No están todas, es obvio. E imposible. “El criterio que hemos utilizado, tanto Luis Pastor, que ha musicado la mayoría de las canciones, como yo mismo para escoger qué poetas entraban ha sido el personal, no nos ha guiado un criterio cronológico, ni de otro tipo, nos hemos dejado llevar, hemos abundado en los poemas que nos iban gustando y haciendo una criba”, comenta el propio Valderrama. 

“Personalmente para mí ha sido una experiencia increíble, ya que había muchísimas poetas que no conocía. Gracias a Manuel Francisco Reina, autor de la parte narrativa de Mujeres de carne y verso, he conocido a poetas como Gloria de la Prada o Concha Lagos, que están, además, completamente olvidadas, y que es justo rescatarlas porque tienen una enorme calidad”, explica el cantante.

De lo oportuno de este disco en un momento en el que lo femenino es un zarcillo de éxito casi seguro, él se defiende. “No es cuestión de modas, creo que hay muchísimas mujeres con las que estamos en deuda, no sólo poetas, también pintoras o escritoras, y este disco aporta un granito de arena a ese reconocimiento que les hemos negado, porque hasta finales del XX a la mujer nunca se le ha tenido en cuenta”.

Y respecto a ese nombre al que todos volvemos, ese que por una zar que uno no busca comprender muy bien porque acaso no sea necesario uno se identifica, y se proyecta, y lo defiende, Juan Valderrama responde rápido: Gloria Fuertes. “Yo tiro del hilo de la poesía escrita por mujeres gracias a Glorias Fuertes, que además de ser una poeta infantil, es un poeta social como la copa de un pino, y a partir de ahí me encuentro con otras muchas que no están en el canon de la cultura. Y he pensado mucho, durante este trabajo, en que si el siglo XX la mujer todavía tenía imposibilitado el acceso a casi todo, cómo sería su vida en el siglo XVI o XVII”.

Una –quien escribe- que es coplera de alma echa en falta a alguien en este disco, disco en el que se escucha cantar al alimón con Valderrama a María del Mar Bonet, Las Migas, Carmen Linares o Carmen París, entre otras. Se echa de menos la voz de su madre, claro, Dolores Abril. “MI madre no está para cantar ya, qué más me hubiera gustado que cantar con ella. Pero mi madre ya no canta. Tampoco escribe poesía”. 

Hay flamenco en este disco, por supuesto. Pero también fado, y tango. Y poesía, “poesía de la buena, de la que mueve todo, poesía que utiliza las mismas palabras que utilizamos tú y yo pero de una manera que las hace únicas”.