Así lo expuso la organización a través de un comunicado en el que recordó que a comienzos del año pasado estimaba que entre un 25 y un 30% de la población adulta española presentaba insomnio transitorio y que entre un 10 y un 15% sufría de insomnio crónico, si bien ya afectaba a un 45% de sanitarios.

La SEN consideró que aún “es pronto para cuantificar el verdadero alcance que está teniendo la pandemia en el desarrollo de trastornos del sueño”, pero recordó que en su última reunión anual se han presentado dos estudios que intentan realizar “alguna aproximación” en este sentido, uno realizado por el Servicio de Neurología del Complejo Hospitalario La Mancha Centro, que cuenta con la doctora Ana María González como primera autora, y el otro, llevado a cabo por el Servicio de Neurología del Hospital Universitario 12 de Octubre, con el doctor Alejandro Herrero como primer autor y de los que se desprende que ocho de cada diez de los sanitarios españoles sufrieron insomnio durante los meses de marzo, abril y mayo de 2020 y que nueve de cada diez aseguraba haber padecido alguna afectación del sueño durante este periodo.

Además, la percepción de insomnio, pesadillas, sonambulismo, terrores nocturnos o pérdida de calidad de sueño, en general, fueron más frecuentes en el grupo de personal sanitario que entre los trabajadores no sanitarios que también participaron en estos estudios, y el trabajo por turnos también se asoció con una “mayor probabilidad” para el desarrollo de estos síntomas.

Para el secretario de la Junta Directiva de la SEN, el doctor David Ezpeleta, resulta “indudable” que la sensación de “miedo, ansiedad e incertidumbre” generada por la pandemia “ha hecho aumentar considerablemente” estas cifras entre la población española. “Si a esta situación añadimos la sobrecarga asistencial o la presión a la que se están viendo sometidas muchas personas en su ámbito laboral, los efectos que está teniendo la pandemia en la calidad de sueño aún son más llamativos”, abundó.

Tras defender que la privación de sueño, tanto aguda como crónica, puede tener efectos “muy negativos en la salud”, tanto a nivel cognitivo como en el sistema cardiovascular, endocrino, inmunológico o como posible factor cancerígeno, Ezpeleta urgió a buscar “fórmulas” para mejorar el descanso de la población, sobre todo entre las personas que se están viendo expuestas a un alto nivel de estrés físico, psicológico y laboral, “si no queremos que las consecuencias de la pandemia tengan aún más impacto en la salud”.