Compartir en redes sociales

Bárbara Montes

Entrevista

17 Mar 2021

Bárbara Montes, escritora

«Nacemos con altas dosis de valentía que, con el paso de los años, vamos apaciguando»

Esther Peñas / Madrid

Julia está bien (Ediciones B) es una historia de afectos. De cómo alguien vence sus miedos para hacer la sencilla heroicidad de la que jamás se creyó capaz. De dos mujeres pertenecientes a generaciones distintas que se escuchan y hablan para comprenderse. A ello se une la Guerra Civil como contexto. Esto es, a grandes rasgos, el debut narrativo de Bárbara Montes. 

¿Qué incita a alguien a jugarse la vida (literalmente) por otros? 

Cualquier respuesta que te dé estará incompleta, sólo sé qué es lo que haría que yo me jugase la vida por otra persona. En mi caso creo que sólo arriesgaría mi vida por amor o por inconsciencia, me explico: en ocasiones hacemos algo arriesgado porque reaccionamos de manera inconsciente, es inevitable, en ese caso seguramente podrías jugarte la vida por cualquiera; pero si tuviese tiempo para pensar, entonces supongo que sólo lo haría si alguien muy importante para mí, alguien a quien quisiera más que a mí misma, estuviese en peligro. 

Valentía y amor. Cantaba Silvio Rodríguez aquello de «amores cobardes no llegan a amores», ¿son incompatibles ambos términos, amor y cobardía? 

No creo que eso sea cierto, amor y cobardía pueden ir perfectamente de la mano, lo importante no es ser valiente, lo importante, lo que nos hace crecer como seres humanos, es enfrentarnos a nuestros miedos, triunfemos o no. El verdadero valor no es hacer algo porque no tengas miedo, es hacerlo –o intentarlo- a pesar de tener miedo. De hecho, una vez le dije a mi abuela que me parecía muy valiente por lo que había hecho, y respondió que no, que ella era muy cobarde, que lo había sido siempre, pero que hizo lo que tenía que hacer para conseguir lo que quería conseguir. Y, en el fondo, creo que eso es lo que nos hace valientes. 

¿Se aprende la valentía?

Al contrario, todos nacemos con altas dosis de valentía que, con el paso de los años, vamos apaciguando. Creo que, en ocasiones, puede llegar a confundirse valor con inconsciencia, es esta segunda la que muchas veces hace que parezcamos valientes. Lo que sí tenemos que aprender a lo largo de la vida es la prudencia, la capacidad de meditar sobre el mundo que nos rodea, sobre las situaciones en las que estamos inmersos, la posibilidad de decir no cuando creemos que un riesgo es elevado y el beneficio que nos pueda proporcionar asumirlo no nos compensa; del mismo modo, tenemos que dejar de lado la prudencia cuando un resultado es deseable pero conlleva o podría conllevar riesgos, es un equilibrio algo precario, pero el valor sin prudencia es mera inconsciencia. 

¿Cómo traspasar el pudor de hacer público algo tan íntimo como esta historia familiar?

Muy sencillo, Julia está bien es una novela, por supuesto me he basado en hechos reales, anécdotas que mi abuela fue contándome a lo largo de los años que viví con ella, que fueron bastantes, en conversaciones que hemos tenido. La relación entre Julia y Sofía es muy parecida a la que tenía yo con mi abuela; sin embargo, los problemas que se narran, que van conformando la historia, son ficción. Hay mucha verdad en esta narración, pero está disimulada. De hecho, hace un par de días me llamó una de mis tías, acababa de terminar la lectura de la novela y me preguntó si mi abuela (no olvidemos que es su madre) realmente había hecho algo que se narra. Tuve que aclararle que no, que esa es la historia de Julia, no la de Juliana, mi abuela. Y lo que le sucede a Sofía es su historia, no la mía. No es una biografía de Juliana ni una autobiografía de Bárbara, eso sería muy aburrido.  

¿Qué ha sido lo más gratificante y lo más difícil de esta narración?

Lo más gratificante, tal vez, sea poder dejar algo escrito para que fragmentos de la vida de Juliana sean recordados, durante más o menos tiempo, eso da igual, pero las historias escritas perduran, existe la posibilidad de que resuenen en algún lector. Las que conservamos en nuestro interior y no dejamos salir se extinguen con nosotros. 
Lo más difícil no tiene que ver con la narración en sí, lo más difícil fue corregir la novela. Mi abuela falleció pocos días después de ponerle el punto final al primer borrador de Julia está bien, mi hermano y yo la acompañamos durante las últimas noches y estábamos solos con ella cuando se fue. No lloré cuando sucedió, lo lloré todo después, mientras corregía.

¿Qué es más importante, contar algo o que haya alguien que lo recoja, que lo escuche?

Creo que ambas cosas van entrelazadas, que no tienen sentido la una sin la otra. 

A su juicio, ¿qué une y que separa insalvablemente a ambas mujeres, a Sofía y Julia?

Lo único que las puede separar es la muerte, las une todo lo demás, eso es fundamental en la novela. Sofía está descubriendo que Julia es una mujer como ella. Las abuelas son abuelas desde que nacemos y eso hace que, tal vez, perdamos de vista el hecho de que son mujeres, que han crecido, que han tenido amigos y amigas, que han tenido relaciones sexuales, que han tenido aspiraciones… Tendemos a despojar de esas cualidades a las abuelas. Julia se ha hecho adulta en una época muy diferente a la de Sofía, pero en el fondo, ambas son mujeres que tienen que afrontar el mundo en el que les ha tocado vivir. Tienen que aprender a manejarse en ese mundo. 

¿De qué modo la Guerra Civil está impresa en nosotros como lectores?

Es parte de nuestra historia, muchos hemos escuchado a nuestros abuelos contar anécdotas de la Guerra Civil o de la postguerra, es inevitable. En el caso de Julia está bien la guerra es un telón de fondo, es en esa época cuando sucedieron parte de las cosas que quería narrar, pero en realidad lo que me interesaba era contar la historia de Julia y la de Sofía, la guerra no es más que un decorado. No es el tema central de la historia.  

¿De qué modo se modifica la narración si el público, en vez de infantil, es adulto?

Esto lo explicó muy bien Roald Dahl cuando dijo que escribir para niños era igual que hacerlo para adultos, solo que había que hacerlo mejor.  

¿Cuál de ambos públicos es más difícil de complacer?

El lector infantil es despiadado, si no le gusta lo que lee, lo deja y sigue con su vida. Si están disfrutando la lectura, también son más agradecidos. En ocasiones recibimos mensajes en Twitter de madres y padres que nos cuentan que su hija o hijo se han quedado hasta muy tarde leyendo el libro de Amanda Black y, aunque siempre me disculpo y les digo que lo siento mucho, en realidad no lo siento, me hace mucha ilusión saber que hemos conseguido que no quieran dejar de leer.  
El adulto, sin embargo, puede estar leyendo una novela que no le termina de convencer, pero no necesita una gratificación inmediata, así que puede perseverar, puede darte una segunda oportunidad. 

¿Cuál ha sido el último libro que le ha emocionado?

No ha sido un libro, ha sido un comic, lo leí hace ya algunos años, pero el otro día volví a leerlo y tuvo el mismo efecto que la primera vez, se llama Rover Red Charlie, con guion de Garth Ennis y dibujo de Michael Dipascale. Cuenta la historia de tres perros caseros que, tras una extraña enfermedad que vuelve agresivos a los humanos y que consigue que acaben matándose entre ellos, tienen que buscarse la vida para sobrevivir. Está contado desde el punto de vista de los perros. Se trata de una historia triste y tierna en la que también tienen cabida el sentido del humor, la tensión y el terror. Parece algo simple, sin embargo, los personajes están muy bien definidos y tienen mucha profundidad. Los autores, tanto con guion como con dibujo, consiguen que te sumerjas en la historia. Y no es sencillo hacer algo así cuando tus protagonistas son mascotas.