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Daniel Sprintz

Entrevista

16 Dic 2019

Daniel Sprintz, compositor

“Las nuevas generaciones han perdido esa oportunidad de esmerarse”

Esther Peñas. Fotografía: Jorge Villa / Madrid

El compositor y director Daniel Sprintz (Santa Fe, Argentina, 1961), profesor en el Conservatorio Superior de Música de Badajoz, se formó académicamente en Argentina, Italia y Francia. Sirvan de credenciales sus numerosos conciertos, cursos, clases magistrales, residencias como compositor y conferencias. Desde 1998 reside en España. En sus obras hay una atención extrema y un silencio que recoge. Por tanto, una escucha previa que se resuelve en destilación.

¿En qué anda enfrascado ahora?

Acabo de volver de Argentina, donde he tenido un estreno con la Sinfónica Nacional, en el auditorio ‘La ballena azul’, es impresionante la sala, te puedo asegurar que había más de 1200 personas, localidades agotadas y un gran respeto. Fue estupendo. Antes de eso tuve un estreno en la Opera de Pekín, en China, se hará un disco de eso. Y ahora tengo entre manos un encargo para Berlín, un dúo de violín y piano a partir de un motete de Tomas Luis de Victoria. 

¿Es más fácil o más complejo trabajar a partir de un encargo que crear a su antojo?

Siempre hago lo que necesito hacer; si alguien quiere algo de mí no le voy a dar algo complaciente, hago mi música, no la que nadie quiera que haga. Es obvio que acepto acotaciones, ciertas limitaciones como el número de instrumentos o la duración, pero el resto es mi trabajo. No me condiciona que sea o no un encargo. Muchas veces incluso trabajo pedidos donde no hay compensación económica.

Aunque parezca una perogrullada, ¿cómo descubre uno que es músico y qué exactamente le empuja a mantener esa vocación?

Estupenda pregunta… pues uno descubre la vida misma, desde chico se van encontrando distintas maneras de expresarse, y la música y la pintura han sido las mías. Aquí, en España, soy marginal, no soy el famoso compositor argentino que vive acá desde hace más de treinta años, lo cual me permite ser totalmente libre, sin condicionamientos de institución alguna, sin limitaciones estéticas ni técnicas, trabajo con quien quiero, no tengo que escribir de manera complaciente, lo que me permite extender e investigar e ir más allá de las modas. Hace años encontré un escritor, Hugo Mujica…

¡Es formidable este poeta! Lo entrevistamos también para esta misma publicación…

¿Sí? Somos muy amigos, ha escrito para mí, íbamos a hacer una ópera juntos y finalmente se tradujo en un poema radiofónico. Trabajo con su poesía desde el 93, he compuesto obras que han nacido no necesariamente con voz partícipe, a veces con sentido abstracto, de hecho la obra que se acaba de estrenar en Argentina está hecha partir de un poema de él, pero no hay texto, es solo música, con esa dualidad de incorporar el sentido poético a la narración musical, lo hago desde entonces. 

Mujica es la maravilla…

Daniel Sprintz, compositorHay un problema y es que después de conocer y trabajar la escritura de Hugo, el resto te parece banal; puedo trabajar a partir de otros textos, de otros poetas, pero no me identifico tanto como con lo que hace Hugo. He encontrado en su poesía una simbiosis ideal para lo que quiero decir con la música, que no se trata de representar lo que él dice sino hacerme cargo de la emoción que transmite su poesía. De hecho, la pieza que ha escrito para mi, ‘Nadie’, tardé dos años en digerirla, en hacerla mía, y después sentí que no podía hacer una ópera en el sentido convencional, porque toda la abstracción que presenta el texto no se condice con la materialización del timbre de los instrumentos tradicionales, por eso esta obra es electrónica, tuve que fabricar el timbre de los instrumentos, la materia sonora, y añadir el texto dicho por un actor.

¿No es una herejía que un músico componga a partir de un ordenador?

No, no necesariamente, porque he trabajado sonidos naturales, se mezclan pequeños coros con sintetizadores, y hay una gran reflexión detrás. Se trata de unir sin volver a desunir, se busca una mimetización de lo real y de lo no real, no de lo real y lo virtual, pretendo generar en el oyente esa pregunta de ¿es un coro o no es un coro? ¿Es el hombre o la mujer? 

¿Qué cosas suponen un punto de inflexión, tomando el título de tu exposición de pintura?

Es un punto donde me permito mostrar la intimidad, no solo lo paralelo de mi música con la pintura, sino que indica que ese era el momento de hacerlo, la manera de plasmar en visual la relación sonora. Es, en definitiva, un punto de inflexión temporal. Me siento responsable como para poder mostrar mis cuadros, comparto con la seriedad, con la intensidad que me da la vida, la relación pictórica con la musical. Lo que tiene es un aspecto de no quedarme con lo académico, que para mí es una lucha constante. Se imparten clases no solo en la tradición, también desde el academicismo, y mi música, aunque no tiene demasiado poder, se traduce en que hay una formación académica detrás. La pintura me supone la liberación, abro ese paréntesis y me permito hacer cosas que en música no las veo tan cercanas a mí.

Si una novela surge a partir de una idea, un poema a partir de una imagen, ¿cuál es la espita que desencadena una composición?

Por lo pronto, si conoces a Hugo, sabrás que se tarda un tiempo en incorporar la emoción del otro, por eso en ciertas obras les pido a los intérpretes antes de empezar que lean la poesía; cuando leemos no hay forma sino activa de recibir una emoción determinada y eso intento traducir en lo musical. Primero, para componer, se requiere dedicar un tiempo a descubrir los pequeños silencios entre palabras, observar la sintaxis, la emoción, recibir -si hay- la conclusión, si lo aclara o deja una incógnita… hasta que no tengo eso, no me pongo a escribir. Después, la estructura de la obra, la relación de métricas, encontrar una relación temporal con la estructura, hallar la forma, la textura, la armonía, la métrica, los compases, es decir todo lo demás viene, es oficio.

¿Qué tiene de sagrado la música? 

Lo que puede tener el sentimiento de acercamiento que quiera darle el autor. Hemos vivido siempre épocas terribles, y si no nos involucramos de una forma sagrada, honesta, no llegamos al fondo. Hay cientos y cientos de artistas, y problemas gravísimos como el hambre, la ecología, la política… podríamos pensar que para qué seguir haciendo arte… pero, si no aportamos nuestro grano de arena, de reflexión, todo seguirá igual. 

De reflexión y de belleza…

Y de belleza, y de receptividad. No sé si eso es sagrado pero que lo que se interprete se reciba, por iniciados o no, es lo interesante, nos permite encontrarnos. 

¿Qué es lo más hortera que escucha?

Jajaja, ¿lo más hortera? Supongo que algo que se cuela cuando sintonizo la radio del coche, o las publicidades de la tele… qué sé yo…

Pero me refiero a algo que le guste y que sea hortera… 

Hortera no te sabría decir, música popular escucho mucha, sobre todo flamenco, pero no es hortera en ningún caso…

¿Qué siente cuando sintoniza una radiofórmula?

No las escucho nunca… los medios de comunicación me dan mucha pena, pena la gente que sale en la tele…

Hay gente que sale en la tele y acaba por convertirse en presidenta de Bolivia…

Sí… el hecho de la fama me apena porque detrás de estas caras (bonitas, preparadas para el comercio), hay gente que vive de ello, y las utilizan dos, tres, cinco años y luego las desechan y buscan otras nuevas. 

¿Ha de ser, por tanto, inútil, el arte, inútil en tanto que no se pueda convertir en mercancía?

El arte, por lo pronto, si es innato a todos debería ser libre; hay medios que lo llevan a la propiedad, el mercantilismo, pero me parece que indudablemente tendría que ser todo anónimo, como antiguamente, cuando encontramos obras fantásticas anónimas. El trabajo humano para la humanidad, el nombre y apellidos son secundarios. Puede haber cierto reconocimiento, pero cuando la persona se va queda la obra.

¿Hay mucho mercenario en el mundo del arte?

Sí, porque todo se ha vuelto muy accesible, pero hay un problema que no estaba contemplado y que afecta a youtube, internet, las redes sociales, y es que no hay autocrítica ni aprobación; antes, un escritor tenía que presentar su obra a un comité de lectura para saber si es interesante lo que tenía que decir, hoy en día ese paso no existe, no hay nada para diferenciar la calidad; subo esto y ahí lo dejo, y hay tanta información mala que distrae casi por completo de la buena. Además, hoy aprieta uno dos botones y el ordenador le hace música, ya no hay artesanía, oficio, la concepción de una obra artística, con lo que ello implica.

¿Qué hace falta, qué cualidades, qué disposición de ánimo se requiere para ser músico?

No solo el talento natural, sino disciplina y respeto por lo que uno está por hacer; hay mucha gente que no tiene talento y sí disciplina, y llegará a un nivel de profesionalización determinado, pero no emocionará. Recuerdo una ocasión, en Santander, que salí de un concierto de Los virtuosos de Moscú, un grupo de cuerda, frío, no me transmitieron absolutamente nada. En los pórticos, ya en la calle, me encontré con un extranjero tocando a Bach con su violín, una maravilla, era muchísimo más artista, sin reconocimiento de nadie, que lo mercantil. El arte requiere sentimiento, querer mucho lo que se hace, invertir mucho tiempo, tener respeto, querer superarse, miras de hacia dónde se quiere ir… está tan contaminado hoy todo que se busca lo mínimo para salir a hacer dinero, el menor esfuerzo y sólo importa el resultado económico. Después, salvo excepciones, el nivel es bastante bajo, con lo cual un compositor no puede escribir hasta el límite de lo que pueda escribir porque no hay gente que pueda recibirlo.

Pero, ¿qué cosas que merezcan la pena en la vida no implican un esfuerzo?

No se trata tanto de esfuerzo como de esmero, es distinto, al igual que no se trata tanto de tolerar al otro como de convivir con él. Las nuevas generaciones han perdido esa oportunidad de esmerarse. Desgraciadamente, se ven una serie de intereses importantes contra la música, aparte del conformismo, esta corriente tan en boga, la Nueva Simplicidad; en los 80 existía la Nueva Complejidad, inspirada en el Barroco, en la superposición de discursos, se trata de complejidad, no de complicación, es decir, complejidad como suma de sistemas: un sistema complejo que es la suma de sistema simples. La Nueva Simplicidad supone una regresión a lo complaciente, al collage, a lo mercantilista. 

Sus obras incluyen flauta, guitarra, violín, trompa, percusiones… ¿por cuál de ellos siente más apego? ¿Podría hablarse del ‘instrumento más completo’?

Tradicionalmente se ha considerado el instrumento más completo al piano; pero siento más apego por el violín, que fue el instrumento con el que hice mi formación musical; a la hora de escribir, la cuerda es mi casa, me es muy cercana y familiar, aparte de que tiene una gama expresiva que no tiene ni viento ni percusión.

¿A qué suena el violín?

A cierta coloración interesante; pero es más humana la viola. Y más intrigante el contrabajo, que sostiene todo en un delicado equilibrio.

La música, ¿es para usted una terapia psicoanalítica?

No, lo es la pintura.

Por cierto, la música, ¿tiene alguna ética?

Debería. Y sí, hay muchos compositores que trabajan desde una óptica ética. Estuve analizando, por ejemplo, la obra de Franck Yeznikizn, un compositor francés de origen armenio; se publicará en marzo un disco doble con un libro. En él hay un acusado sentido ético, pero hay bastantes compositores comprometidos, lo que ocurre es que como todo va tan rápido hoy en día, si te encargan un trabajo tienes que entregarlo rápido, y no te permite tomar distancia, reflexionar sobre qué quieres decir. En el caso de Yeznikizn se ve muy bien, por su estrecho vínculo tanto con el psicoanálisis como con la obra de Celan.

A su juicio, ¿qué compositor está sobrevalorado?

Difícil cuestión (largo silencio)… tal vez Mendelssohn, más burgués que sus contemporáneos, pero no es fácil… Liszt, que me resulta muy mundano en relación, por ejemplo, a Berlioz, con mayor profundidad… Me gusta mucho Mahler.

 

(Entrevista publicada en 'cermi.es' 370)