Según los expertos, un consumo sobredimensionado de información “puede influir en el estado emocional de las personas, dando lugar a conductas de alerta que se muestran poco eficaces a nivel personal y social”. Y es que hay personas que pueden desarrollar “emociones de alta intensidad” o, incluso, entrar “en pánico” sin causa justificada.

De hecho, la sobreexposición puede generar obsesión y que haya personas que “no pueden dejar de pensar en otra cosa que no sea la enfermedad, o la preocupación por enfermar”, desarrollando conductas como la necesidad de “estar permanentemente viendo y oyendo informaciones sobre este tema”.

La preocupación desmedida también puede provocar “dificultad para concentrarse o interesarse por otros asuntos”, de forma que “cuesta desarrollar labores cotidianas o realizar el trabajo adecuadamente”, pues “el miedo les paraliza” e, incluso, “les impide salir a la calle”.

HIPOCONDRIACOS

Otro de los factores que identifican los psicólogos en este tipo de alerta sanitarias son “sensaciones corporales” que hay quienes las identifican como “síntomas de enfermedad”, cuando en realidad son “signos normales habituales”.

A estas personas “les cuesta controlar su preocupación y pregunta persistentemente a sus familiares por su estado de salud, advirtiéndoles de los graves peligros que corren cada vez que salen del domicilio”.

Asimismo, hay quienes pueden notar “un aumento del ritmo cardíaco, respiración acelerada (hiperventilación), sudoración, temblores sin causa justificada”, simplemente por un falso miedo a la infección.

CALMA Y FUENTES FIABLES

Para aliviar todas estas sensaciones de riesgo, los psicólogos piden a la población que identifique qué pensamientos puedan generar malestar. Y es que pensar constantemente en la enfermedad “puede hacer que aparezcan o se acentúen síntomas que incrementen su malestar emocional”.

Para luchar contra el miedo injustificado, los especialistas aseguran que es necesario contar con información real y datos fiables, de manera que se acuda a medios oficiales y científicos y se evite información que no provenga de estas fuentes, evitando imágenes alarmistas.

“En el caso de menores o personas especialmente vulnerables como ancianos, no les mienta y proporcióneles explicaciones veraces y adaptadas a su nivel de comprensión”, recomendaron los psicólogos.

Asimismo, aseguraron que es esencial “una actitud optimista y objetiva” sin menospreciar las actitudes de higiene y prevención que recomienden las autoridades sanitarias. Tampoco conviene “hablar permanentemente del tema” y es recomendable el apoyo de la familia y amigos, así como mantener la calma y no sobredimensionar el problema.