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Pla

Entrevista

5 Feb 2019

Sergi Doria, periodista

“Pla debería estar entre los diez mayores prosistas de la literatura española del siglo XX”

Esther Peñas / Madrid

Franquista y antifranquista, catalanista y español, narrador, periodista por necesidad, exiliado, lobo de fauces defendiendo el terruño, nómada, estudiante un tanto holgazán, diputado y hereje político, misógino y enamorado… Josep Pla (Palafrugell, 1897-Llufríu, 1981), uno de nuestros prosistas más lúcidos, más claros, más bellos. Estilo exacto, sencillo abierto siempre al prodigio de quien mira con atención. La Biblioteca Castro acaba de publicar en un único volumen Viaje en autobús, La huida del tiempo y La calle Estrecha, edición a cargo del periodista y profesor universitario Sergi Doria, con quien conversamos.

Usted divide a los escritores en aquellos a los que se lee y aquellos que nos acompañan. ¿De qué modo acompaña Pla a sus lectores?

Josep Pla dejó escritas más de treinta mil páginas sobre los temas más diversos. Su trabajadísimo y aparente estilo coloquial y su políticamente incorrecto sentido común hacen que te identifiques. Cuando una escritura “suena” como una voz al oído -y eso ocurre pocas veces- el autor nos acompaña.

A su juicio, ¿qué hace de Pla un autor necesario?

Sus artículos, libros de viajes y dietarios abarcan desde los años veinte a la Transición. Pla aplica su mirada sobre períodos cruciales de la historia de España y Europa… Y esa mirada universal se conjuga con lo que llamamos “intrahistoria” o localismo: el microcosmos del Ampurdán, la vida de los payeses... Sus lecturas de los moralistas franceses, filtradas en sus escritos, transmiten una cultura enciclopédica. Esa combinación lo convierte en un autor imprescindible para entender el mundo. 

¿Qué diferencia al Pla periodista del escritor?

No encuentro diferencias. Pla es un excepcional escritor de periódicos que aquilata sus artículos con la ironía del escéptico y la visión longue durée de la gran crónica. La prueba es que sus artículos han resistido el paso del tiempo.

Pla es un escritor (en otro orden de cosas como Jardiel Poncela o d’Ors) que no termina de ser reivindicado ni ‘por los suyos’ ni por los otros, es incómodo en cualquier territorio. ¿Ocupa, en nuestras letras, el lugar que merece?

En Cataluña fue arrumbado por el nacionalismo, que le negó el Premio de Honor de las Letras Catalanas. La izquierda marxista lo repudió por haber estado en el bando vencedor… En la España franquista, el prejuicio del catalán que no acaba de ser un español “al cien por cien”, según lo que Dionisio Ridruejo satirizaba como el “macizo de la raza”… Pla debería estar entre los diez mayores prosistas de la literatura española del siglo XX.

¿Es ‘Viaje en autobús’ su mejor título?

Creo que sí. Por su inmersión en los ambientes de la posguerra. Por su manera de explicar las cosas sin necesidad de nombrarlas, en una época de férrea censura. Por su descarnada sinceridad, ataviada de socarronería.

¿Qué debería de aprender de Pla los diletantes escritores?

El trabajo que supone la escritura inteligible. La búsqueda del mejor adjetivo que hace innecesario añadir otro. La ironía, el escepticismo…

¿Su estilo se altera dependiendo de si escribe en castellano o en catalán?

Sí. Se ha dicho que Pla escribía “catalanadas” en castellano para recordar su condición de catalán y también que trasladaba literalmente las construcciones y expresiones en catalán al castellano. Sea como fuere, es una licencia que se le puede perdonar.

La calle Estrecha apenas tiene argumento, y lo que retrata no es en modo alguno insólito, deslumbrante. ¿Tiene más peso en su literatura el modo en que usa el lenguaje que la historia misma?

En la ausencia de argumento radica precisamente la modernidad de esta novela que podríamos emparentar con la literatura de “no ficción”. Pla siempre dijo que lo difícil no es describir grandes acontecimientos y sucesos, sino cómo se baja una escalera. Ahí está el reto del escritor.

Es inmensa su producción literaria. ¿Era la literatura el epicentro de la vida de Pla?

Pla era un grafómano. La escritura le ayudaba a hacer legible y representar el absurdo de la existencia. Escribía con letra pequeña y apretada; aprovechaba los márgenes de cada papel. Decía que el periodismo era un oficio sanguinario, pero era su forma de sobrevivir: anímica y económicamente.

¿Es tan reaccionario como se nos presenta?
Depende de cómo interpretemos la palabra “reaccionario”. Si significa “reaccionar” contra las estupideces de algunas formas de “Progreso”, lo era. Si se identifica como “antimoderno”, en la línea de Chateaubriand o La Rocehfocauld, lo era. Si hablamos en el plano político, era un liberal conservador que repudiaba los colectivismos y populismos: fueran fascistas, nacionalistas o comunistas.