos y por fin que vean la luz pública es la mejor manera de agradecerle su compromiso con la igualdad genérica, con la justicia social, en fin, con el espíritu libre y creador que tanto defendió. Elena Garro también es España, y espero que la descubran y tengan en ella a otra gran poeta, crítica, incisiva, rebelde y transgresora.