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Cubierta del libro

Entrevista

20 Feb 2020

Francisco Deco e Ildefonso Rodríguez, poetas

“La poesía es uno de los más logrados juegos de la humanidad”

Esther Peñas / Madrid

Cadáver exquisito, poemas al alimón, renga, collage… hay diferentes maneras de denominar a ese delicioso juego en el que el poema se escribe con más de dos ojos, dos manos o una cabeza (inconsciente o no). Uno de los ejemplos más recientes es Mandolina y jaula ante un espejo (Animal Sospechoso), fruto del intercambio entre Francisco Deco (Sevilla, 1962) e Ildefonso Rodríguez (León, 1952).

¿Qué gana y qué pierde un poemario escrito por dos poetas?

Francisco Deco: En realidad, se trata sólo de una posibilidad más, aunque bastante rara. Las posibilidades combinatorias que se abren al mezclar las creaciones de dos poetas constituyen, probablemente, la aportación principal de la obra.

Ildefonso Rodríguez: Si un deseo posible de quien escribe poesía es disolver su identidad en un mundo entrevisto bajo una luz no usada, dar alcance al otro que siempre va con nosotros, en silueta o en la sombra, este libro, que es un entredós, abre un umbral y ahí aparece ese que ya no es ni el uno ni el otro. Ganancia, siempre. Estimación de pérdida: sigo citando: tal vez “ni ganancia ni pérdida. Para nosotros, sólo existe el intento. El resto no es cosa nuestra”.

¿Qué hace posible esta bella zarabanda entre dos poetas tan distintos?

(ID): Todo surgió de la casualidad y de la amistad. Simplemente, tras releer el renga que compusieron en París en 1969 los poetas Paz, Sanguineti, Tomlinson y Roubaud, se nos ocurrió la posibilidad de hacer una obra en colaboración.

(IR): El juego. La poesía es uno de los más logrados juegos de la humanidad y hasta de las cosas antediluvianas. El juego del leer, antes que el escribir, nos dio intercambios, leernos uno al otro y dar después el salto felino, ponernos a barajar lo nuestro en un juego nuevo, eso, la zarabanda, el baile de las correspondencias. Sí, ahí está el otro, casi a mano.

¿En qué momento los ojos se convierten en “catálogos de la pena”?

(ID): El sintagma pertenece a Ildefonso, mejor que conteste él.

(IR):  Todo lo mirado nos afecta. Como en cierta teoría presocrática de la visión, los idolillos que emiten las cosas nos entran por los ojos. Si tenemos delante “catálogos de la pena”, el ojo llora, mana su pena.

Existe un diálogo, esto es obvio, pero ¿hasta qué punto podría hablar de sincretismo entre ambas maneras de entender la poesía?

(ID): No me parece adecuada en este caso la palabra sincretismo. No se había buscado la coincidencia, sino, como se dice en el prólogo, “observar la chispa” que pudiera surgir de las posibles diferencias y afinidades. No obstante, ya conocíamos nuestros libros anteriores y sabíamos que existía una afinidad mínima suficiente como para plantear este tipo de actividad.

(IR): En el prólogo del libro, el poeta Jean-Yves Bériou se ha referido a la aparición de una tercera voz al reunirse las nuestras. Lo vio más claro todavía, dijo, cuando nos escuchaba leer juntos, en la presentación. Un tercero espectral, pero muy existente, el autor definitivo.

¿Hubo –y de haberlas cuáles- concesiones por parte de ambos para este libro?

(FD): No, ninguna concesión ni correcciones para conjugar nada. Tenga en cuenta que decidimos escribir cincuenta poemas cada uno para acoplarlos al final de dos en dos. Sólo cuando cada uno había hecho su parte nos intercambiamos los escritos para verificar que todo podía funcionar.

(IR): La mayor cesión o concesión a la que los poetas, por lo general, están poco dispuestos a ceder, es la de salirse de su miomio, su yoyó, que lo propio sea leído como si lo hubiera escrito otro. El miedo al contagio, miedo supersticioso de tantos principiantes. Ya he dicho que para mí esto es lo deseable. La vecindad de las voces. Y que la poesía pueda ser hecha por todos, como escribió Ducasse. Al menos, en este libro está hecha por dos.

¿Qué música entonaría la mandolina?

(FD): La suya, es decir, la que cada lector pueda oír en ella.

(IR): La música dialogada de los payadores, de los que improvisan coplas    frente a frente: con un  ritmo vivo, pero con el intervalo silencioso (a veces suena un abismo) de la espera.

¿Qué vería la jaula al mirarse al espejo?

(FD): Sería interesante plantearse varias preguntas más: si la jaula está vacía o llena; con qué animal; si la jaula deja ver la mandolina a través de sus barrotes; por qué la mandolina y la jaula están ante un espejo. Prefiero los símbolos abiertos.

(IR): El pájaro que voló.

¿Cuánto tiene el poeta de animal sospechoso?

(FD): Los poetas somos sospechosos en tanto que nuestros poemas deben ser tomados como indicios y apariencias.

(IR): Si el pensamiento nace de la sospecha y de la duda, la poesía se produce en la evidencia a tientas de “hasta las cosas que no tienen nombre” (última cita). El poeta tiene por compañía animales obligatorios (acabo de desdecirme). Pero, es verdad, demasiadas veces cae la sospecha sobre los poetas: la de ser cigarras.