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Álvaro Fierro

Entrevista

1 Dic 2020

Álvaro Fierro, escritor y poeta

«La libertad es fruto de la premeditación»

Esther Peñas / Madrid

A la manera de los antiguos romances, como el del conde Olinos, el de Gerineldo y la infante o La bella malmaridana, por poner algún ejemplo, Álvaro Fierro (Madrid, 1965) Libro del rey Aniel o Libro de los Ugros (Dairea) nos cuenta la peripecia vital de un monarca de espíritu épico. Formado por teselas que pueden articularse de distintas maneras (procúrense leer en voz alta), tres partes conforman su reinado (Libro de los Hechos del Rey Aniel, Libro de los Sueños del Rey Aniel y Bestiario de la tierra Ugra), a las que se anticipa un pórtico de Andrés Ibáñez.

¿Qué porción de lo poético transcurre en lo onírico?

Depende mucho del autor. Toda la etapa de la poesía social se caracterizó por un alejamiento del mundo onírico, lo cual no es bueno ni malo de por sí. Otro tanto les ha ocurrido a los poetas del 50, del 60 y del 70. En general, multitud de poetas han creído ser los encargados de llevar a cabo alguna clase de misión social, a menudo de naturaleza comunista, y han afligido a sus lectores con toda clase de apostolados. Como decía Gadamer, en poesía el texto es para sí, y opino que lo onírico es un territorio que permite seguir la máxima del pensador alemán cómodamente. Si además uno opina que la belleza no tiene nada ni de heteropatriarcal ni de fascista ni de antiguo, sino que es uno de los motivos fundamentales para apreciar la vida, es muy posible que lo onírico tenga su oportunidad.

¿Cuánto hay de Álvaro en el rey Aniel?

La respuesta inicial que me sale es que poco, porque su majestad es un rey y yo soy sólo un súbdito de Felipe VI, que está siendo un gran rey. Sin embargo, compartimos una idea de la poesía y la fascinación por la mujer, de modo que la respuesta seguramente es la contraria.

En el hecho de que en un mismo poema quepan distintos estilos, ¿cuánto hay de esquizofrenia?

Tradicionalmente se le ha pedido al artista que el estilo y su evolución sean algo así como un itinerario significativo y coherente de un proceso vital o intelectual. Pienso en artistas como Beethoven o Stravinski o Neruda. Creo que existen alternativas a esto. Bécquer, que es algo así como el arquetipo poético en español, tiene sin embargo unos versos pornográficos que glosan unas acuarelas de su hermano Valeriano dedicadas a Isabel II. El poeta que es el colmo de la delicadeza también sabía ser ordinario, y esto no es ninguna evolución, ya que acaso haya simultaneidad entre ambas formas de escribir. Mi modo de ver el asunto es que el estilo es una herramienta que debe adecuarse al objeto que se persigue en el poema o la obra musical o pictórica.

«Triste es aquel que no sabe ser libre». ¿Qué margen de libertad queda en el poema? ¿Y en la vida?

El poema es el cauce literario de la máxima libertad. En una novela, la trama, los personajes, su psicología, la época, el género literario imponen multitud de restricciones. Si nos vamos a la ópera la situación es semejante. En poesía se admite mejor que un autor haga toda clase de experimentos, aunque tras muchas pruebas a lo largo del siglo XX se llega a la conclusión, o al menos eso es lo que yo hago, de que cierto clasicismo bien entendido es lo que menos pasa de moda. Seamos eclécticos y utilicemos los estilos a nuestra conveniencia. Y ser libre es algo perfectamente compatible con seguir ciertas reglas constructivas.
En la vida creo que la libertad es una ilusión muy perfecta y sólo muy raramente somos libres. A menudo se confunde con la espontaneidad, que no tiene nada que ver con la libertad, más bien es lo contrario. Lo que nos sale espontáneamente tiende a ser siempre lo mismo, y eso tiene que ver con nuestra personalidad, que actúa según ciertos principios estables de nuestra psicología. La libertad es fruto de la premeditación. 

«Mujer toda cintura». ¿Es, el amor, motor primero de cualquier escritura?

Sí, aunque no necesariamente el amor hacia otro ser humano. En un libro de viajes se manifiesta el amor por un paisaje o una región, en un libro de historia se expresa el amor por una época. Se nota mucho cuando un autor no está haciendo el amor en sus libros y aprovecho para aconsejar la práctica de una nueva modalidad deportiva en tales casos: el lanzamiento de libro. 

¿Qué nos enseñan los bestiarios?

Los bestiarios permiten que el lector se fije en una cosa pero que en realidad se entere de otra. En el Libro del rey Aniel, el bestiario final nos muestra la otra cara del reino, lo que no podría aparecer nunca en los textos de un monarca de la Baja Edad Media o el Renacimiento, que son lo que conforma las dos primeras secciones de la obra. Además, tiene una pretensión suavemente humorística.

Pienso en la honda impresión que causó la tierra de los ugros al rey Aniel. ¿Todo paisaje es un estado anímico?

Depende de uno, pero tiendo a pensar que si un paisaje le deja a uno una huella muy profunda es que en realidad se encuentra en un estado de apertura especial en el que van a afectarle multitud de asuntos o hechos o personas. Los protagonistas siempre somos nosotros, el paisaje no es más que el pretexto. 

¿Qué es lo que más le gusta del país de los ugros?

Que haya tenido un rey tan galante. Ahora que nuestra izquierda piensa que una república vale por arte de magia para solucionar las cosas, es el momento de reivindicar la monarquía. Mira los franceses, que llevan echando de menos la suya desde que se la cargaron en 1789 y son tan monárquicos como el que más. Ahí están los escritos de Chateaubriand o madame de Staël para corroborarlo, con sus enérgicas defensas de la monarquía constitucional.

¿Qué hacer cuando a uno «le crece una insurrección en el pecho»?

Rendirse.