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María de la O Lejárraga

Entrevista

22 Feb 2019

Juan Aguilera, escritor

“María de la O Lejárraga fue muy pronto uno de los referentes del feminismo español”

Esther Peñas / Madrid

María de la O Lejárraga (San Millán de la Cogolla, 1874 – Buenos Aires, 1974) tiene una biografía y una obra apasionantes. Como escritora, firmó bajo el nombre de su marido (Gregorio Martínez Sierra) numerosos textos, y colaboró con Turina o Falla escribiendo libretos. Como feminista, fundó algunos de las instituciones seminales para la emancipación de la mujer, como el Lyceum Club o la Asociación Femenina de Educación Cívica, entre otras. La editorial Renacimiento reúne en Viajes de una gota de agua tres piezas teatrales para niños de muy diversa factura, con un prolijo prólogo de Isabel Lizarraga y Juan Aguilera, con quien conversamos sobre esta mujer que recordó a la postre solo las “horas serenas”, los momentos que le merecieron la pena, olvidando el resto.

¿Cómo influyó la condición de exiliada –sobre la que tanto reflexionó Zambrano- en María?

Su exilio fue singular. En primer lugar, porque lo inició en Francia, en su casa de Cagnes-sur-Mer, donde pasaba largas temporadas desde los años veinte. De manera que inicialmente pudo parecer casi una continuidad de su vida anterior. Pero la Guerra Mundial lo cambió todo y la condenó a años de miseria y olvido. Después, su exilio americano, que comienza en 1950, cuando está a punto de cumplir 76 años, nació de un espíritu de rebeldía ante la adversidad, de querer apurar sus últimos años de vida, y se prolongó durante más tiempo del que ella misma esperaba. Tras un breve paso por Estados Unidos y México, recaló en la Argentina, donde no pudo triunfar como dramaturga, si bien logró publicar sus dos libros de memorias (Una mujer por caminos de España y Gregorio y yo), una recopilación de teatro, Fiesta en el Olimpo, y su volumen para niños Viajes de una gota de agua, que es el que ahora hemos reeditado en Renacimiento. Pero su principal actividad fueron las traducciones, las charlas radiofónicas y algunos artículos publicados en la prensa

En esta larguísima vida, cien años,  ¿cuáles son los momentos vitales que más le marcaron?

Hubo muchos, sin duda. El primero y más determinante, su relación con Gregorio Martínez Sierra, con quien se casó en 1900 y cuyo nombre sirvió de firma conjunta a una obra más o menos común, en una colaboración que es difícil desentrañar desde fuera. Otros especialmente importantes fueron su militancia feminista, que comienza a hacerse pública hacia 1915, su colaboración con músicos como Usandizaga, Falla o Turina, para quienes escribió libretos de enorme éxito;  por su puesto, su separación de Gregorio, cuando éste tuvo una hija con Catalina Bárcena en 1921… Pero, ella misma lo reconoce, uno de los momentos más felices de su vida fue la proclamación de la República y su trabajo desinteresado por su consolidación. Una dedicación, la política, que no entraba en sus planes, pero que la absorbió durante esos años de luz y esperanza.

¿Qué distingue literariamente a María de otras escritoras y escritores de su generación?

Ella se inscribe a sí misma dentro de la Generación del 98, y es evidente que comparte muchas de las preocupaciones estéticas y temáticas de los llamados modernistas. Su literatura fue acusada con frecuencia de blanda y dulzona, algo que ella siempre negó, puesto que reivindicaba el tono social que subyacía en sus textos. De todos modos, su obra fue extensa y de muy variada calidad, apegada con frecuencia a los gustos del público y de la época. Pero también hay que hablar de una literatura centrada en la mujer, siempre protagonista de sus novelas y dramas, moderadamente feminista, con un mensaje profundo expuesto de forma suave, sin rupturas. 

¿Cuáles fueron las personas que más influyeron a María en lo personal y en lo literario?

En lo personal, su familia: siempre habla con admiración tanto de su padre como de su madre, su primera maestra; desde luego, también su marido, Gregorio Martínez Sierra. En lo literario, admiró a muchos autores, en especial a Pérez Galdós entre los españoles y a Shakespeare entre los extranjeros. Pero sin duda quienes más influyeron en su obra literaria fueron los modernistas, con Benavente, Rusiñol y Juan Ramón Jiménez a la cabeza.  Con Juan Ramón mantuvo una amistad profundísima durante varios años.

Además, María ejerció un feminismo militante. ¿Qué peaje tuvo que pagar por ello?

No parece que su feminismo le reportase graves inconvenientes. Tal vez la firma masculina con que apareció su obra feminista la protegió de los ataques que otras mujeres pudieron sufrir. En cualquier caso, fue desde muy pronto uno de los referentes del feminismo español y sus libros y artículos (Cartas a las mujeres de España, Feminismo, feminidad, españolismo, La mujer moderna, Nuevas cartas a las mujeres) se leían y difundían con admiración. También fue una feminista práctica, que trabajó por su autonomía personal y fundó asociaciones muy importantes para el progreso del feminismo en España, como la Unión de las Mujeres de España, con la Marquesa del Ter, el Lyceum Club o la Asociación Femenina de Educación Cívica.

¿Cómo influyó en ella el hecho de que su marido regresara a España?

En un principio la entristeció, porque ella siempre se mantuvo firme en su rechazo a la dictadura y nunca quiso regresar en vida del dictador. Pero comprendió que Gregorio regresara para morir aquí. Tras su muerte, debido a que su obra solo estaba firmada por Gregorio, tuvo que luchar por sus derechos de autoría, aunque siempre mantuvo el apellido de su marido (del que no llegó a divorciarse). A partir de su muerte en 1947 firmó como María Martínez Sierra, nombre por el que ya era conocida en los ambientes literarios y sociales desde mucho tiempo antes.

¿Cómo fue la relación entre ellos? Porque, a pesar de que él encontró a otra mujer con quien tuvo un hijo, ambos siguieron trabajando juntos…

Inicialmente, fueron un matrimonio sinceramente enamorado. Tras la separación, ella insiste en que siempre se mantuvo la “comunidad espiritual” que habían formado entre los dos. De ahí que siguieran colaborando naturalmente, sin fricciones, voluntariamente, como voluntariamente habían decidido antes que su obra apareciera con la firma de Gregorio.  Siempre se profesaron un profundo cariño, a pesar de la separación.

¿Qué es lo que más admira usted de María?

Su capacidad de trabajo, su honestidad intelectual y su versatilidad, que la lleva a sentirse cómoda en la novela, en la comedia, en el libreto musical, en el ensayo feminista, en la política… Pero sobre todo admiro su capacidad para superar las adversidades, su filosofía de vida basada en recordar solo las “horas serenas”, los momentos que realmente han merecido la pena, olvidando todos los demás.

La película de Disney ‘La dama y el vagabundo’, ¿fue un plagio del libreto que ella envió a la productora?

Ella siempre sospechó que sí, pero realmente los argumentos de la película y de su obra Merlín y Viviana son diferentes. No obstante, hay algunas secuencias de la película de Disney que podrían haberse inspirado en el texto de María.

Los cuentos para niños, en nuestro país al menos, se han considerado como ‘obras menores’. ¿Lo son, en el caso de María?

Viajes de una gota de agua no es exactamente un cuento para niños, aunque sí una obra pensada en principio para un público infantil. Parece más bien pensada para una emisión radiofónica. Pero, como decimos Isabel Lizarraga y yo en la introducción a nuestra reedición, es un texto literario que trasciende lo infantil para convertirse en una alegoría de la vida, como ocurre con otras piezas de su teatro del exilio, en especial Tragedia de la perra vida. En este caso, predominan el tono infantil y el propósito pedagógico, en un texto donde se defienden unos principios básicos bien definidos: la curiosidad,  la reflexión y el conocimiento como fundamentos de la existencia humana, el respeto a las normas sociales, la individualidad irrenunciable del ser humano… Es una obra infantil pero con una lectura profunda para los mayores. Algo similar ocurre con Merlín y Viviana, que  es una reflexión sobre la imposibilidad de comprender racionalmente los afectos. Más infantil es el tercer texto, En busca de una peluca. Pero en todos aparecen la poesía, la belleza y sus preocupaciones vitales. Por eso no son obras menores.