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Mestre y Ramírez de Arellano

Entrevista

20 Nov 2020

Raquel Ramírez de Arellano, poeta

"Mestre es un gran productor de imágenes insólitas que sitúa sus poemas muy cerca de las artes plásticas"

Esther Peñas / Madrid

Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, 1957). El anticiclón del verbo. Oráculo devenido en acción terrestre. Telúrica, su poesía. Algo de nigromante y de cenobita, de trilero y astrólogo, en sus versos. El sastre de Apollinaire acaba de publicar una exquisita muestra de su lírica –de aquella entroncada con la pintura- a cargo de Raquel Ramírez de Arellano. El resultado: Los antecedentes penales del blanco. Atentos.

¿Qué tiene Mestre que lo distingue del resto de poetas?

El don de la palabra. En Mestre encontramos un manejo del lenguaje y un atrevimiento de la imagen que no se encuentra en otros poetas; por ello es tan peculiar, tan fácilmente reconocible y tan difícilmente interpretable, sobre todo porque culturalmente pasamos, como sociedad, por horas difíciles, puesto que el sentido de las palabras hace tiempo que comenzó a subvertirse. Y, además… la imagen; Mestre es un gran productor de imágenes insólitas que sitúa sus poemas muy cerca de las artes plásticas, generando una ruptura del canon con un código que alimenta su poesía y también su pintura.

¿Qué pautas has seguido para pespuntar esta selección de poemas?

Esta antología obedece a un único criterio: hallar de entre sus libros de poemas, aquellos en los que el poeta hace referencia de un modo u otro, a la pintura. 

Mestre es uno de esos poetas que podría no haber sido nunca poeta y sí un gran artista plástico: grabador, acuarelista, collagista, escultor… pero también podría no haber sido ninguna de estas cosas y únicamente un gran poeta; con todo, el mundo tuvo la suerte de contener en su esfera a un artista completo dado a la construcción de artilugios artísticos/estéticos, perfectos.

El tópico latino ut pictura poesis que interpretó el poeta romano Horacio en su Epístola a los pisones, se hace carne en la obra de Mestre, pues no creo que exista en el panorama actual un artista en el que sea más evidente el significado: «como la pintura, así la poesía» o «la poesía como a la pintura». Un caso singular para el que podríamos remontarnos al siglo V en el que el poeta lírico griego Simónides de Ceos afirmaba: «la pintura es poesía silenciosa, la poesía es pintura que habla».
Por estas páginas se pasean pintores de reconocido renombre como: Joan Miró, Picasso, Balthus, Max Ernst…

También, al hilo de esta cuestión, me gustaría señalar la gran labor de edición que ha realizado El sastre de Apollinaire, con Agustín Sánchez Antequera al frente. Teniendo en cuenta lo laborioso del proyecto que aborda esta editorial y la escasez de aportaciones económicas institucionales para este fin, es encomiable el trabajo que se ha hecho con este libro.

De entre los libros escogidos para hacer esta decantación, ¿cuál, a tu juicio, es el más redondo de ellos?

Bueno, no creo que pueda decantarme por ninguno de ellos, más bien me decantaría por todos. Pero quizá La bicicleta del panadero, por su temática relativa a la recuperación de la dignidad de los desaparecidos, sea el libro, de entre los que aparecen en la antología, que más me conmueve. De hecho, creo que el poema La hija del sastre, que aparece en esta obra, es uno de los poemas más redondos de nuestra historia de la literatura y uno de los textos socialmente más intensos de todos los que he leído jamás. 

Por otro lado, no podría dejar de mencionar entre mis preferidos de Mestre, La tumba de Keats. Y, sí, lo considero un libro redondo. Compuesto por un único poema ofrece el testimonio de diversas voces que tienen como punto de encuentro la ciudad de Roma, ciudad del arte por excelencia y como testigo de todas esas voces la voz de John Keats como representante de los desamparados que también habitaron una Roma gobernada por los usurpadores. Grandes voces como la de Shelley van a su encuentro como prueba, no de la irracionalidad, como ha querido ver parte de la crítica en la obra de Mestre, sino del compromiso social y humano.

«Los antecedentes penales del blanco…» ¿cuánto de pureza y de corrupción ha de tener el poema?

El título del libro lo extraje del poema Amarillos rosas, blancos naranjas. Concretamente, casi al final del poema, Mestre dice: "Me desconciertan dos cosas: una, los antecedentes penales del blanco, sus pink yellows, sus orange whites; otra, la fecundidad de lo negro que me sigue los pasos". Que un poeta afirme que “«me desconciertan los antecedentes penales del blanco» significa que le inquieta la lista de actos delictivos que la ley ha dejado escritos en su libreta, que ese adjetivo delictivo se aplique al blanco, habla del vacío, pero puede hablar también de la luz del sol que descubrió Newton que al pasar por un prisma se descompone en colores. Si entramos en el campo de la pintura, volviendo al tópico del que hablábamos antes, ut pictura poesis, la preocupación, la inquietud tendrá quizá que ver con ese cliché anticuado que afirmaba que el blanco era un color prohibido y que la luz se generaba con amarillos. Qué duda cabe que el verso de Mestre no obedece, para nada, a una cuestión estética puramente irracional, sino que habría que investigar sus referencias para concretar a dónde nos conducirían las diversas interpretaciones.

Lo que es indiscutible es la inmensa belleza del verso, su capacidad para emocionar al lector.

El poema debe ser corrupto, debe tener como intención la de quebrar el orden lógico del sistema para después reparar la pureza de las víctimas. Creo que eso es lo que persigue nuestro autor, más que decorar desde el irracionalismo un universo superrealista.

La poesía ha de ser un acontecimiento. Para recibirlo, ¿qué disposición de ánimo hay que tener?

Creo que dejarse sorprender. Debe entregarse al poema desde la virginidad del ánimo, pero con la exigencia del que se ha cultivado y ha explorado distintos discursos poéticos. Esa exploración es lo que permitirá al lector abastecerse de nuevos códigos y desechar aquellos que sean más insondables.
Debemos seguir empeñándonos en llevar la poesía a las escuelas y los centros de secundaria; debemos ofrecer el alimento lírico a nuestros niños y jóvenes porque ellos desean ir a su encuentro con un brío que nos deja pasmados a los docentes, pero los curriculae ceden un escaso espacio a todo lo creativo que debemos ensanchar.

¿Qué tiene que tener un poema para que emocione a Raquel?

A mí, generalmente, me emocionan poemas que tienen puesta la mirada en el otro; no en la búsqueda de lectores, sino en el encuentro humano. Me emocionan poemas cuyo destino es el de la reparación de aquello que le ha sido arrebatado al hombre; me emocionan poemas en los que el código se exige a sí mismo, porque esta tensión otorga cierta auto exigencia también al lector. Es muy común beber de una poesía de corte social cuyo propósito es el de servir un vaso de vino peleón a los lectores, se habla, desde la crítica, de una poesía fácil de entender. A mi modo de ver, el lector es exigente y autoexigente y no debemos darle todo sin esfuerzo, pues en esta búsqueda de lo insólito le aguarda la imagen fulgurante, es decir, la poesía.

¿Qué ha sucedido para que entre los círculos concéntricos de la poesía se hayan colado impostores (cantautores, youtubers…)?

En mi opinión, obedece a una cuestión de quebranto cultural. En nuestro país, de manera paulatina, el ocio y el entretenimiento han ido ocupando el lugar de la cultura. Tanto la cultura de la inmediatez como la precariedad cultural han conducido al público y a los lectores a querer obtener todo ya, ahora, en este mismo instante. Por otro lado, desde las administraciones, hace rato que la cultura no obtiene apenas subvenciones, vive en una precariedad constante ejerciendo un estado de permanente voluntariado, o si las obtienen, suelen quedarse siempre alojadas en los mismos círculos; por tanto no se da valor a lo cultural, sino que cualquier actividad de puro entretenimiento como pueden ser las que desarrollan este tipo de personajes en las redes sociales, se identifica como acto cultural. La cultura guarda una íntima relación con el esfuerzo y con el compromiso, el acto lector cuesta esfuerzo, nada tiene que ver con la mera exposición de una pantalla que te ofrece de manera inmediata un resultado, un producto. De esta manera se ha convertido al lector-espectador en usuario de un producto que se consume. Y todo aquello que se consume, finalmente se extingue. Lo más retorcido de todo esto es que este tipo de productos son la comida chatarra del intelecto; y generan que el lector pierda su capacidad de identificar qué es cultura y qué es mera distracción o pasatiempo.

¿Un poeta es el mejor de los lectores posibles de poesía o precisamente es más incapaz de convertirse en ignorante, cualidad indispensable para que el poema se revele según W. Stevens?

Un poeta, una poeta, es un ser humano, como cualquier otro, aunque se espera de él o de ella el conocimiento y el cuidado que no se espera de otra persona, precisamente por trabajar con el material altamente inflamable de la poesía. 

No creo, como W. Stevens, que la ignorancia sea la cualidad indispensable para que un poema se revele. De hecho, creo, que la poesía se rebela contra la ignorancia. Por este motivo creo que no debe tratarse al lector como ignorante, creo que no hay que esperar de él que entienda nada cuando lee un poema, sino que debemos permitir que el poema lo emocione. Existe una tendencia entre la crítica que habla de la poesía como texto del que se espera que el lector saque una conclusión, yo me opongo fervientemente a esta manera de interpretar el acto poético; creo que igual que no explicamos el mar, y nos emociona; igual que podemos admirar un cuadro de Tapies, sin comprender nada de lo que ahí pintó, y nos emociona, el lector puede emocionarse ante el texto poético; creo que la interpretación del contenido es algo secundario y sobre todo, un acto personal e íntimo.

En poesía, como en la vida, ¿la clave está en «trabajar con levedad», como apuntas en uno de tus poemas?

Esa metáfora aparece en mi libro La arquitectura de las colmenas, en un poema titulado Celosías y alude a un escultor llamado Andy Goldsworthy, por el que mantuve un gran interés hace como unos diez años. Recuerdo haber visto un documental en el que explicaba cómo construía instalaciones artísticas trabajando con hielo. Se trata de un personaje muy vinculado con la defensa del planeta. Esa levedad o más bien liviandad era lo que quería yo representar en ese verso; la delicadeza con la que entiendo debemos trabajar cuando pretendemos que el otro, la otra persona, sienta esa aportación y pueda aplicarla a su propia vida. Bueno, es quizá en el panorama actual, un modo de entender el mundo un tanto utópico, pero especialmente, en mi labor docente, creo que cuando al alumnado se le enseña desde la delicadeza, el resultado es siempre mucho mejor.

¿Qué nos dice «un botón a punto/ de abrocharse» a la vuelta de todos los callejones?

(jajajaja) nos ofrece, sin duda alguna, una posibilidad. En los callejones, parece que siempre suceden situaciones oscuras, situaciones inquietantes, pero sin embargo podríamos hallar al final de algunos callejones una nueva oportunidad.