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Señoras fuera de casa (cubierta)

Investigación

30 Oct 2019

Raquel Sánchez, ensayista y profesora de Historia Contemporánea en la UCM

“No es cuestión de hacer arqueología del feminismo, pero sí de conocer a unas mujeres que lucharon por hacerse un hueco en el mundo a través de su trabajo”

Esther Peñas / Madrid

‘Señoras fuera de casa’ (Catarata). Bajo este dosel, la profesora de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense Raquel Sánchez ha querido analizar la actitud y la proyección de un ramillete de mujeres españolas que resultaron decisivas –cada cual a su manera- para ocupar espacios hasta entonces excluyentes, reservados para ellos.

Hubo mujeres que fueron ocupando el espacio público por necesidad: prostitutas y obreras pero, ¿en qué momento las señoras toman conciencia de que ese espacio público también les pertenece?

Las “señoras” ya ocupaban el espacio público en actividades de ocio. Lo interesante es cuando ese uso del espacio público se hace con fines profesionales o políticos. Eso es especialmente notorio desde la Guerra de la Independencia, en tanto que colaboran con la defensa de sus ciudades o pueblos. En el Trienio Liberal (1820-1823) se revalida esa actividad pública.

Muchas de las mujeres que componen el libro, aun siendo capitales para la emancipación de la mujer en tantos órdenes, no tuvieron una conciencia de clase, sino que defendían su propia libertad. ¿En qué momento comienza a conformarse una identidad común entre las mujeres?

No puede decirse que haya una conciencia común en las mujeres de la misma forma en la que es difícil decir que haya una conciencia común entre los obreros. Los hay que sí la tuvieron y los hay que no. Lo que sí se puede decir es que algunas mujeres empezaron a plantear que existían una serie de cuestiones comunes a todas las mujeres. Unas cuestiones que atravesaban las diferencias de clase, cuestiones que afectaban a todas. Aunque hay algunas activistas avanzadas desde la segunda mitad del siglo, las publicaciones y movilizaciones más relevantes a este respecto comienzan a producirse entre finales del siglo XIX y principios del XX. 

¿Qué características comparten estas mujeres en las que usted se detiene?

En realidad, lo que me he encontrado es una gran diversidad de trayectorias e intereses. Es decir, la vida misma: personas en busca de sus intereses, vocación o movidas por las necesidades que tuvieron que afrontar en sus vidas. Lo que comparten es la voluntad por salir adelante, sea por necesidad económica, sea por necesidad personal. Nosotros ahora las vemos como pioneras en algunos campos, pero lo que ellas hacían era seguir el camino que la vida les había trazado, negociando con las limitaciones que los condicionantes vitales y mentales de su época las imponían. 

Si tuviéramos que destacar algunos nombres que pudieran corresponderse hoy en día a lo que las mujeres del XIX que usted retrata, ¿a quién mencionaría?

Si hemos de hablar de ejemplos vitales, es decir, de mujeres que podrían ser un espejo en el que mirarnos, muchas de ellas: las que estudiaron para ser maestras o médicas; las que fueron capaces de enfrentarse a las propias limitaciones y a los prejuicios de la época; etc. Destacaría, por su modernidad, a dos mujeres situadas en las antípodas políticas, pero que defendieron el derecho de la mujer a ejercer un papel público y a ser consideradas como un sujeto responsable y no subordinado a su marido o pareja. Una de ellas es la republicana e internacionalista Guillermina Orgis. La otra es Emilia Pardo Bazán. Ambas, desde sus respectivas posiciones sociales y políticas, reivindicaron el derecho a que la mujer tuviera una voz propia y fuera respetada como “ser intelectual”.

¿Qué papel jugó la Iglesia en el compromiso asistencial de algunas de estas mujeres?

La Iglesia, desde una visión conservadora del papel público de la mujer y respaldando una imagen tradicional de la misma, contribuyó a abrir el camino a la participación de la mujer en sociedades caritativas que, si bien no eran rompedoras con respecto a la situación subordinada de las mujeres, lo cierto es que permitió a algunas de ellas ejercer un papel como gestoras de esas sociedades. Insisto: defendiendo una visión tradicional y promocionando un discurso conformista sobre las desigualdades sociales, pero dando cauce a actividades como las que desarrollaron las mujeres que formaron parte de las juntas de damas de las sociedades católicas de asistencia a los pobres, huérfanos, etc. Por otra parte, la implicación de algunas mujeres católicas en la defensa de determinadas cuestiones políticas de la época ha de ser vista como un compromiso con una forma de entender el mundo. Creo que hay que rechazar los comentarios que solemos leer acerca de las mujeres católicas como meros peones de los obispos y los curas. Si se implicaban en determinadas causas es porque esas causas les interesaban. Pensar que eran los instrumentos de la jefatura de la Iglesia es considerarlas seres sin entidad, intelectual y políticamente hablando. 

¿Se puede decir que tuvieron reconocimiento de su labor en vida?

Algunas sí y otras no, depende de quién estemos hablando. En líneas generales, hombres y mujeres proyectaban sus prejuicios tanto sobre el trabajo (por ejemplo, sobre la literatura escrita por mujeres) como sobre la actividad pública femenina. Muchos hombres y mujeres compartían los mismos prejuicios. Alguno hombres y mujeres supieron romper con ellos.   

¿Cuáles fueron los terrenos en lo que costó más que la mujer se asentara?

Creo que fue más difícil hacerse un hueco en la política que en otras facetas de la actividad humana. En general, no lo tuvieron fácil, pero el ejemplo de unas sirvió para impulsar a otras. El gran freno fue la representación política: en el siglo XIX ni votaban ni podían ser votadas.

A grandes rasgos, ¿en qué corriente feminista de las actuales se encuadrarían estas mujeres?

Creo que no hay que hacer este tipo de traslaciones pues el contexto es diferente. La mentalidad también. Se enfrentaban, en líneas generales, a problemas distintos a los que tenemos que afrontar ahora, a discriminaciones muy radicales. 

¿Puede decirse que la conquista del espacio público viene de la mano de la conquista del placer, de la sexualidad femenina?

La conquista del espacio público viene, esencialmente, de la visibilidad de la mujer en la política y el mundo del trabajo. Lo demás es algo que ha ido poco a poco incorporándose al discurso feminista, pero en el siglo XIX los problemas eran más acuciantes o más primarios, si me permites la expresión (un tanto simplificadora). En líneas generales, y salvo casos muy particulares, la sexualidad femenina se plantea en la época, pero no forma parte de los debates nucleares sobre la mujer en el espacio público. 

¿De qué depende que el tiempo hay tratado mejor –en cuanto a memoria- a algunas –por ejemplo Concha Espina- frente a otras –Rosario de Acuña, tan a la altura-?

Creo que depende de muchas cosas. Entre ellas, que algunas de ellas no llegaron a vivir en el siglo XX, o vivieron muy pocos años en el siglo XX, por lo que su memoria se ha perdido. El caso de Concha Espina que planteas es un ejemplo claro. Las mujeres que empezaron una activa vida como escritoras o artistas en los años 20 y 30 del siglo XX son más recordadas porque se asocian a una época muy brillante en la cultura española. En el caso de Rosario de Acuña nos encontramos con una activista cuya obra literaria nos resulta bastante ajena por razones de estilo, pero que es fundamental en la reivindicación de los derechos de las mujeres. También hay que decir que muchas de ellas son casi desconocidas para el gran público. Tal vez no para los especialistas, pero sí para el público general. Y creo que muchas personas se sorprenderían al encontrarse con unas escritoras, empresarias de moda, pintoras, etc. que tienen unas trayectorias muy interesantes; que se volcaron en su trabajo por necesidad o vocación, he de insistir en eso, y con una educación muy distinta a la nuestra por lo que se refiere a su papel en el mundo. No es cuestión de hacer arqueología del feminismo, pero sí de conocer a unas mujeres que lucharon por hacerse un hueco en el mundo a través de su trabajo. Y, por supuesto, no quiero dejar de mencionar esta cuestión: no podemos dejar de lado a las mujeres populares que tuvieron que trabajar por necesidad. Las mujeres siempre han trabajado: en el campo, en la costura, en el servicio doméstico, etc. La clave es conocer cuándo el trabajo se convirtió en un medio para la autorrealización personal y para conseguir la independencia económica. Y en ello, que no se nos olvide, la clave estriba en la educación, como una y otra vez nos dijeron las mujeres de siglos anteriores. 
 

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