Compartir en redes sociales

Francisco Javier Guerrero

Entrevista

10 Nov 2020

Francisco Javier Guerrero, escritor y poeta

“Los límites suelen ser espacios fértiles”

Esther Peñas / Madrid

La vida anticipada (Adeshoras). Con este título, Francisco Javier Guerrero (Córdoba, 1976), se acerca –estrecha la mano, comparten bureo y cálculo- a Paul Adrien Maurice Dirac, Nobel de Física en 1933, y determinante para la física atónica y el hallazgo de la antimateria. No sólo lo hace convocándolo en uno de estos cuentos (exactos, bellos, vocacionales) sino que usa esa mirada del tiempo para injertarla en los relatos y dinamitar su cronológica disposición.

Ilustrados por Lola del Castillo (con quien ya trabajó en su inmenso poemario Las razones del agua), tienen algo de mágico estos textos, algo que sin alharacas ni deslumbramientos nos sacuden. Tienen algo de misterio explícito, y algo de veneración por ese misterio. Tienen algo de político –todo- en tanto que de manera ética de estar en el mundo. Y algo de juego, anunciado en el zarcillo de la segunda parte del libro (‘Lo que no somos’; la primera, ‘Las viejas trincheras’). Atentos.

“El presente es un tiempo manchado de cenizas”. ¿Cuándo y de qué manera la vida se anticipa?

Continuamente. Cualquier medición que la mente hace sobre la realidad es una fantasía, una ficción. La ciencia ya ha demostrado que el tiempo no existe como algo que está ahí fuera avanzando desde el pasado hasta el futuro, de hecho afirma de manera categórica que el observador es el que crea el tiempo. No es una aseveración tan radical como podría parecer. Estos hechos consumados por la física se encuentran en numerosas tradiciones místicas, religiosas y filosóficas. La palabra sánscrita maya nos puede hacer comprender esta relación. Etimológicamente significa “medida”. Es en la medición donde surge el tiempo, y no sin ella. Medir, contar, escribir, inventar. La dirección no importa.

Si “cualquier beso cambia la apariencia del mundo”, ¿qué cambia, qué modifica la escritura de un relato?

Cada uno de los elementos del relato originan distorsiones. Cada palabra, cada personaje, cada acción. La alteración dependerá de la fuerza que generen esos elementos. Y el autor es quien debe compensar esas fuerzas. Aumentarlas o atenuarlas para lograr un equilibrio. Aunque, a veces, resulta una labor imposible, porque hay palabras rebeldes, personajes ingobernables o besos capaces de cambiar la forma y también el fondo de cualquier relato.

Y si “la carne nunca miente cuando ama”, ¿en qué no puede mentir la escritura?

Igual que la carne, la escritura tampoco debería mentir cuando ama. Y es el objeto amado de cada relato, poema o novela, el que tiene que determinar las condiciones de autenticidad o engaño, lo que significan y la importancia que tienen en la obra. Este objeto puede ser cualquier cosa, desde una estructura determinada hasta la búsqueda de una emoción concreta. Cada texto posee su verdad: lo que ama. A eso es a lo que no le puede mentir la escritura.

“Las fronteras son algo más que marcas”. ¿Cuándo se hacen necesarias las fronteras y cuándo deberían diluirse?

En el ámbito de la creación artística no entiendo el concepto de frontera como una separación. Los límites suelen ser espacios fértiles. Por eso, si existe una cartografía precisa entre dos disciplinas bien diferenciadas, puede ser un ejercicio interesante adelgazar la línea divisoria que las separa hasta, incluso, hacerla desaparecer.

El tono general del libro es plomizo, deja un aroma ciertamente desasosegante. ¿En qué medida el contexto del autor modifica el tono en lo que escribe?

El contexto del autor, igual que los elementos propios del relato, como decía antes, origina también distorsiones. De la corpulencia y del vigor de este contexto dependerá su influencia en lo que se escribe. El desasosiego que se percibe en algunos tramos de la lectura puede descender del misterio o del asombro, que son los sentimientos que han desencadenado la mayoría de los relatos del libro. Desde siempre la extrañeza y la conmoción han sido motores de mis textos. Hace años escribí un poema a mis abuelos con unos versos que pueden darle sentido a lo que digo: Conviene protegerse contra la incertidumbre / acorazarse en las evocaciones, / porque en estos momentos –y más tarde- / se llora por no entender lo que pasa. Mi manera de protegerme es escribir. Así. Porque creo, como dice el relato Naga, que todo lo triste, al final, resulta noble y bello.

Pienso en el relato ‘Toc’. ¿Cuánto tiene la escritura de pensamiento mágico?

Según esta narración, el acto de escribir se ajusta perfectamente al arquetipo del pensamiento mágico, si entendemos, como entiende su personaje principal, que se puede dominar la realidad con la mente o con determinadas acciones. Para exponer esta relación de un modo todavía más extremo, además, la voz de este relato necesita ubicar su propia escritura en otro sujeto al mismo tiempo que hace suya las de otros. Solo de esta manera mantiene un control férreo de su existencia. Este dominio aparente se presenta de forma natural en la escritura cuando se basa en la similitud o contigüidad entre elementos para establecer una relación causal –no demostrable- entre ellos. Aunque esta causalidad solo tenga sentido en el marco de los argumentos intrínsecos de la propia historia.

¿Cómo se negocia lo que el escritor quiere contar y lo que la escritura ha de decir?

Como en cualquier relación de pareja, bien o mal avenida, pensando siempre en el futuro y en la dicha del hijo. Las concesiones que escritor y escritura hagan deben ir en favor de su fruto: lo escrito.

“Porque todos tenemos algún fantasma viviendo con nosotros”. ¿Cómo acostumbrarse a ese extraño habitatore, como lo llamaba Fellini? ¿Es recomendable desahuciarlo?

Estos fantasmas se construyen desde los primeros momentos de la vida, en el inter-juego dialéctico con el otro. En el cuento Borges y yo, el propio Borges, cómo no, proclama que “al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas”. El hombre se proyecta en la sombra, en el reflejo y en la huella. Nos acostumbramos a ese extraño habitatore en la misma medida que él se acostumbra a nosotros. Por eso Borges sigue diciendo: “así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro”. Y concluye: “no sé cuál de los dos escribe esta página”. En definitiva, no es posible desahuciarlos.

¿Esconde más un poema que un relato?

El poema desfigura lo que esconde, lo restaura y le busca una nueva etimología. En un relato se esconde –forzosamente- el motor, la causa que le otorga gravedad y movimiento a la historia. Si este mecanismo se hace evidente, el relato se estrangula.

¿Cuándo el luto resulta “implacable”?

En este relato, ‘Destellos’, se desmenuza la memoria de una genealogía herida en un momento determinado por la guerra. El impacto de un conflicto como el que se describe atraviesa con su oscuridad hasta el mínimo detalle de la vida de todo un linaje, incluso de pueblos enteros. Las tragedias compartidas hacen que el luto sea implacable porque el dolor no solo se produce en el interior de cada uno sino que llega también desde fuera. 

“El destino es una maleta”. ¿Qué contiene la de Francisco Javier?

En uno de los relatos se menciona un pueblo indígena de América del sur, los aymaras, que tienen una percepción única del tiempo, ya que consideran que el futuro espera detrás mientras que el pasado permanece delante. El destino es una maleta que guarda los objetos del pasado. La mía está llena de suerte y de agradecimiento.