Compartir en redes sociales

Sonia Vivas

Entrevista

5 Mayo 2021

Sonia Vivas, policía

«Aunque se cometa un delito flagrante, el resto de personas honradas callan»

Esther Peñas / Madrid

Cuando vivieron a por mí (Península) cuanta la historia de una mujer, Sonia Vivas, que desde pequeña tuvo claro que su vocación era la de servir a los demás. Por eso, se metió a policía. Lo que no esperaba es que dentro del cuerpo iba a encontrar una red de corrupción que solo después de noches de desvelos y de reunir el coraje suficiente logró denunciar. 

¿Siempre tuvo claro que quería ser policía?

Desde que era una niña. Cuando aún no había policías mujeres en España yo ya quería serlo. Y claro, eso era algo que resultaba extraño.

Policía es un oficio que está en los umbrales, que se mueve en el territorio entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto… ¿Qué lleva a alguien pasarse al otro lado de la ley?

Los que pasan al otro lado de la ley son aquellos para los que la policía es un medio para conseguir otras cosas. Personas que se convierten en lo que persiguen porque quieren ejercer el poder más allá del uniforme y usando el uniforme. El dinero y el poder en ocasiones corrompen. Tener un coche inasumible con tu sueldo es una posibilidad si pasas al otro lado. También lo es si decides traficar con mujeres o hacer la vista gorda ante determinados delitos o si te alías con la mafia. Pasarte al otro lado tiene sus cosas buenas a efectos económicos, pero te pudre el alma y destroza el buen hacer de todos los que hacen su trabajo de manera digna.

¿El mal triunfa (o suele triunfar) más por omisión del resto que por pericia propia?

El mal triunfa porque los buenos callan. Vivimos en una sociedad de valores individualistas en la que las personas no piensan en lo colectivo sino en lo propio. Por ese motivo la mayoría de las veces, aunque se cometa un delito flagrante, el resto de personas honradas callan. Por miedo a las represalias, por falta de un sistema que proteja a denunciantes y, básicamente, por tener la certeza de que, si te conviertes en la diana de los malos, nadie hará nada por ayudarte.
La soledad es muy grande y la corrupción estructural que tenemos como país es de tal dimensión, que los malos hacen lo que quieren porque los buenos miran para otro lado por miedo a ser señalados.

¿Qué   le   permite   reunir   el   coraje   suficiente   para denunciar la corrupción?

El hecho de saber que podrían haber estado hostigando a familias honradas como la mía a las que, al parecer, cobraban para dejarles trabajar sin coserlos a denuncias. El coraje fue la rabia de ver que algunos llevaban coches caros mientras personas humildes cerraban negocios acuciados por las denuncias constantes que se les ponían. También el tener noticias de que había mujeres en situación de prostitución que podrían haber sido maltratadas por policías de mi comisaría. Saber que no hacer nada significaba dolor, injusticia y sufrimiento para personas desprotegidas. Denunciar era una obligación no solo legal, también ética y moral.

¿Pensó en irse de Palma en algún momento?

Sí. Tuve miedo y pensé en irme. Pero sabía también que en una ciudad grande sería más invisible y, por lo tanto, más vulnerable a que me pudiera atacar físicamente y hacerme algún daño. Permanecí en la isla porque la visibilidad que había conseguido era una especie de salvavidas para mí. Hubo un momento que veía un coche patrulla y me temblaban las piernas, siendo yo policía, pues tenía claro que en cualquier momento podrían hacer de nuevo un montaje y hacer ver que yo portaba alguna sustancia o vincularme con alguna actividad complicada. Tuve miedo y lo sigo teniendo. Se que la mafia no perdona.

¿Cómo se cura el odio al distinto?

Con empatía y acercándose al otro para conocerle y saber de él. Normalmente, los prejuicios hacen que tengas una idea de una persona solo porque esta persona pertenece a un colectivo determinado. Cuando conocemos a alguien de ese colectivo y comprobamos que estábamos equivocados porque esa persona no es como te dicta el prejuicio o el estereotipo que debe ser, en lugar de decir que el estereotipo o el prejuicio son abstracciones erróneas, decimos que todos siguen siendo esto o aquello excepto esta persona que conocemos que no lo es. Hay que romper eso. Cuando lo consigamos habremos dado un paso para ser mejores.

¿Qué papel   juegan   en el   mundo   policial los   motes?, porque esta historia está plagada de ellos.

En la policía se utilizan mucho los apodos, sí. Es una manera de colgar sambenitos a la gente. Dentro de la policía se sigue funcionando; son espacios muy endogámicos en los que los que imparten justicia hacen literalmente lo que les da la gana. Eso se junta con el machismo dentro de la institución y con la homofobia rampante y lógicamente es una bomba.

¿Por qué decidió salirse del cuerpo? 

Sigo siendo policía, aunque estoy en excedencia. Para mí es una manera de salir de mi situación de maltrato. Hace dos semanas que el Supremo dictaminó que mis acosadores debían volver a prisión. Y pocos días después de eso en el cuartel les hicieron una fiesta de despedida a la que asistieron mas de veinte compañeros. Eso lo dice todo. Eso dice que hay una gran parte de la policía que entiende que, aunque sean unos delincuentes, siguen siendo parte de la corporación y que entiende también que los que denunciamos malas prácticas somos unos chivatos y unos traidores. Nadie quiere estar en un lugar donde es tratado de ese modo. Por eso no pienso volver. No me hace bien y tengo mucho que aprender y que seguir creciendo.

¿Se le pasó   el  disgusto   a su madre  después   de  ver cómo transcurrió todo?

Jajaja, a mi madre se le pasa todo porque está ya curada de espanto. Ella nunca fue partidaria de que yo entrara a la policía, pero lo acabó aceptando. A día de hoy está feliz de que saliera de allí. 

Usted   es   ahora   concejala   de   Justicia   Social.   ¿Cómo definiría ese concepto?

Soy una trabajadora contratada por los ciudadanos de Palma que hará todo lo posible por trabajar contra las violencias machistas y a favor de la justicia social durante los cuatro años que dure mi legislatura. Sigo sirviendo a mi ciudad y a mis vecinos como antes, pero ahora sin uniforme y desde el gobierno municipal.

¿Recibió ese cargo como un acto de «justicia poética»?

Sí. Creo que la venganza es ser mejor, superarlo todo sin sentir rabia o convirtiéndola en algo positivo. Pienso que las injusticias que se cometieron conmigo se saldaron desde el momento en el que tuve la oportunidad de seguir adelante en la vida, haciendo las cosas que me gustan y ayudando a los demás, que es lo que he hecho toda mi vida. He servido en la policía y ahora sirvo desde el gobierno. No entiendo mi vida sin darme a los demás; tener un cargo dentro del ayuntamiento ha sido para mi una especie de medida restaurativa que la vida ha decidido tener conmigo.