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Cubierta de La muerte difícil

Entrevista

21 Jun 2019

Julio Monteverde, traductor

“Para Crevel la homosexualidad era, además de una opción vital, un desafío a la sociedad que le tocó vivir”

Esther Peñas / MAdrid

La muerte difícil (El Paseo). Con este título, tan extraño como un pájaro que agoniza, René Crevel (París, 1900-1935) construye una lisérgica historia de naufragios anónimos, ciegos atentos y enamorados en sedición de sí mismos. Leyéndola se mastica ese mismo don de la ebriedad que mencionó Claudio Rodríguez. Hablamos con quien ha traducido de manera radical y delicada este texto, Julio Monteverde.

¿Hay muertes más difíciles que otras?

En el caso de Crevel se podría decir que hay momentos más fáciles para morir que otros. Él sintió la pulsión del suicidio desde muy joven, y si no lo hizo antes fue porque había ciertas cosas que se lo impedían. La primera de ellas era el deseo. A mi entender, de eso trata La muerte difícil.

Pierre Dumont se parece sospechosamente demasiado a Crevel…

Sí, claro. Crevel siempre escribió desde sí mismo. Todos los protagonistas de sus novelas parten de su propia experiencia, aunque se las arregla para que no solo sean él mismo. Pero el fondo autobiográfico es evidente. En cualquier caso, hay que dejar claro que no se trata de una novela en clave al uso. Hay personajes claramente reconocibles, pero otros muy importantes en la novela, como Diane o la señora Blok, no tienen ninguna correspondencia con personajes reales.

Son muchos los asuntos de los que podríamos hablar con la excusa de que habitan el texto. Empecemos con la estética, ¿entiende Crevel una vida sin estética? ¿Qué supone la belleza para el surrealista?

Los surrealistas siempre han rechazado la idea clásica de estética, que consideran muy limitada. Para ellos las cuestiones estéticas —tal y como las entendía y aún hoy entiende cierta crítica— deben situarse en un plano secundario, ya que por encima siempre está la búsqueda de la libertad y de la transformación social, esto es: la mezcla del «cambiar la vida» de Rimbaud y el «transformar el mundo» de Marx. Se podría bromear diciendo que para los surrealistas lo primero es eso, después no hay nada, y después viene todo lo demás, y ahí es donde se incluyen todas las cuestiones «estéticas». Esto no quiere decir que no le presten atención, pero siempre desde la conciencia de que la estética, por sí misma, no es capaz de justificar el valor de una obra. Crevel, antes y después de su entrada en el surrealismo, compartió por completo estos presupuestos. En su caso, además, el tema de la belleza surrealista no puede entenderse si no se incluye ese desborde pasional que supone la materialización del deseo y de la libertad en el acto poético.

La opresión familiar también se da cita. Además, el personaje de Mme. Dumont-Dufour, ¿puede interpretarse como una venganza, una caricatura de la madre de Crevel?

Las dos cosas. Hay que ser claros: Crevel detestaba a su madre. Y tenía buenas razones para ello. Baste con recordar que cuando siendo él un adolescente su padre se suicidó, esta le hizo entrar en la habitación para que contemplara el cadáver colgado de la soga. Con ello quería dar un ejemplo moral al joven Crevel, que no se lo perdonó nunca, y que se esforzó toda su vida por devolver el golpe, primero a ella de forma personal en sus novelas, y después a toda la institución familiar en su conjunto a través su actividad política.

¿Qué peso podríamos decir que tiene la homosexualidad en su literatura, que por momento recuerda –por la manera de abordarla- a Andrè Gidè?

Crevel escribía siempre tomando su vida como punto de partida. Y para él la homosexualidad era, además de una opción vital fundamentada en el deseo, un desafío a la sociedad que le tocó vivir. Pero Crevel no hacía separaciones, y tal como vivía, escribía. Esto es algo que se ve de forma muy clara en La muerte difícil. Mientras lo leemos no podemos dejar de preguntarnos: «¿Esto fue escrito en 1926? ¿Y como es posible que se publicara?». En mi opinión, la clave es el tratamiento por completo natural que da a su opción vital. Lo que Crevel muestra es el deseo manifestándose en su propia simplicidad, lo cual siempre produce un efecto engañoso. Porque lo que nos queda luego a nosotros, paradójicamente, es la sensación de haber asistido a algo muy intenso y complejo.

Como traductor, ¿qué es lo que más te fascinó de este texto?

La verdad es que la traducción no fue nada fácil. Se trata de un libro mucho más prustiano que surrealista, y eso se ve muy claro en la compleja construcción de los párrafos. Pero ahí donde Proust facilita un hilo conductor, muy fino en ocasiones pero comprensible al fin y al cabo, Crevel mantiene la conexión a través de la intensidad del impulso poético, por la tensión que imprime a sus palabras. Y la maravilla es que funciona asombrosamente bien.

La rebeldía, ¿es un estado del alma?

Crevel hablaría del espíritu, pero sí, es una forma de estar en el mundo. Cuando Soupault decía que Crevel era rebelde «como otros tienen los ojos azules» se refería a una cualidad no transitoria. Uno puede rebelarse de manera puntual cuando la presión alcanza lo insoportable, pero ser un rebelde, tal y como lo fue Crevel, implica un estado superior, no variable. Eso no depende ya de la intensidad de factores externos, y de forma retrospectiva es lo que algunos llaman destino.

¿De qué modo condicionó la enfermedad su vida? 

Sin duda le hizo tener una percepción muy frágil de su existencia, una cercanía con la posibilidad de la muerte. Además, esta enfermedad le abocaba a continuas separaciones, ya que cada cierto tiempo se veía obligado a dejar a todos sus amigos y su vida para entrar en diferentes sanatorios. Estos periodos también suponían un tránsito para Crevel, que se acostumbró de alguna forma a estas «muertes».

Especulemos, ¿la confrontación entre surrealismo y comunismo fue determinante en el suicidio de Crevel?

Fue uno de los detonantes, por supuesto. Pero cualquiera que lea sus obras comprenderá que el suicidio estaba presente en sus libros desde el primer momento, y que las causas definitivas quizá no sean más que eso, detonantes. Dicho esto, tampoco se puede ocultar que fueron las derrotas sufridas en su intento de conciliar al grupo surrealista con el Partido Comunista francés las que le condujeron al callejón sin salida del que solo acertó a salir mediante el suicidio. En el prólogo que hemos incluido en esta edición, Salvador Dalí, usando esa asombrosa habilidad suya para hablar de cualquier cosa hablando exclusivamente de sí mismo, lo explica con toda claridad. Crevel se esforzó como nadie por conseguir la ansiada unión de comunistas y surrealistas, que él, a pesar de lo que todo el mundo le advirtió, creía posible. Y cuando todo se derrumbó, sintió que su vida se iba también por aquel sumidero.

¿Qué caracteriza la escritura de Crevel que lo distingue de otros surrealistas? 

Quizá lo principal es que no era poeta. Crevel el más grande de los novelistas surrealistas, junto a Gracq. Pero antes hemos hablado de que los surrealistas daban un valor relativo a la estética. Y esto vale incluso para las novelas, género que en un primer momento era despreciado por los surrealistas, pero que sí albergaba cualidades liberadoras evidentes, como es el caso de las novelas de Crevel, era aceptado sin problemas. Crevel era la excepción para todo. Y así por ejemplo, aunque no fue ni de lejos el único surrealista homosexual, quizá sí fue el que con más orgullo e insolencia hizo de la homosexualidad una forma de desafío a la mediocridad de una época a través de su obra.