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Lladó

Entrevista

19 Feb 2020

Alberto Lladó,escritor y periodista

“En un lugar de cemento siempre cabe un geranio”

Esther Peñas / Madrid

‘La travesía de las anguilas’ (Galaxia Gutenberg) es una historia de amistad y adolescencia, una novela de iniciación y de geografía urbana, de afectos y violencia. Transcurre en los márgenes, y desde allí los protagonistas se construyen desde una ética de la resistencia. Que no es pequeña la trucha. Su autor, Albert Lladó (Barcelona, 1980).

¿Es más difícil ser adolescente ahora que antes?

Todas las épocas tienen sus servidumbres. Seguramente ahora es más complicado construir una intimidad compartida sin ser invadido por la violencia del streaming. Pero los adolescentes son maestros, antes y ahora, de la mirada. Deberíamos fijarnos más en todo lo que nos pueden enseñar.

El espacio en el que transcurre la novela es el no-lugar, espacio indiferente, por los que uno transita acaso por imperativo, desalmados… ¿cuánto puede hacer uno por devolverle la significación o los afectos al lugar?

La literatura siempre ha sido una magnífica herramienta para ello, para evocar un paisaje, un territorio de significados, una convocatoria de afectos. En un lugar de cemento siempre cabe un geranio. Eso lo aprenden rápido los protagonistas de la novela.

¿Entre un barrio indómito, sin ley, y un barrio aséptico, sin vida, con cuál se queda Lladó?

Un barrio indómito, en realidad, no es una barrio sin ley. Es un barrio indomesticable para el poder. Y lo es, precisamente, porque es capaz de establecer sus propias leyes. Si emergen de la deliberación y el discernimiento, estamos ante el nacimiento de una comunidad que basa su fuerza en la vulnerabilidad compartida.

Pienso en Gabriel, que participó en los secuestros de autobuses para exigir que el barrio se conectara con el centro. ¿En qué casos se hace necesaria la violencia?

En ninguno. Pero no podemos confundir la agresividad con la violencia. La agresividad es una pulsión y una estrategia, a la vez, que nos recuerda que somos animales. Animales éticos. La violencia, tan humana, siempre es gratuita, cruel, arbitraria.

Los protagonistas de la historia son “seres abocados a la acción”. Sorprende el dinamismo que tienen frente al sedantarismo absoluto de los adolescentes de hoy en día. ¿Es la necesidad, el hambre, lo único capaz de hacernos reaccionar, de empujarnos a pasar a la acción?

No estoy seguro que ese sedentarismo sea tan generalizado. Tal vez lo que se ha hecho sedentario es nuestra mirada hacia ellos, hacia lo que hay de nosotros en cada uno de esos adolescentes. El hambre, el miedo, la frustración pueden ser resortes que nos empujen a la acción. Pero también la belleza, la fraternidad o la ficción. O tomar consciencia de que existe un tipo de valentía, el coraje, que, como indica su propia etimología, nos invita a caminar juntos desde un lugar más allá de la fuerza, desde el corazón.

Fábio sustentaba su dignidad en la música. ¿Qué nos hace, en general, dignos en un sistema que socava una y otra vez nuestros derechos más básicos?

La dignidad no hay que buscarla afuera. La dignidad siempre ha estado aquí, en cada cuerpo, en cada gesto. Decir “no” nos hace dignos. Decir “sí”, a veces, también.

Los muchachos que usted describe son unos entusiastas de la lectura. ¿De que nos sana leer?

La lectura, si es honesta y valiente, nos ayuda a escapar de la prisión de la literalidad. ¿Por qué ya no creemos en las metáforas?

¿A quién margina nuestro sistema?

A todo aquel que quiere convertir en soldado o autómata. Por eso, creo, hay que habitar los márgenes sin caer en la tentación de la marginalidad.

¿Cuál es el barrio en el que Albert Lladó se siente más cómodo?

En el que pueda caminar junto a un amigo.

¿Qué importancia tienen los maestros en nuestra formación como individuos?

Los maestros son la máxima expresión de la generosidad. Hay que ser muy valiente para ser maestro. Nos enseñan el hilo invisible de la tradición, obligándonos a transformarla.

¿Cuándo uno debe volver al lugar que fue feliz?

Cuando uno olvida que la alegría forma parte de una sinfonía en la que también hay acordes de dolor, anhelos, miedos y esperanzas.