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Tamames

Entrevista

17 Abr 2019

Ramón Tamames, economista y político

“Trabajo en un decálogo que recoja espacios científicos que pueden explicar la existencia de Dios”

Esther Peñas / Madrid

Ramón Tamames (Madrid, 1933) fue activista estudiantil desde la década de 1950. Ingresó en el Partido Comunista de España (PCE) en 1956 y fue miembro de su Comité Ejecutivo desde 1976. Fue elegido diputado por Madrid en 1977 y 1979. Entre 1979 y 1981 fue concejal y primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de la capital durante la alcaldía de Enrique Tierno Galván.

Cubierta de 'Buscando a Dios en el universo' (Erasmus), de Ramón Tamames, economista y políticoAbandonó el PCE en mayo de 1981 para fundar la Federación Progresista, con la que participó en la creación de Izquierda Unida en 1986, siendo elegido diputado. En 1989 ingresó en el Centro Democrático y Social (CDS), aunque abandonaría la política poco tiempo después. 

Técnico comercial del Estado desde 1957, por oposición, es catedrático de Estructura Económica desde 1968 (primero en la Universidad de Málaga, luego de la Autónoma). Desde 1992, catedrático Jean Monnet por la Comunidad Europea.

Su último libro, Buscando a Dios en el universo (Erasmus) uno de nuestros economistas más internacionales se acerca a un principio responsable de toda evolución respaldada científicamente.

Al final, es imposible no regresar a eso con lo que Víctor Frankl tituló uno de sus libros, el hombre en busca de sentido. ¿Es Dios lo que nos confiere un significado último?

Puede ser, pero también hay un sentido de la vida en eso que decía Frankl, una relación con el prójimo, incluso en los momentos más difíciles, extremos, como los campos de concentración, en donde nacieron amistades profundas, prolongadas en el tiempo, y amores también profundos. Él, que estuvo en varios campos, sabe que el amor al prójimo es el reflejo de un amor superior, que normalmente se entiende que puede ser Dios. 

Dice usted que “la especie humana ha progresado lo suficiente para no suicidarse colectivamente”. Parece una afirmación demasiado luminosa para los discursos agoreros que se estilan hoy en día.

Inevitablemente la vida no se concibe como un alma en plan Robinson Crusoe antes de la llegada de su amigo Viernes, quien le acompañó gran parte de su estancia en isla; la comunidad donde vivimos, donde hay diversas escalas de amistad y relaciones y también la búsqueda de las últimas verdades (las preguntas de dónde venimos, qué es el hombre, etc.) esas cuatro preguntas esenciales, no son más, van conformando el sentido de la vida, un camino de perfección en cierto modo que las va elevando.

Disculpe la impertinencia, pero ¿por qué cuanto más se acerca uno al final más busca a Dios?

No es una cuestión de que me acerque al final del viaje sino una cuestión de tiempo; ahora dispongo de tiempo suficiente para atender a las inquietudes que me han acompañado siempre. La idea de Dios siempre me ha acompañado, de un modo u otro. Es un proceso acumulativo desde el uso de razón hasta el momento de emprender este último viaje del que usted habla. 

Una de sus tesis es que la vida tiene sentido, un sentido individual, otro colectivo. ¿Son parejos, se puede dar el uno sin el otro?

El individual es la lucha por la vida personal, y la vida personal tiene una componente también de desgaste cotidiano, de intentar mantener el tono. Al levantarnos por la mañana de la cama entramos en lucha contra la entropía, la tendencia a la degradación de los sistemas y, como decía un amigo joven en la infancia, los ingenieros están para resolver los problemas. Si la fábrica  funciona bien, los ingenieros pueden hasta divertirse, pero cuando hay problemas tienen que entrar en acción. Nosotros somos los ingenieros de nuestra vida, todos los días nos encontramos con dificultades, con problemas, con tensiones por todos los lados, con tendencia a la negligencia, una tendencia al emperezamiento enorme, tenemos que luchar para trabajar, para recomponer y mantener el tono económico, de relación, de avance, etc. La vida colectiva nos depara la alegría de formar parte de un conjunto. Ojalá hubiera más sociedad civil más activa. La vida colectiva no se concibe sin la individual, y viceversa. Como decía mi maestro Asimov, somos un planeta de montaje.

¿Conoció a Asimov?

Él decía que estábamos en una película. Fue mi maestro, aunque no lo conociera personalmente, pero mantuve con él mucha correspondencia. Recuerdo que, cuando era director del Anuario de El País, le encargábamos textos, y siempre nos contestaba con sus bromas estupendas, sus cartas estaban en papelitos de estraza, muy baratos, de cinco por cinco centímetro, y nos pedía el pago en dólares americanos; era un genio. Una vez que no nos contestó le pedí a un amigo mío que se acercara a su casa, en Nueva York, para ver qué pasaba con el artículo pendiente y se encontraron que tenía un negro escribiendo para él. 

Me gusta la tesis de Asimov, la que dice que somos un planeta de montaje, que estamos aquí por alguna razón que no conocemos todavía, que se nos observa cómo evolucionamos, que funciona la ley del libre albedrío, esa idea de que Dios establece unas leyes, de que puede haber una inteligencia superior que respeta sus propias leyes. Estamos en un momento en que la película es muy larga y puede tener un happy end, porque no creo en el suicidio colectivo. Siempre perfeccionamos nuestra lucha contra lo imponderable, como la de aquel asteroide que se estrelló hace 70 millones de años y que acabó con los grandes saurios y que contó Asimov. No, no nos suicidamos a pesar de los peligros cósmicos. En el libro cito a este oficial ruso que murió hace poco, Stanislav Petrov, que salvó al mundo del desastre nuclear el 26 de septiembre de 1983 cuando vio en la pantalla de su monitor una alerta atómica, lo que parecía indicar tres ataques norteamericanos con misiles atómicos. Él pensó que no podía ser, que si atacaban los norteamericanos lo harían a lo grande y, en vez de responder de inmediato con misiles nucleares, templó su respuesta, y finalmente comprobó que era un fallo en el sistema. Nos salvó la vida. Habría que hacerle un monumento. 

¿Qué papel desempeñan los afectos en ese sentido de la vida?

Son fundamentales, no podríamos vivir sin ellos, todos tenemos una autoestima y en ella lo que te digan de tus trabajos, de tus aventuras dialécticas e intelectuales, de tus proyectos vitales te afecta mucho, si es negativo te causa pesadumbre y si es positivo te alienta. Esther, me he centrado en mis últimas conferencias en hacer un ‘Decálogo Tamames’ que recoja espacios científicos que pueden explicar que exista Dios.

¿Por ejemplo? 

El Big bang no se sabe cómo se puso en marcha. Ahí puede estar Dios. Detrás del Big Crunch, esa gran concentración, también. En la Tabla periódica de Mendel, detrás de los elementos. Uno se pregunta, ¿ya estaba previsto que los elementos fueran a ser los de la tabla? Es una cosa asombrosa. Por otro lado, las leyes del universo, ¿son permanentes o difieren en distintos universos? Además, estamos en un universo antrópico, todo estaba dispuesto para recibir al hombre, la temperatura, el agua, la proximidad del sol, la luna, la vegetación… Da la impresión de que se nos estaba esperando.

Nos queda sortear a Darwin…

Sí, pero piensa en lo que decía Wallace, junto Darwin el gran evolucionista, que pensaba que la evolución está muy bien, pero que no explica la aparición de nuestro cerebro, el cerebro no se explica ni por evolución ni por azar, que es, por otro lado, lo mismo que dice Collins con el genoma, al que llama alfabeto de Dios. Me hace pensar que el hecho de que desde que el hombre lo es haya existido la religión, en cualquiera de sus manifestaciones, también nos dice algo. 

Entonces, ¿cómo explica un marxista eso de que la religión es el opio del pueblo?

Es que no se ha entendido la frase de Marx, significa que la desesperación de un sistema explotador lleva a pensar en un paraíso que no vas a alcanzar de momento y eso te consuela la vida en vez de pelear por conseguir una vida más justa. El propio Engels, a diferencia de Marx, apela a los cristianos primitivos, que eran su modelo. “Somos los cristianos primitivos pero con ametralladoras”, dice. Una frase buenísima.

¿Cómo es el Dios que siente Ramón Tamames?

Lo intuyo solo… no es utópico, no es barbudo, no necesariamente tiene la imagen del hombre, es una inteligencia superior, algo más que el dios de Spinoza (aquel como conjunto de leyes de expresiones de la naturaleza, panteísta), es algo más que el dios de Einstein. Es fundamentalmente amor, de alguna manera. 

Usted, a modo de conclusión, asegura que “somos una especie única”. Pero la biotecnología, entre otras disciplinas, ya nos hace hablar de transhumanismo. 

Sí, la inteligencia artificial parece que creará una especie distinta a la que conocemos… hay estudios que predicen la inmortalidad, situaciones de transhumanismo, como dices, que incluso están metiendo mano en el código genético. Vamos a ver cómo se resuelve, tendrá que haber una deontología, una policía científica para evitar los horrores predichos por Goya y sus sueños de la razón. Confío en que al final prevalezca lo mejor del sentido común.

 

(Entrevista publicada en 'cermi.es' 341)