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Sánchez

Entrevista

22 Jul 2019

Pedro Sánchez, poeta

“La belleza puede ser tan insoportable como la verdad”

Esther Peñas / Madrid

Refugio en el vuelo (Chamán ediciones), de Pedro Sánchez Sanz (Sevilla, 1970), es un poemario encalado de un sosiego contenido desde el que contemplar lo otro en un intento hermoso por comprenderlo. Hay silencio y sospecha, observación y deseo de nuevos abecedarios. Prosa en vuelo lírico y poema stricto sensu. Tres son los movimientos que –como planta, alzado y vuelo- despliega el libro: Construcción de un refugio, El fuego y el agua y Peligros ambientales. 

¿En qué momento del vuelo uno necesita un refugio?

Sea un vuelo de fuga o un vuelo de celebración, vamos en busca de refugio, tan necesario para la supervivencia. Oteamos desde la altura, a vista de pájaro. Puede ser una construcción pequeña y quebradiza, un objeto sagrado, un paraíso en la memoria, una voz que acaricia. La poesía y la escritura son un buen refugio, tabla de salvación del náufrago en un mundo hostil. El hecho incontestable de la fragilidad del ser humano frente al mundo, del gran error que hemos cometido al sentirnos ajenos a la naturaleza - hay una desconexión con el mundo natural al que pertenecemos-, y creer haberla dominado con la tecnología, me inquietan y los he abordado, en ejercicio de indagación, en mis libros anteriores, Abisales y Razón de las islas, y en este Refugio en el vuelo con el que vengo a cerrar un ciclo.

¿Somos más “el tiempo que nos queda” que el tiempo que hemos vivido?

Somos una suma o superposición de la memoria del tiempo vivido y de los deseos y expectativas de lo por vivir. Construimos con dificultad, pues la memoria es materia maleable y las expectativas suelen convertirse en columnas de humo, un mundo que nos acoja con nuestras grandezas y miserias, el poeta, con sus herramientas, intenta diseñar un mundo a su medida. En poesía pesa más el pasado, ya se sabe, “se canta lo que se pierde”, que quizás no sea más que un deseo de reencontrar lo cantado en el presente del poema, y en el futuro.

¿Qué “deshereda al yo”?
   
La lista de circunstancias y condicionantes es larga, empieza en nuestra infancia y nos va erosionando a lo largo de los años. Son, sobre todo, de tipo familiar y social. Nos van despojando. Somos frágiles, es difícil resistirse, pero llega un momento de lucidez o de rebeldía en que soltamos lastre y comenzamos a recomponernos. El proceso puede ser largo y hasta doloroso. “Carácter es destino”, es un buen lema. Y uno empieza a vislumbrar quién es, qué es, que necesita y qué no quiere.

¿Conviene “vencer a la belleza”?

A veces conviene y es necesario porque la belleza se nos revela inútil o nos revela, como el negativo de una fotografía o un espejo deformante, nuestra pequeñez, nuestras debilidades. No nos gusta lo que esa belleza pone de manifiesto sobre nosotros. La belleza puede ser tan insoportable como la verdad. Vivimos una época en que preferimos una respuesta rápida y satisfactoria a una certeza. Quizá sea mejor toparse con lo sublime, aunque no albergue belleza. O aprender a valorar la belleza del pétalo ahogado en el barro.

¿Qué se encuentra en el poema?

Lo que no se encuentra son respuestas. En el poema encontramos un tramo del camino. Y una voz que nos guía. La sorpresa, el asombro o la emoción del lector de poesía viene del reconocimiento, se reconoce en la imagen que proyecta el poema. Se dice “yo ya he estado aquí, yo he vivido esto”, es una especie de dejà vu. La poesía, para mí, es sobre todo indagación, por eso intento equilibrar lirismo, narración y pensamiento, y en mis poemas abundan los quizás y los interrogantes.   
  
“A pesar del movimiento, golondrina o relámpago, es la viva imagen de lo inmutable”. ¿Qué hay de inmutable en el poema?

El poso, y el pulso. El poema es una jungla que hay que atravesar, a veces machete en mano, hay que desbastar, quitar capas como a una cebolla, hasta llegar al corazón desnudo, latente, que a veces pende de una sola palabra o de un verso, de una imagen o una idea sugerida entre líneas. Ese resto, el que golpea, el que lleva tu nombre, es el poso del poema. Su pulso es un ascua de vida. La luz del faro entre la niebla.

¿Cuánto de deseo alberga el poema?

Mucho. El poema es, a menudo, como una plegaria. Tiene algo de cantilena chamánica, o de conjuro antiguo. Como dije antes, escribir un poema es a veces un intento de dar cuerpo y voz a los deseos, unos nostálgicos, otros apremiantes, casi todos imposibles.

¿Se escribe contra el mundo o desde el mundo?

Desde el mundo, con los pies en la tierra, y para el mundo, es un canto de ida y vuelta. La tarea de leer, pensar, escribir, traducir poesía es un proceso de reciclaje. Uno vive, lee, experimenta, yerra, observa el mundo, pasa todo eso por el tamiz de su sensibilidad y lo devuelve convertido en una nueva realidad, que el lector hace suya cuando se reconoce en el poema. Es el lector el que cierra el poema. Uno escribe desde su propio mundo sobre el mundo que le rodea, que le inquieta, que le hiere, que le emociona. Y a veces uno consigue tender puentes con otras islas.