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Cubierta del libro

Lecturas recomendadas

17 Sep 2018

Chantal Maillard se plantea en su último ensayo la posibilidad

¿Es posible un mundo sin violencia?

Esther Peñas / Madrid

Partiendo de esta pregunta, '¿Es posible un mundo sin violencia?' (Vaso Roto) que suena a provocación, a sutil libelo, a lance dialéctico, Chantal Maillard (Bruselas, 1951) nos incomoda como lectores, nos coloca en un punto en el que uno no puede adentrarse en el texto sin cuestionar, sin cuestionarse. 

Partiendo de un clásico de su pensamiento y de su estética, el hambre, pretende trascender el grupo (la camada humana, la jauría humana) y romper el cerco de la indiferencia, virus que nos apolilla y evita la acción. Su primer gran empeño: neutralizar la parte de representación que todo relato conlleva. 

Haciendo un recorrido sobre las tragedias que suceden en numerosos territorios del planeta sin cabida en los medios de comunicación (ahítos de sus seriales), como las costas africanas de Ghana, envenenadas y arruinadas por la basura tóxica de empresas como Apple, el exterminio del pueblo Ogoni, los más de doscientos mil suicidios de agricultores indios provocados por préstamos y microcréditos que no podían pagar, la devastación del ecosistema costero que causa la cría industrial del langostino y todo aquello “que sucede en Otra Parte”, Maillard reivindica el concepto de despertar empleado por Derrida: “lo que nos despierta, la experiencia misma de la vigilia”.

Actuar sin ansia, incorporar la ética del semejante (“la del nos-otros, del “nos” antes que “otros”), la eco-sofía antes que la ecología (una sabiduría de lo propio, antes que un discurso), desactivar (nos). Desactivar el entramado de la representación. “Desarticular el mecanismo de placer que le acompaña supone saber distinguir entre las emociones ordinarias y las espectacularizadas”. No ver el telediario mientras comemos sin indignarnos, como si lo que vemos no estuviera ocurriendo, anestesiados. Del mismo modo que propuso Rancière en ‘El espectador emancipado’, Maillard anima a erigirse “espectadores avisados”, capaces de “saber reconocer cuando es manipulado por lo que ve y en qué sentido”.

Rebajar (se) el ansia, el hambre. El sistema capitalista –la imagen plástica es de Maillard- produce miríadas de productos des-virtuados que no sacian a quien los consume. Por tanto, el consumidor no cesa de consumir en busca de algo que le satisfaga, pero no existe. Al menos, en el sistema instalado. Disminuir (se) el ansia, el hambre. Frente al Árbol de Porfirio, sistema canónico de clasificación, patriarcal, jerárquico, excluyente, la traza rizomática que procura el baniano (árbol capaz de vivir sin tronco madre, que se expande en horizontal, que permite, siguiendo la metáfora, pensar horizontalmente, en término de correlaciones). En-ajenarse, del ansia, del hambre. Des-baratar la idea-fundamento de que el hombre es una especie superior. Reivindicar la compasión. Recuperar el instinto.

Suceder en compañía.