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Remedios Varo

Pintura

4 Sep 2018

Realizado, en 1966, por Jomi García Ascot

Hallado un cortometraje inédito sobre Remedios Varo

Esther Peñas / Madrid

Lo de Remedios Varo es colocar la palabra fuera del lugar de la palabra para emplazarla en el territorio de lo que no habla. Salvo que ella, en vez de escribir, pinta. Y con sus lienzos reemplaza lo ausente, lo que no puede ser dicho. La suya es una región en la que, de manera simultánea, sucede la narración onírica, el prodigio y la belleza. Es de una densidad pasmosa. Uno contempla cualquiera de sus pinturas y, por un momento, se siente cómodo, porque la apariencia de lo figurativo nos sosiega. Pero bastan unos segundo para comprender que la capacidad simbólica de cuanto está sucediendo nos excede. 

Ella dando de comer a una luna menguante enjaulada, sierras como espuelas suspendidas sobre una tarima inquietante (¿o es loza?), un brasero del que sale fumata blanca de aquelarre, astrólogos concentrados, estetas, magos conscientes de que la medida de la luz puede verter la excelencia, cofres colmados de acristaladas formas herbáceas, esferas bruñidas como el asombro, ángeles fieramente doctos, vestimentas medievales, rostros seducidos, pozos cósmicos, disposiciones confundidas de taqueado jaqués… 

Cuatro nombres conjuraban a la catalana: María de los Remedios Alicia Rodriga… Varo. Pintora surrealista exiliada en México (nunca regresó a esta tierra, tan madrastra para con ella), donde coincidió con otra colosal dama de lo feroz, Leonora Carrintong. 

Apabulla conocer los vericuetos de sus cuadros, los estudios que realizaba antes de pintarlos, el hermetismo que recogen, las significaciones centuplicadas que es capaz de conjurar (‘Las cinco llaves del mundo secreto de Remedios Varo’, Atalanta, dan cuenta de ello). Lo suyo es la salvación por lo esotérico. La mística de la alquimia. La ascesis por lo hermoso, el don profético de la armonía (de tan corpórea, casi musical).

Y ahora, para regocijo agudo de devotos contumaces, para amantes refulgentes de la Varo, se acaba de encontrar un cortometraje sobre su obra que data de 1966. Guardado en una lata en el apartamento de Anna Alexandra Gruen, quien fuera esposa de Walter Gruen, a su vez el último marido de Varo, con el que permaneció hasta el final de su vida.

El cortometraje fue filmado por el cineasta Jomi García Ascot, y en él se hace un repaso por la obra de Varo. La voz que aparece, aunque se asemeja, no es la de pintora, que va salpicando estos veinte minutos con enunciados de Brentano, Hölderlin o Plotino. 

Un viaje de hechura lisérgica.