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Biedma

Entrevista

24 Ene 2019

Juan Ramón Biedma, escritor

“Lo más fascinante del terror es que se sustenta en un territorio absolutamente subjetivo”

Esther Peñas / Madrid

Uno transita la literatura de Juan Ramón Biedma (Sevilla, 1962) con un soplo en el corazón por el que se nos inocula el desasosiego, lo incierto, la mueca, el terror. Desde aquella primera novela que leímos, Humo en la botella (Salto de Página), un delirio sobrecogedor y bellísimo en su hechura, Biedma ha seguido apostando por el territorio del desasosiego. Con ‘Autofobia’ (Tierra Trivium) nos regala un ramillete de relatos intensamente inquietantes.

¿Cuánto tiene el escritor de ‘autofobia’, ese miedo a ser ignorado?

En realidad, ese miedo –o más propiamente, esa variante de  contradicción entre el “miedo a estar solo” y el “miedo al intruso” lo experimentan los personajes de mis relatos. Cuando supe de ella, me pareció una fobia que resumía tan bien la confrontación que sufre el ser humano consigo mismo que podía definir perfectamente muchos de los conflictos que nos llevan al desastre, nudo de estas historias.

De nuevo, una marca inconfundible de tu literatura: el interés por lo grotesco, por lo inmundo, por cuanto nos coloca en la tesitura de recordarnos que nosotros también somos eso (o esos). ¿Por qué despiertan tan poco interés literario si son materia inagotable de historias?

Todos tenemos derecho a la evasión, a intentar escaparnos de estas rejas, a negarnos a reconocer lo que somos y lo que podemos dar de sí. Lo rechazable es la negación con dolor, esto es, ocultar esta realidad con intención de preservar el estado de las cosas, de que nadie tome conciencia de la necesidad de cambio.

 ¿Los niños son los protagonistas más inquietantes posible para un relato desasosegante?

Creo que la conducta de los niños no se diferencia de la nuestra, que son nosotros, y por lo tanto revelan en toda su potente desnudez la capacidad para combinar lo razonable con lo imposible.

¿Qué tiene que tener una historia para que aterrorice?

Lo más fascinante del terror es que, al margen de los tópicos, en su gran mayoría han derivado en parodia, se sustenta en un territorio absolutamente subjetivo de cada uno de nosotros a ese le aterrorizan los botones, a la otra, los recién nacidos... de manera que es más interesante el estudio de qué lo provoca que el terror mismo.

¿Qué se debe hacer cuando un ahorcado abre los ojos y nos mira?

Ante todo, debemos aprovechar el momento para establecer una amistad eterna que probablemente no durará más que unos segundos. Después vendrán las confidencias, los intercambios, las indagaciones, el sexo apresurado...

“En vuestro interior está la Pérdida. En vuestro interior está el Camino. Podéis ir al Encuentro”. Que se dé, finalmente, ese encuentro, ¿de qué depende?

Ah, los viejos maestros esotéricos... ellos sí que sabían de los vericuetos escondidos de la lengua y de cómo utilizarlos para fabricar poesía con la nada…

El padre Full (tiene guasa el apellido) es un sacerdote con un código ético desconcertante, tan pronto ejerce el derecho a la ‘noble’ venganza (‘Desconocida 115’) como desvalija a inocentes. ¿Qué le fascina de este personaje? ¿Se iría a tomar unas cañas con él?

Quedaría cada tarde para tomar café pero no le quitaría ojo, consciente de que podría esperar cualquier cosa de un fulano así. Full no cree en  nada, se mueve por esa sola fe que no le atormenta pero le empuja hacia la exploración de lo desconocido en los demás y en sí mismo, lo que le convierte en un ser muy peligroso.

¿Qué lugares son peor que el Purgatorio?

Cualquiera del que no podamos marcharnos a tiempo, aquellos a los que nos vemos obligados a volver, esos en los que no podemos ver ni oír ni hablar con nadie...

Putas, LaNiñadelAparatoOrtopédico, tarados, borrachos, pederastas… ¿Cuánto de freak show tiene la literatura de terror?

Ninguno de estos personajes son necesarios para el terror, basta con el niño no nato, con el callejón vacío, con la memoria fallida. Eso sí, contribuyen al color del espectáculo, lo que siempre resulta conveniente.

 ¿En qué momento el miedo deja de ser una sensación gozosa y se convierte en algo paralizante?

La diferencia está en que se nos conceda o no la facultad de elegir. Desde el momento en que determinadas situaciones o sus consecuencias imaginarias, sobre todo sus consecuencias imaginaras- se nos imponen o somos nosotros los que las buscamos.